Muchas promesas y poco cambio

Retraso e incumplimiento que caracterizan a Gustavo Francisco Petro Urrego es la base de una propuesta de cambio que está enmarañada, y cada vez más distante a su punto de llegada. 365 días en el ejercicio del poder son la materialización de una agenda de odio y resentimiento que acompaña a los militantes de la izquierda.

Este 7 de agosto se conmemoró el primer año del Pacto Histórico en la Casa de Nariño, días amargos en los que se pierde el respaldo de los electores y se esgrimen 15 mil millones de motivos que complejizan la gobernabilidad de Gustavo Francisco Petro Urrego. Masacres, asesinatos de policías y militares, incremento de homicidios ciudadanos, aumento de los secuestros, paupérrima lucha contra las drogas, alza desmedida de la gasolina, terrorismo nuevamente controlando las regiones, la corrupción al tope, son tan solo unas de las aristas que complejizan el balance de los 365 días del gobierno. Doce meses han sido más que suficientes para comprobar que los vientos de crisis que se presagiaban no eran infundados, incapacidad, política y social, para concertar las reformas polariza las posturas de un colectivo que quiere cambiarlo todo frente a una amplia mayoría que hace oposición y cree que sí hay que hacer ajustes, pero sin acabar con todo.

Reformismo institucional que se toma a Colombia siembra en el ambiente un clima de tensión, miedo e inestabilidad que atomiza la economía de la nación. Narrativa negativa que se extiende sobre el país es la consecuencia de tener al frente del gobierno a un sujeto que ha demostrado que no sabe de gestión y solo hace alianzas con criminales, guerrilleros y narcos que tienen como propósito destrozar la institucionalidad democrática de los colombianos. Fuga de capitales, éxodo del recurso humano, teje lo que se puede constituir en una catástrofe sin precedentes en la geografía nacional. Logros que exalta la izquierda frente a una economía estable, la inflación controlada, el desempleo en reducción, el dólar con tendencia a la baja, el crecimiento esperado, la regla fiscal respetada a pesar de una macro deuda heredada, no reconocen que son producto del fracaso de un plan de gobierno estructurado por el Pacto Histórico.

Cacareo de logros que no son propios, y que surgen de decisiones que incomodaron y quisieron revertir quienes hoy fungen como prototipo del cambio, es la tendencia de un agente gubernamental que muestra y quiere advertir lo que ningún colombiano ve, ni siente. Dolorosas circunstancias que, acompañan al gobierno del cambio en los últimos días, trae ataques inmisericordes desde todos los flancos a un cacique que se quiso vender como estadista con liderazgo internacional, pero sucumbió ante el caos colombiano que fue avivado desde las entrañas de su familia. El diálogo y el acuerdo nacional, prometido por Gustavo Francisco Petro Urrego en su posesión, han sido imposibles ante una apuesta política que le falta mucho por hacer y corregir. Inexperiencia de la izquierda en el poder lleva a que existan muchos cortos circuitos para identificarse con las luchas de la población, el dolor y la alegría de un camino de resistencia y resiliencia andado desde 2019.

Colombia, como nación, necesita fijar objetivos superiores, desde el orden democrático e institucional estructurar políticas estatales que lejos de los escándalos, la corrupción, el fracaso de las reformas y los tropiezos en la implementación de la paz total, beneficien a todos los ciudadanos. Perfil conciliador, que se ha ido desdibujando en la agenda de Gustavo Francisco Petro Urrego, aviva el carácter beligerante de un político que se niega hacer frente a los retos sin dejar de lado los delirios de persecución y culpar de todo a la oposición. Idilio con el progresismo socialista pierde margen de acción entre los colombianos, el ciudadano de a pie ya desaprueba la gestión de su mandatario, deja de creer en las promesas de campaña, y atónito observa que el ente gubernamental no puede combatir la corrupción porque es la prueba fehaciente de la descomposición. Mayor logro, del primer año de la izquierda en el poder, es la vergüenza diaria y la repugnancia que genera todo lo que se destapa y conoce a cada hora.

