“Nuevo paso en falso de Gustavo Francisco Petro Urrego, en las redes sociales, hizo explícito el camino que busca seguir e implantar la izquierda en Colombia. Defensa a ultranza que se hace de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Argentina, y Rusia es la materialización de una convicción política que pone en jaque la democracia del país.”
Enconadas discusiones de los extremos ideológicos, frente al castrochavismo extrapolado a Colombia por la propuesta política del Pacto Histórico, toman hoy mayor relevancia cuando pensamientos, hechos y acciones de su mandatario conducen a cavilar que, a fuego lento, en la nación se está cocinando el camino para llegar a una dictadura comunista. Peligroso coctel de odio, resentimiento, ataques y división que se gesta, desde que la izquierda se alzó con la victoria en las urnas, es el detonante de intolerancia que se teje contra todo aquel que piensa diferente a ellos y no se deja adoctrinar. A los ojos de la opinión pública quedó claro que Gustavo Francisco Petro Urrego tiene como propósito emular lo realizado por tenebrosos dictadores socialistas como Lósif Stalin o Fidel Castro. Idealización de criminales natos, psicópatas que se cubrieron de retórica de buenas intenciones y fueron emulados por dictaduras, con anuencia popular, como la de Hugo Chávez Frías en Venezuela o José Daniel Ortega Saavedra en Nicaragua.
Séquito de incautos, sectores populares, que elevan a la categoría de brillante a su presidente difícilmente comprenden lo que se gesta detrás de la política progresista de la izquierda. Populismo que se ejerce sobre las capas jóvenes, las clases menos favorecidas, los grupos raizales, los colectivos campesinos y sectores sindicalistas, es el estandarte de una bandera de cambio, de un régimen que se vendió como una nueva alternativa de gobierno, pero lejos está del pregón de una verdadera transformación que abra paso a un nuevo aire o corriente política. A pasos agigantados la democracia pierde espacio en Colombia, se autodestruye no solo en la corrupción, sino en la espiral de injusticia de una sociedad, sin ley, en la que los criminales están en un pedestal moral del que ningún colombiano ha gozado en la historia. Propuesta de cambio que se defiende con ahínco, por los militantes del Pacto Histórico, en nada se distancia del comunismo fracasado y mentiroso que solo profesan los psicópatas dictadores.
Laxitud que se proyecta contra lo inmoral hace temer que en el corto tiempo Colombia se verá invadida por células urbanas, terroristas, comunistas, traficantes y vagos patrocinados por el gobierno. Narrativa del cambio, que se construye desde la base de que todo ha estado mal en la historia republicana de los colombianos, es el soporte estructural de una izquierda que allana todo para vivir como capitalista mientras el pueblo administra la ruina y la pobreza. Entorno de embates y amenazas es la apuesta ideológica de Gustavo Francisco Petro Urrego que para implantar su visión de futuro requiere gente clamando la ayuda del estado, la sumisión del ciudadano a un sistema que impide la búsqueda de caminos distintos. Colombia ya abrió, con el voto, la puerta al perverso progresismo, un clima de tensión que se quiere minimizar con el maltrato constante al que se somete a la prensa, los medios de comunicación y la oposición.
Discurso de Gustavo Francisco Petro Urrego en escenarios públicos, alocuciones institucionales y mensajes en plataformas sociales apuesta por la división y la constitución de dos países: uno que aplaude al Sensei de los humanos y otro que sufre de indignación ante tanta incoherencia que acompaña el decir y el hacer de su mandatario. Colombia como uno de los aliados estratégicos del comunismo solo tendrán mayor riesgo de caer al abismo, mito del castrochavismo sumado a la expropiación, y demás males que acompañan al socialismo del Siglo XXI, toma carrera y ahuyenta capitales, inversión extranjera, al tiempo que propicia el éxodo del talento humano. Desde el ingenio de la elocuencia en la izquierda hoy aseguran que Colombia no es una Venezuela, discurso similar, por no decir que igual, al que tenía Hugo Chávez en 1998 para afirmar que Venezuela no era Cuba, o el que Fidel Castro empleó en 1976 para manifestar que Cuba no era la Unión Soviética.
