“Hasta que Jericó, como muchos de los municipios del suroeste, no incremente su población -que eso no parece viable en el corto y mediano plazo- no podremos soñar con tener un hospital de mediana y alta complejidad”.
Al gerente del Hospital San Rafael de Jericó, Alexander Giraldo le tocó salirle al paso a afirmaciones que se estaban haciendo en el municipio sobre supuesta escasez de medicamentos, ausencia de servicios como rayos X y mala atención en general por parte de esta Empresa Social del Estado.
El origen de todo fue una carta que dos ciudadanas le enviaron de manera formal, donde le manifestaban su preocupación por la falta del servicio de radiografía y lo invitaban a que tuviera disponible este servicio más insumos médicos, sobre todo para las fechas del 18 al 21 de agosto en las que se celebra el Festival de la Cometa (ver).
El gerente del Hospital, a través de un comunicado y video (ver), desmintió las afirmaciones asegurando que “actualmente el hospital cuenta con stock completo y suficiente para la atención de urgencias, con la disponibilidad de medicamentos e insumos, así como material médico quirúrgico, equipos biomédicos, ambulancias y personal disponible 24/7” (ver).
Giraldo reconoce que el hospital de Jericó está en crisis financiera desde hace varios años, pero según él, eso no impide que a la comunidad se le garantice su derecho fundamental a la salud para atender situaciones médicas de baja complejidad o lo que es lo mismo que no pongan en alto riesgo la vida. El hospital San Rafael es un hospital de atención básica primaria, eso explica que pocos niños de Jericó nazcan en Jericó. Las mamás normalmente son trasladadas para hospitales de mejor nivel como Caldas, Itagüí o el mismo Medellín.
La razón para que el municipio no tenga un hospital de mejor nivel es su poca población: poco más de 13 mil habitantes, donde más del 50% de la población es régimen subsidiado que no aporta al sistema de salud.
Los servicios médicos y sus especialistas son costosos: médicos radiólogos, cardiólogos y de cuidados intensivos pueden ganar un salario mensual superior a 20 millones de pesos. Tener todos esos especialistas en un municipio con baja población, donde son mínimas las personas que sufren este tipo de enfermedades, es subutilizar al profesional médico e inviable desde lo económico, no sería factible pagar todos sus honorarios por las pocas atenciones que realizaría durante el mes. Esa es la razón por la que los mejores hospitales y clínicas se concentran en las principales ciudades del país: al haber más población, hay más pacientes relacionados con mediana y alta complejidad médica.
Hasta que Jericó, como muchos de los municipios del suroeste, no incremente su población -que eso no parece viable en el corto y mediano plazo- no podremos soñar con tener un hospital de mediana y alta complejidad en el casco urbano, para eso se requieren mínimo 120 mil habitantes; pero sí se han planteado soluciones intermedias como la de crear, con alianzas público-privadas, un hospital de mediana y alta complejidad ubicado en sitios como Puente Iglesias, que gracias a las doble calzadas, va a ser equidistante a 12 municipios del Suroeste antioqueño como Jericó. Sumando las poblaciones de cada uno de estos municipios se llega a 147 mil personas. Así se cumpliría el mínimo de población para tener un hospital de mediana y alta complejidad en la región.
Lo cierto es que solos no podemos. Como lo dije en una columna anterior, los 6 candidatos a la Alcaldía de Jericó también lo tienen claro. Saben que para desarrollar sus programas de gobierno deben buscar recursos con terceros y generar alianzas público – privadas. Los recursos propios del municipio no son suficientes.
Para gozar de mejores servicios como el de la salud, también se requiere crear riqueza en el territorio: tener más empresas asentadas que generen empleo con salarios competitivos, para que la economía se fortalezca al interior de los territorios, haya más capacidad institucional y no se fugue el capital para la ciudad por culpa de no contar con buena atención médica, que es otra de las razones por las que los suroestanos se terminan yendo para Medellín.
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