La nefasta improvisación, que se tapa con el discurso demagógico de la izquierda,  no puede nublar las inacciones de un gobierno rodeado de dirigentes déspotas, sindicalistas ideológicos hinchados de poder y carentes de toda competencia para asumir los retos que se encontraron por el azar del destino. Rumbo sin norte, de la política pública del país, fue lo que permitió que, en un año, el progresismo socialista consiguiera en Colombia lo que tomo 20 en Venezuela. Propuesta del cambio auspiciada por dineros calientes solo podrá ser sostenida por la intimidación que proyectan los “gestores de paz”, y la fuerza política de unos partidos que cerrarán filas en torno al “Sensei” de los humanos e impedirán que se conozca la verdad, esa que desde ya buscan tapar, por cielo y tierra, como lo harán en los tres años que les restan al frente del poder.

Ataques que se gestan contra la prensa y los periodistas, desde el ente gubernamental, difícilmente eclipsarán el análisis y balance que se hace de un mal gobierno. Nepotismo de la administración Petro Urrego raya en la incoherencia del camino social que se propone transitar desde la óptica administrativa, derroche de mentiras que se venden como humo desde el Pacto Histórico son el mecanismo para desviar la atención de los 4 puntos negros más grandes de los primeros 365 días del gobierno del cambio: la ineficiencia de la coalición que llevó al hundimiento de las reformas, la violencia ensañada contra firmantes de paz y líderes sociales, la imposibilidad de desmovilizar en el corto plazo al ELN y las disidencias de las FARC, y el odio recalcitrante que se devela en el discurso de su presidente contra quienes tienen recursos y la clase media.

El país ya encumbró el punto máximo de su polarización, visión divergente en el concepto de nación que impone unas tareas claras y concretas frente a la dirección estratégica que deben tomar los asuntos coyunturales del país. Actuar táctico que en los próximos 365 días permitirán denotar qué se ha hecho bien y qué necesita ser repensado, reestructuración del mapa operativo y metodológico de cara al futuro. La transformación y adaptación al cambio se hace aún más compleja ante el tufillo de inexperiencia, ausencia de tacto y falta de casta rectora que pasan factura de contado, a la izquierda y Gustavo Francisco Petro Urrego, en momentos complejos para la patria. Reto nada fácil que se atiza en el desencuadernado diario vivir de Colombia que sigue circundando asociado a la divergente percepción de los elevados índices de corrupción, la extendida crisis social, la economía en recesión, entre muchas otras variables que ahora se acrecientan con el espinoso caso de Nicolás Petro que está plagado de intrigas, acusaciones e improperios.

El horizonte social del pueblo colombiano clama por unificar esfuerzos, consolidar mayorías, para sacar avante los proyectos que la nación requiere. Astucia del jugador de póker, inteligencia de ajedrecista y sagacidad directiva son más que necesarias para implementar las reformas que se avecinan en cada uno de los sectores del entramado colombiano. Biósfera infestada de desequilibrios, injusticia e impunidad que debe sanear su ambiente interno antes de tender puentes y dar solides a las relaciones internacionales, gestión que dimensione, de relevancia e importancia al ciudadano y su contexto de realidad. Antes que lamentos, la realidad pide a los ciudadanos resistencia y fortaleza con el escenario y buscar soluciones antes que sucumbir en las inconmensurables agresiones que inundan las plataformas digitales y los círculos sociales. No hay peor ciego que el que no quiere ver, aquel que se dice mentiras y se las cree, ese que habla de estupendos réditos, pero la realidad demuestra que los resultados son contrarios a los datos y estadísticas que se exhiben.

 

Andrés Barrios Rubio

PhD. en Contenidos de Comunicación en la Era Digital, Comunicador Social – Periodista. 23 años de experiencia laboral en el área del periodística, 20 en la investigación y docencia universitaria, y 10 en la dirección de proyectos académicos y profesionales. Experiencia en la gestión de proyectos, los medios de comunicación masiva, las TIC, el análisis de audiencias, la administración de actividades de docencia, investigación y proyección social, publicación de artículos académicos, blogs y podcasts.

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