Peligroso es un gobierno de extrema izquierda como el que se vive en Nicaragua o el que ya se implantó en Cuba, Venezuela o Argentina, consolidación de una propuesta política que distante está de garantizar los derechos humanos, el disfrute de las libertades y una visión socioeconómica segura. Testaruda imposición del cambio, a cualquier costo, disminuye el margen de gobernabilidad a Gustavo Francisco Petro Urrego y agudiza una crisis social que se complejiza ante unas instituciones debilitadas y unos bandidos envalentados que están ejerciendo su ley haciendo “cercos humanitarios”. El cambio requiere de una grandeza distante de los ataques ridículos apartados de los argumentos decentes y con bases sólidas que construyan una nueva nación en el marco de la tolerancia. Grandeza democrática de los colombianos será atemperar la discusión política del país, encontrar un punto medio que sea interlocutor e intérprete de las incoherencias del poder frente a un pueblo profundamente agobiado.
Tirante relación que se percibe, entre unos y otros, propia de los hostigamientos, el señalamiento y la marcación social por parte de la extrema izquierda, atiza la emergencia social y económica de la nación. Triste es ver que el método con el que se sostiene el populismo socialista es el permitir que la delincuencia se generalice, intimidar a los buenos ciudadanos mientras se aseguran unas fuerzas, “primeras líneas”, a su servicio, al mejor estilo de los colectivos chavistas. Vandalismo e insurrección que se toma a Colombia es producto de la mentira y manipulación de su presidente, mezquino personaje que posa de salvador de la vida, ataca las barbaries perpetradas por las fuerzas de derecha, pero tiene en su haber los actos acaecidos cuando estuvo activo en los grupos subversivos. Complejo resulta no entender que la equidad es diferente a la igualdad, para vivir sabrosito se requiere reconocer que los colombianos, en su composición regional, son diversos y diferentes, esencia que los refuerza culturalmente.
La actitud frente a la opresión cubana, la narco-dictadura de Nicolás Maduro Moros y el régimen de José Daniel Ortega Saavedra evidencia la línea de actuación con la que cohonesta la administración de Gustavo Francisco Petro Urrego, que rápidamente da los pasos que hace algunos años dio el fallecido Hugo Chávez Frías. El prometido gobierno para el pueblo se desmorona con políticas incoherentes que impactan directamente el bolsillo de las clases medias y bajas con impuestos a los productos que más se consumen, los tributos a los microempresarios y la contracción de los subsidios a la gasolina. Lo que se está viviendo hoy en Colombia es el resultado de dar espacio a quienes sufren de delirios de grandeza y tienen el pleno convencimiento que el mundo tiene una deuda con ellos. Ausencia de ética es la que da rumbo a su mandatario y a su gobierno, permite que la ideología de izquierda se exima de la responsabilidad que le asiste en un imposible deontológico que delinea justificaciones para la maldad política y la corrupción.
Complejo resulta que su presidente solo ve la paja en el ojo ajeno sin tener en cuenta la viga en el propio, criticó todo lo de gobiernos anteriores y ahora intenta pasar de agache frente a lo que hace o deja de hacer su administración. Disparidad de criterios, posturas públicas de su mandatario, plagan de incertidumbre y son el fiel reflejo de lo visto en 2007 en Venezuela, con Hugo Chávez Frías. La política de la esperanza fue la que condujo a muchos pueblos al hambre e invitó a sus pobladores a tomar los tenis, el mapa y el morral con el que caminan por Suramérica buscando futuro. Se está al frente de un daño innegable a la estabilidad democrática del país que se desmorona con actuaciones que son justo todo lo contrario a lo que los colombianos esperaban del gobierno del cambio para “vivir sabrosito”. Las palabras de Gustavo Francisco Petro Urrego estimulan el fuego, alimentan la hoguera que mete leña a la candela, y demuestran al mundo que en Colombia se personifica un emulo de Hugo Chávez Frías y el socialismo del siglo XXI, disfrazado ahora de progresismo socialista.
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