“Los mecanismos de protesta cambiaron, se trasladan de las calles a las redes (y de las redes a las calles), a los jóvenes les interesa la ecología, el respeto a la diversidad, la inclusión social. Algunos se involucran activamente, otros aún miran de lejos. Pero todos tienen claro que el mundo que les dejamos no puede seguir tal y como está.”
El 12 de agosto se celebró el Día Internacional de la Juventud, instituido por la Organización de las Naciones Unidas en 1965. Un día que nos llama a pensar en nuestros y nuestras jóvenes.
Pero pensar en la juventud, nos hace preguntarnos ¿qué juventud?
Bourdieu en un célebre reportaje[1] nos alerta sobre la imposibilidad de hablar de una sola juventud. ¿Un joven suizo es igual a un joven Argentino, o Colombiano?
Para pensar en una respuesta, basta con analizar datos duros. Según el último informe de la UNFPA (Fondo de Población de las Naciones Unidas)[2], un 39%de la juventud de América Latina y El Caribe es pobre, mientras que un 10% vive en la indigencia. Si nos trasladamos a áreas rurales, la cifra de pobreza aumenta a un 46%.
Un tercio de los y las jóvenes de entre 15 y 29 años de la región no asiste a ningún establecimiento educativo. Y dentro de este grupo, las mujeres de indígenas y afro descendientes muestran una asistencia y finalización de estudios mucho menor a otro grupo.
El aumento de la desocupación (y más aún la subocupación) también es notorio en este sector de la población.
Incluso, dentro de la región, las realidades no son parejas. El joven que se levanta a las cinco de la mañana para levantar cartón con un carro y venderlo por monedas que apenas alcanzarán para la comida del día, no es igual a aquel que tiene apoyo familiar y puede dedicarse a sus estudios.
Cualquier reflexión sobre la juventud sin mirar estos índices es alejada a la realidad. Escuchamos constantemente frases como “los jóvenes no se involucran”, ´”son egoístas”, ¨”sólo quieren estar con sus teléfonos móviles en las manos”. Sin embargo, los y las jóvenes son parte de una realidad que los adultos construimos, y que a la vez fue heredada de otros adultos. Ningún grupo etario vive aislado de la realidad que lo rodea.
Los mecanismos de protesta cambiaron, se trasladan de las calles a las redes (y de las redes a las calles), a los jóvenes les interesa la ecología, el respeto a la diversidad, la inclusión social. Algunos se involucran activamente, otros aún miran de lejos. Pero todos tienen claro que el mundo que les dejamos no puede seguir tal y como está.
Los jóvenes de América Latina y El Caribe tienen mucho más por resolver que los del norte, eso está más que claro. Sin embargo, nosotros, los adultos, aún estamos aquí y tenemos la responsabilidad de compartir lucha con ellos.
Bourdieu tenía razón, la juventud es mucho más que una palabra, es futuro y a la vez presente. Un presente que nos interpela y nos recuerda que aún tenemos mucho por hacer.
Todas las columnas de la autora en este enlace: Karina Insaurralde
[1] http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_nlinks&ref=6827547&pid=S1668-5628201300020000900002&lng=es
[2] UNPFA https://lac.unfpa.org/es/temas/adolescencia-y-juventud
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