En las elecciones pasadas, en un foro de precandidatos presidenciales nos preguntaron qué proponíamos para las pensiones de los “más ricos”, pregunta dirigida a que prometiéramos reducirlas, según llevan años machacando los formadores de opinión neoliberales.
A mi turno dije que los más ricos no se pensionan porque nacieron pensionados por ser hijos de potentados o porque a lo largo de sus vidas amasaron enormes capitales, dado que es de las ganancias del capital y no de los sueldos de donde provienen los mayores ingresos y patrimonios de los más ricos.
Todo lo que se diga sobre las pensiones de los “más ricos” oculta que los más ricos no son los empleados, por altos que sean sus sueldos, sino los que se los pagan.
Lo que les molesta de la reforma pensional de Gustavo Petro a los fondos privados de pensiones no es que se les reduzcan las pensiones a las clases medias –porque ellos la apoyan–, sino perder afiliados, que pasarían a Colpensiones.
Los de los sueldos más altos son además un porcentaje minúsculo de los colombianos. Luego la reforma pensional de Petro va principalmente contra las clases medias comunes y corrientes –incluidos los pequeños y medianos empresarios y los trabajadores por cuenta propia–, con ingresos y pensiones medianas, a quienes estigmatizan echándolas al mismo saco con los “más ricos”.
Porque la reforma les reducirá sus pensiones a quienes ganan más de tres salarios mínimos mensuales. Es el colmo decir que es contra los más ricos de Colombia golpear a quienes tienen sueldos de más de tres millones de pesos mensuales, escasos 665 dólares, suma que hoy apenas da pensión de 430 dólares en el mejor de los casos, y porque cometieron el crimen de haber estudiado y trabajado duro para ganar más. Y son ellos y los de ingresos menores los que además pagan mucho más de la mitad de los impuestos que se recaudan, incluidos los que gravan la canasta familiar y los combustibles.
Si se hila más fino, el chiste cruel de castigar a los “más ricos” apaleando a las clases medias, y luego de una reforma tributaria que las golpeo y trató con suavidad a los potentados de verdad, cabe esta pregunta: en un mundo tomado por las más poderosas trasnacionales –en Colombia operan unas ochocientas–, ¿será verdad que Luis Carlos Sarmiento Angulo y sus pares criollos son los más ricos del país?
Porque Carlos Slim, propietario de Claro en Colombia, tiene un patrimonio de 89 mil millones de dólares, mientras que el de Sarmiento Angulo apenas llega a 6.600. Y en el mundo hay poderes mucho más grandes que el de Slim. Que esta reforma es para favorecer a los más ricos del mundo lo confirma que no venga de cerebros nativos sino del FMI, el Banco Mundial y la OCDE.
El proyecto de ley también plantea un período de transición para debilitar la oposición ciudadana. Pero a su vez desenmascara el falso amor de Petro y los petristas por los jóvenes. Porque les empeorará los derechos a los trabajadores que hayan cotizado para sus pensiones menos de mil semanas, es decir, a los jóvenes.
Y el engaño supremo es afirmar que si las clases medias y los jóvenes hacen otro sacrificio, el país dará un salto adelante. Eso mismo dijeron con las varias reformas laborales y pensionales desde 1990 y Colombia no sale del subdesarrollo productivo, la exagerada deuda externa, la desnacionalización de la economía, la expulsión de los trabajadores del país, el desempleo, la pobreza y el hambre de 14 millones de compatriotas.
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