Durante el último año Colombia ha venido sufriendo un deterioro significativo y palpable en la inmensa mayoría de áreas, desde la seguridad, hasta la economía y los índices de calidad de vida, esto, obviamente impulsado por unas políticas y posturas promovidas por el Gobierno Nacional y sus pactos en las regiones.
Por ejemplo, durante estas elecciones se han presentado 1.352 hechos violentos por parte de estructuras ilegales contra candidatos a diferentes dignidades, entre los que se cuentan 947 acciones armadas y 405 amenazas. Esto representa un aumento de la violencia política del 66% respecto al 2022.
De hecho, la MOE ha advertido que, desde octubre del año pasado, “se han registrado 653 hechos de violencia contra liderazgos sociales, políticos y comunales, siendo en su mayoría contra liderazgos políticos (436)”, lo que significaría un peligroso aumento de la violencia política en el país del 92% respecto al 2019.
Recordemos que tan solo el pasado 5 de octubre, en Antioquia recibimos la lamentable noticia del asesinato de Maryuri Cárdenas Malagón, candidata al Concejo de Mutatá en frente de la sede de la Registraduría Nacional.
El deterioro en seguridad y violencia política es latente en todo el territorio, pero no es solo en ese aspecto; según la última actualización que tuvo el índice global de “mejores países”, Colombia cayó 8 puntos con respecto al lugar obtenido en el 2022, y si miramos el renglón de calidad de vida, nos ubicamos en el puesto 67, presentando resultados deficientes en aspectos como mercado laboral, nivel de asequibilidad, estabilidad económica, seguridad, educación pública, estabilidad política, estabilidad familiar y sistema de salud.
Frente a esta realidad hay que entender que se necesita un contrapeso en las regiones para redefinir la dinámica política, social y económica en Colombia; no para entrar en confrontaciones con el Gobierno Nacional, sino para proponer y poder ejecutar acciones que resuelvan las verdaderas necesidades que tienen los habitantes en los territorios.
Hoy por hoy, el Ejecutivo Central dirige el país por un mal camino, pero la forma de corregir, es eligiendo buenos gobernantes locales; alcaldes, diputados y concejales, que se desmarquen de la visión errática del Gobierno. En Antioquia existen buenos candidatos, pero sólo uno es la apuesta clara por su posibilidad de ganar, y es Andrés Julián Rendón a la Gobernación. En contraposición se ha formado una alianza politiquera y clientelista que se gestó con el visto bueno del mismo Presidente.
En Medellín el voto fijo es por Fico, para retomar el rumbo de una ciudad emprendedora e innovadora y pasar la página de una administración que malgastó los recursos de los ciudadanos sembrando odio, división y ruptura (incluso entre ellos), y que generó un grave deterioro en el tejido social de nuestra ciudad.
Este próximo 29 de octubre, el llamado es a recuperar la esperanza, la democracia y la seguridad. Haciendo esto sin duda se sentirá un nuevo impulso en la economía, el tejido social y la calidad de vida desde los departamentos, municipios y distritos ¡Rescatemos el país desde las regiones!
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