Cartas a Adela – Segunda carta (2/20)

Veía como unas gotas se estrellaban contra el piso, nada en especial, pero aquel suicidio hídrico me parecía casi hipnotizante, me estaba abstrayendo, me dejaba ir por el movimiento de las pequeñas gotas de agua, cuando de repente, una de ellas se convirtió en un ratón y salió a correr por toda la casa; yo estallé de risa.

¿Sabes? es curioso como el día a día pone a prueba tu estado mental, no sé qué pensar del mío. Estoy medio acá, medio allá, como cruzando la línea entre el mundo de la lógica y el de la imaginación. Las palabras incendiadas en el cielo y los hechos de concreto que te dejan aturdido.

Por acá todo sigue medianamente normal, cada día Maga está más triste, más melancólica. Se inventa cada día en la mañana y a la noche no es más que un montón de hilo sobre la alfombra. La miro y siento tanta tristeza en sus ojos que me provoca llorar, sentarme a su lado y ser el perro de su sombra, pero simplemente no quiere que nadie se acerque… se va creciendo, inflando y expandiendo por todo el cuarto y luego libera toda su furia contra las paredes. A la hora de la cena es aún más enredada, se queda ahí sentada sin pronunciar ninguna palabra y entonces se empieza a comer las flores de su plato y a llorar mientras grita “est cruel, est cruel”, luego termina y se infla nuevamente de palabras y se une alegremente a nuestra conversación.

Es como un espejo, me hace dudar de su felicidad o al menos de mi realidad. Cuando hacemos el amor me empieza a susurrar al oído, “Je t’aime Paris, Je t’aime”. La verdad es que no es feliz acá conmigo ni con Sasha ni Sissi. Pero ella es libre, puede irse en una pelota a su querida Francia cuando quiera, pero no lo hace, simplemente se convierte en una sombra y se diluye con los cuadros de Monet mientras sueña que es rosa y se come a si misma.

Sé que de todas mis amantes Maga siempre fue tu favorita, no sé por qué, creo que es porque tienen el mismo corazón cobarde… porque las acaricio de la misma forma, porque las dos se vuelven bergantines en el humo de las velas y regresan con tatuajes en carne viva, tal vez porque a través de sus ojos te veo desnuda entre las cortinas y el papel tapiz de las plazas porteñas.

Sasha y Sissi siguen siendo armonía, salen a jugar con alas de nueces. Ellas sí que desafían la lógica… cualquier lógica. Temo que un día de estos salgan levitando por los cielos como dos gatos de angora. Son como un sueño que sueña que se va soñando. No obstante su anti-realidad no me tranquiliza nunca, y entonces te añoro. Veo tu sonrisa bajo una lluvia miel y tu mano que se despide grácil desde un cenicero mientras vas saltando de copa en copa con cada balada francesa. Te añoro, pero es tan grande la complicidad entre nosotros que el compromiso de la misma cama, los mismos sueños y las mismas pesadillas se transformaría en dagas silenciosas entre tu lengua y mis labios… Qué amarga es esta libertad, ¿qué se supone que hagamos con tanto libre albedrío en nuestras camas? ¿Escribirnos cartas eternamente?

A veces me gustaría coserte el corte que te hice en el pecho, dejar que me saques las balas de mi cabeza, pero es como… como abrir una herida.

Estas inquietudes y deseos profanos me asaltan en las noches que monto guardia esperando al gato, pero simplemente no volvió y el enredo en mis pestañas sigue igual, desde ese día todo es caos, todo menos Maga que es melancolía pura… como vos.

Tal vez te gustaría saber que en mis vuelos nocturnos sobre la ciudad vi como Dalí quería pintar a la Magdala detrás de un callejón, pero ésta se rió, tan dama y tan cortesana huyendo del pincel del catalán anacoreta, mientras Salvador no se salva de las oscuras intenciones de profanar a la consorte del nazareno. ¡Qué vanidad le corre por las venas! ¡A los dos!

Y bueno, en la ciudad se ve cada cosa, cosa en cada esquina, amores pro-cívicos de anarquistas sin poesía y borrachos que enamoran a las putas con poemas de Bécquer mientras las damas en los cócteles afanan hasta la última gota de vodka para suspirar la pérdida de sus orgasmos en los colchones de sus maridos barrigones.

Entiendo por qué no querés venir y creo que entendés por qué aún no me quiero ir, pero así pactamos esperarnos. Espera eterna que se parece a un Waltz entre un soldado y una niñita.

Te dejaría un beso como en todas mis misivas, pero es que tu recuerdo me ha dejado con sabor a agonía en la saliva, entonces mejor te dejo una caricia que sueña con desnudarte y unas palabras que intentan darte una serenata milonguera mientras te convidan a un vino tinto en noches de soledad.

Hasta pronto, espero que nuestros corazones cobardes no se apabullen ante tanta lírica disonante. Hasta pronto.


Todas las columnas del autor en este enlace: César Augusto Betancourt Restrepo


César Augusto Betancourt Restrepo

Soy profesional en Comunicación y Relaciones Corporativas, Máster en Comunicación Política y Empresarial. Defensor del sentido común, activista político y ciclista amateur enamorado de Medellín.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.