“Chao hermano C, te voy a extrañar, ya no te tendré tan cerca para contarte mis cosas y que tú me cuentes las tuyas, me vas a hacer falta, pero los dos sabemos que en esta conspiración estuvimos los dos. Suerte en Italia, no vayas a ser tan pícaro con las chicas. Te deseo todo lo mejor, te quiero mucho.”
Esta vez no hablaré de política. El país sabe que las cosas no van bien, que un gobierno que se autodenominó del cambio está haciendo lo que tanto criticó y condenó y que está llevando a la nación a una inestabilidad torrencial, donde las instituciones están en peligro y el futuro de la democracia en entredicho.
En esta humilde tribuna, hoy hablaré de la partida de mi hermano menor, el benjamín. Mi hermano partió ayer hacia las tres y cuarto de la tarde. Mi madre estuvo y está triste, al igual que mi padre, mi hermana y yo.
La partida de un ser querido es muy dura. Pero la vida siempre tiene sus altibajos, pero también tiene su razón. No hay que entristecernos y llorar sin consuelo cuando sabemos que hay decisiones que se tienen que tomar para mejorar nuestro futuro.
Mi hermano C, desde que salió de bachillerato en diciembre del año pasado siempre tuvo un pensamiento, dicho sea de paso, totalmente racional. Supo, a la edad de dieciocho años, joven, que en Colombia no se podía forjar un futuro venturoso y exitoso cuando el país no se ve bien.
Un día a finales de diciembre nos sentó en la sala de nuestra casa, mi madre estaba asustada, mi padre nervioso, mi hermana privada y yo, estaba risueño – pensé que nos contaría que había dejado embarazada a su chica, sería una proeza -, nos sentó, nos dijo que escucháramos atentamente y que no había vuelta atrás.
–He tomado la decisión de irme del país, de partir de la tierra que me vio nacer y de separarme de ustedes.
Todos quedamos asombrados, hasta yo que estaba con una risilla picaresca quedé estupefacto. Pensé, y ahora a este que le pasó, quién le dijo que se tenía que ir del país.
–Me voy porque en Colombia no veo que pueda hacer un futuro para mí, quiero estudiar, pero sobre todo quiero trabajar. En este país se estudia y no se consigue trabajo y si se trabaja se gana muy poco.
Nos miramos todos, con asombro, pero en el fondo hacíamos una reflexión en donde pensábamos que mi hermano C tenía razón.
Se contactó con una agencia internacional de estudio, quiso en un inicio viajar a Canadá, pero por circunstancias de la vida le negaron el ingreso a ese país, después la agencia le ofreció un abanico de posibilidades. Mi hermano C eligió que se marcharía para Italia.
Yo le ayudé, fui el hermano que estaba detrás de la conspiración, hicimos los tramites, los exámenes, el papeleo, la compra del tiquete, la matricula en el instituto y hasta todas las vueltas que se tenían que hacer para que aquella conspiración fuera una realidad.
Ayer partió. Mis padres, mi hermana y su novio, nuestro padre espiritual y dos de sus amigos lo despedimos del aeropuerto a la una y veinte de la tarde después de un inconveniente de mal gusto con la aerolínea.
Cuando compramos el tiquete preguntamos muchas veces si tocaba comprar el vuelo de vuelta, nos dijeron que no, cuando estábamos en el aeropuerto nos dijeron que mi hermano C no podía viajar si no tenía el vuelo de regreso.
Todos empezamos una tarea quijotesca, buscando dónde comprar ese vuelo de regreso. Estuvimos veinticinco minutos hasta que lo encontramos. Le presentamos la compra de aquel vuelo y mi hermano C pudo pasar el check in de la aerolínea para pasar después a migración.
Cuando ya estaba a punto de ingresar al recinto de las “salidas internacionales” tocó el momento de la despedida final. El momento más duro. La situación donde confluyeron todo tipo de emociones y sentimientos.
–Bueno ahora si me voy. Tenemos que despedirnos. No es un adiós infinito, sino un hasta pronto – dijo mi hermano C.
Mi madre apesadumbrada desde un inicio soltó un llanto y abrazó a mi hermano C. El dolor de una madre cuando alguno de sus hijos parte dejando su tierra es impresionante. Es como desgarrar una parte de su cuerpo.
–Madre no llores, yo estaré bien, iré a Italia a estudiar y hacer un proyecto de vida, todos los días te llamaré y estaré siempre contigo, no llores, no sufras, Dios está con nosotros y esta nueva aventura será de provecho.
Se abrazaron fuerte y se dieron un beso en la mejilla. Después mi hermano C abrazó a mi padre, hermana, a su novio, a los dos amigos, a nuestro padre espiritual y por último me tocó a mí.
–Chao hermano C, te voy a extrañar, ya no te tendré tan cerca para contarte mis cosas y que tú me cuentes las tuyas, me vas a hacer falta, pero los dos sabemos que en esta conspiración estuvimos los dos. Suerte en Italia, no vayas a ser tan pícaro con las chicas. Te deseo todo lo mejor, te quiero mucho.
Cuando terminó todo el acto protocolario de abrazos, besos, lagrima, y sollozos mi hermano C cruzó la puerta de migración, ya no había retorno. Mi hermano C pasó sus papeles y lo hicieron pasar a la sala de espera para tomar el avión.
Primero llegó a Cartagena y después saldrá directo a la ciudad, a la “Venecia del norte” en donde esperará para llegar finalmente a su destino, a la “Ciudad Eterna – Cittá Eterna”.
Hermano C, sé que leerás estas líneas, de pronto no son las más adecuadas, seguramente faltarán muchas cosas que he omitido, pero en el lugar donde estés quiero que sepas que mis padres te extrañan, mi hermana y yo. Que lo pases bien, que conozcas y que hagas un gran proyecto de vida. Sé que tienes todo el potencial y que más temprano que tarde, en el momento menos esperado, te iremos a visitar.
No es un adiós, es un hasta pronto.
Qué Dios te bendiga.
¡Hasta pronto, querido hermano!
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