“Rubiales hubiera salido mejor de su cargo si hubiera reconocido su error con humildad y no salir a justificarlo y menos en el tono desafiante en que lo hizo”.
La selección femenina de fútbol de España quedó como campeona del Mundial de Fútbol realizado en Australia y Nueva Zelanda hace menos de un mes. En este mundial, Colombia quedó eliminada en cuartos de final por cuenta de la selección de Inglaterra que a la postre quedó como subcampeona.
Es la primera vez que el equipo español femenino es campeón del mundo igualando el mismo récord que tienen los hombres españoles en este deporte y que consiguieron en Suráfrica 2010. Las mujeres como en ese entonces los hombres, tuvieron en su plantilla titular a 7 de 11 jugadoras provenientes del Barcelona, siendo este club, una de las mejoras canteras del mundo de futbolistas tanto masculinos como femeninos.
La Liga Española sigue siendo de las mejores del planeta, incluyendo la categoría femenina: la colombiana Linda Caicedo juega en el Real Madrid y hasta mediados de este año, Cata Pérez, portera colombiana, integró el Real Betis.
La euforia por el triunfo de las españolas se vio empañado en la entrega de medallas el pasado domingo, por cuenta del todavía presidente de la Federación Española de Fútbol Luis Rubiales quien le dio un beso en la boca y sin consentimiento, en medio de la imposición de medallas, a una de las figuras del combinado español Jennifer Hermoso. Una imagen que le dio la vuelta al mundo y que opacó el triunfo mundial de la selección ibérica.
Estos días se ha hablado más de la acción de Rubiales y de las consecuencias que esto debe tener, que de los méritos por el triunfo y el juego desplegado por el combinado español para llevarse el campeonato ante una de las selecciones favoritas.
Lo de Rubiales como presidente de la Federación Española de Fútbol es insostenible, voces de diversos sectores de España incluido el Gobierno español ya hablan de suspenderlo obligatoriamente del cargo al no dimitir voluntariamente. Eso era lo que se esperaba que hiciera el pasado viernes en la Asamblea Extraordinaria de la Federación Española de Fútbol donde se tocó este tema.
Ante todo pronóstico, Rubiales, con vehemencia, dijo (5 veces) que no iba a dimitir (ver). Según él, besó a Jenni Hermoso con consentimiento y sin deseo sexual, que fue como cuando besa a sus hijas. Con ese discurso terminó por darse la estocada final.
Jenni Hermoso, la futbolista directamente afectada salió a desmentir de inmediato a Rubiales diciendo entre otras cosas que “me sentí vulnerable y víctima de una agresión, un acto impulsivo, machista, fuera de lugar y sin ningún tipo de consentimiento por mi parte” y remata “Ante tal muestra de falta de respeto e incapacidad de reconocer los errores propios y asumir las consecuencias, he tomado la decisión de no volver a jugar para la Selección mientras continúen los actuales dirigentes” (ver).
El pronunciamiento de Hermoso estuvo respaldado por las otras 22 compañeras de su Selección que también dijeron renunciar a jugar con su país si Rubiales sigue en el cargo.
Somos humanos y ninguno está exento de cometer equivocaciones. Aquí la diferencia radica en que Rubiales hubiera salido mejor de su cargo si hubiera reconocido su error con humildad y no salir a justificarlo y menos en el tono desafiante en que lo hizo. En pocas horas será despedido así no quiera. Se irá por la puerta de atrás a pesar de integrar el equipo campeón de fútbol femenino.
Cayó ante la furia española, ante su propio pueblo, que no le perdona que se tenga que hablar más de esto que de la proeza más grande lograda por la selección femenina de fútbol.
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