Sacrificios y recompensas

José María Dávila Román

“Esa decisión de los primeros sapiens, de ser bípedos, les implicó hacer un sacrificio que fue adelantar los partos, pero a la postre, la recompensa fue mayor”.

En Jericó y el Suroeste antioqueño se ha dado el debate desde hace varios añosa sobre qué tan conveniente es hacer minería en estos territorios y qué tan alineado está esta actividad con las vocaciones tradicionales de la zona.

Las vocaciones de los territorios se desarrollan de acuerdo con el mercado, sus potencialidades y nuevos contextos. Las vocaciones no pueden ser estáticas porque van en contravía del mismo orden natural, nada está quieto, todo está en constante movimiento y evolución. Lo que hoy funciona y es aceptado dejará de hacerlo en unos años. Es una obviedad: nacemos, crecemos, envejecemos y morimos: cambiamos todo el tiempo. Pretender hacer lo mismo hoy que hace 100 años es un sinsentido.

Yuval Noah Harari en su libro Sapiens: de animales a dioses, revela las modificaciones que sufrieron los primeros sapiens como consecuencia de convertirse en bípedos: primero, su cerebro empezó a crecer de manera gradual con respecto a sus antecesores; segundo, el parto de los siguientes sapiens se empezó a adelantar, porque al tener un cerebro más grande, si se esperaba más tiempo se corría el riesgo de que tanto la madre como el bebé murieran por no poder dar a luz. Es una de las razones, por las que hoy, después de miles de años, un bebé sigue naciendo a los 9 meses y es completamente dependiente de sus progenitores en sus primeros años de vida, a diferencia de otros animales, que desde que nacen, empiezan a caminar y muchos de ellos a valerse por sí mismos con escasos meses de existencia.

Alejandro Salazar Yusti en su libro La estrategia emergente, plantea que esa decisión de los primeros sapiens, de ser bípedos, les implicó hacer un sacrificio que fue adelantar los partos, pero a la postre, la recompensa fue mayor. Los sapiens evolucionaron y se prepararon mejor para afrontar la inclemencia de la jungla. Toda acción o escogencia implica un sacrifico que sale bien si la recompensa es mayor.

En el especial de Caracol Televisión que se emitió a principios de año “La realidad de la ficción del libro La Oculta de Héctor Abad Faciolince”, se planteó que en Jericó nunca se había tenido interés por hacer minería. Lo que no es cierto. En documentos del Centro de Historia se revela cómo a finales de 1800 se denunciaron descubrimientos de minas de oro y plata en veredas como Río Frío, Vallecitos y Palocabildo.

Esta semana, el Museo de Antropología y Artes de Jericó – MAJA, recibió una donación de más de 20 mil piezas arqueológicas encontradas en las veredas Cauca y Quebradona Arriba de Jericó por parte del proyecto Quebradona. El Instituto Colombiano de Antropología e Historia – ICANH definió que se entregarán al MAJA porque se ha convertido en ese guardián de la historia de Jericó. Así, la comunidad y turistas pueden conocer cómo vivían los hombres de esa época que habitaban este territorio.

Los hallazgos arqueológicos incluyen elementos como vasijas, cinceles para el trabajo en oro, narigueras, hachas, modificadores craneales, entre otros. Las piezas corresponden al año 1300 aproximadamente, casi doscientos años antes del descubrimiento de América por parte de los europeos y casi quinientos años antes de que Santiago Santamaría, fundador de lo que hoy es Jericó, descubriera este territorio.

Una hipótesis que se puede plantear, con base en estos hallazgos, es que los primeros habitantes de este territorio también hicieron minería y extraían oro para elaborar diferentes artículos.

En Jericó, antes del café, hubo otros cultivos como tabaco que luego se fue reemplazando por otros; antes de la santificación de Santa Laura y de las vías 4G, este no era un municipio turístico; el aguacate no empezó a ser cultivo predominante hasta hace unos cinco años; y desde hace diez años se descubrió uno de los depósitos de cobre más importantes del país, que la misma naturaleza dispuso tener ahí. Parafraseando a Salazar Yusti, deberíamos extraerlo si la recompensa es mayor que el sacrificio.

Todo cambio, toda evolución, implica un sacrificio para avanzar. Quedarnos estancados en el tiempo es estar condenados a desaparecer.

*El columnista trabaja en Minera de Cobre Quebradona.


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José María Dávila Román

Comunicador Social - Periodista de la UPB con Maestría en Gerencia para la Innovación Social y el Desarrollo Local de la Universidad Eafit. Creo que para dejar huella hay que tener pasión por lo que se hace y un propósito claro de por qué y para qué, hacemos lo que hacemos. Mi propósito es hacer historia desde donde esté, para construir un mundo mejor y dejar un legado de esperanza y optimismo para los que vienen detrás. Soy orgullosamente jericoano.

Nota al pie: El columnista tiene o ha tenido vinculación laboral con la minera AngloGold Ashanti. 

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