Cada vez se vuelve más recurrente la participación de menores de edad en delitos como sicariato, extorsiones, secuestros y asaltos, y cada vez desde más temprana edad. Hace pocos meses con el asesinato de un sargento de policía en Esmeraldas, donde los videos que se viralizaron del hecho mostraron a un menor de edad, de aproximadamente 13 años, mismo menor que luego fue detenido por el secuestro de una pareja en Quito, el tema sobre la participación de menores en las bandas de crimen organizado tomó fuerza.
Así mismo, tras una investigación de un medio inglés se evidenció como diferentes grupos de crimen organizado reclutan niños desde los 10 años para entrenarlos como sicarios[1], empiezan aprendiendo a cargar un arma, acompañando a cometer crímenes, cobran las extorsiones y se involucran en el medio hasta ser sicarios. En algunas ciudades del Ecuador es secreto a voces que un adolescente puede llegar a ganar entre 200 y 300 dólares a la semana trabajando para las bandas, y mientras crece el número de menores que se une a estas bandas, disminuye las matrículas escolares en estas ciudades.
La mayoría de las voces que hablan de esta realidad lo miran desde el punitivismo y la deshumanización de quienes cometen los crímenes a los que tanto miedo tenemos, porque hay que decirlo, nos está ganando el miedo. El miedo a ser las próximas personas en ser secuestradas, extorsionadas, o quedar en medio de un fuego cruzado, hace de nuestra sociedad el caldo de cultivo perfecto para discursos que solamente buscan castigar y perseguir a quien comete delitos, en una suerte de venganza más que de justicia.
Si la deshumanización de los discursos de mano dura ya conlleva una herida dolorosa en la sociedad, es más punzante cuando miramos a las personas pedir la rebaja de la edad de imputabilidad de los menores o pedir para ellos reclusión de por vida, pena de muerte, etc. Estamos perdiendo una o dos generaciones que ya no ven la ilusión y la oportunidad de la educación como un futuro prometedor, y no solo por las bandas criminales, sino también porque las políticas neoliberales han abandonado sus territorios negándoles el acceso a la educación y al desarrollo social.
Pero estamos perdiendo muchas más generaciones a manos del odio y del miedo, estamos renunciando a la empatía, al cuidado común y al habitar nuestros territorios de manera colectiva. La salida no es el libre porte de armas, el deseo de acabar con la vida de los otros, el encerrarnos cada vez más; la salida tiene que ser exigir políticas de seguridad en el marco de los derechos de todos y todas, políticas de seguridad que respondan a la realidad del crimen organizado transnacional, que busquen cooperar y colaborar regionalmente para garantizar el derecho de todas las personas a vivir, y dejar de sobrevivir entre el miedo y la zozobra.
Todas las columnas de la autora en este enlace: Samantha Gordillo Suárez
[1] Telegraph, 2022. https://www.telegraph.co.uk/world-news/2022/09/25/cocaine-trafficking-albanian-gangs-ecuador-uk-drugs-impact-problem/
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