Recorridos de ciudad (III): Barrio Carlos E. Restrepo

Jorge-Andrés-Aristizábal-Gómez

“Así, a medida que avanzo por los caminos de la urbanización, no dejo de asombrarme por la intensidad de lo “verde” alrededor y de cómo las personas hacen uso de los espacios diseñados para su disfrute: niños jugando en los parques infantiles, grupos de amigos compartiendo alegremente en los parques e infinidad de personas paseando a sus mascotas fueron solo una pequeña muestra de los exitosos resultados de esta propuesta arquitectónica”


La urbanización Carlos E. Restrepo se encuentra ubicada en la comuna 11 de Medellín, específicamente entre la Carrera 65, la Calle 57, la Calle Colombia y la Autopista sur. Su origen se remonta al siglo XX, puntualmente al año de 1969, bajo la dirección del Instituto de Crédito Territorial y siguiendo los lineamientos de tres arquitectos: Guillermo García, quien se encargaría de las tres primeras etapas; Juan Guillermo Ramírez, encargado de la etapa cuatro y Laureano Forero, diseñador de la quinta y última etapa (Arteaga, s.f., p. 208). No es casual que dicha entidad se encargase del desarrollo de este proyecto, pues, como menciona Arango (1989, p. 230), el instituto fue un fuerte representante de la consolidación de un estilo moderno en las ciudades más importantes de Colombia, lo cual se refleja profundamente en el estilo arquitectónico que caracteriza a esta obra.

Mi recorrido comienza por la Calle Colombia, explícitamente en lo que hoy se conoce como Parque SICLas: un espacio pensado para el esparcimiento de la comunidad, pero que acabó convirtiéndose en sitio predilecto para la pernocta de algunos habitantes de calle de la ciudad. Una vez allí, me percato de lo difícil de la tarea que me propongo: la inmensa cantidad de bloques de apartamentos aparece en forma laberíntica frente a mis ojos en una obra que, muy propia del periodo de transición entre modernidad y posmodernidad, rechaza cualquier tipo de lógica funcionalista (Gutiérrez y Gutiérrez, 2012, p. 8). No obstante, la escena no me desconcierta y camino por entre los bloques 80 y 81, los primeros que se presentan frente a mí. La similitud entre ambos es evidente: estructuras de ladrillo uniforme sin ningún tipo de color, filas de ventanas que varían según su ubicación (probablemente las de mayor tamaño den a la sala y el comedor de la vivienda, mientras las pequeñas corresponden a las habitaciones) y una especie de antejardín que al mismo tiempo constituye un camino para desplazarse hacia los otros bloques.

Continúo con mi caminata en dirección a la autopista sur, pero una vez llego a la Carrera 64 me desvío hacia la izquierda, con la intención de continuar rodeando la urbanización. Una vez he avanzado unos cuantos metros, me encuentro con la Biblioteca Pública Piloto, una de las estructuras más icónicas del sector y cuya existencia precede incluso a la de los edificios que venía describiendo. Se trata de un bloque de colores opacos y abundante vegetación circundante, con una entrada principal de vidrio (donde se encuentra inscrito su nombre) y una especie de terraza contigua destinada a la realización de actividades artísticas y culturales o al simple esparcimiento de los usuarios de la biblioteca.

Llama también mi atención el cómo la malla vial del sector tiende a favorecer al peatón y al ciclista por encima del vehículo, a quienes les está reservado un carril algo estrecho que generalmente conduce a espacios de parqueo específicos. Para el peatón, en cambio, existe una “red de senderos que comunica cada bloque con los lugares de estacionamiento que se localizan de manera perimetral” y que, a su vez, se conectan con una “red de pequeños parques internos que se forman gracias a la distribución ‘aleatoria’ de los bloques de vivienda”. (Arteaga, s.f., p. 208); disposición que obedece a la tendencia de la imbricación entre corrientes topológicas y organicistas de integrar naturaleza y arquitectura (Arango, 1989, p. 237). Así, a medida que avanzo por los caminos de la urbanización, no dejo de asombrarme por la intensidad de lo “verde” alrededor y de cómo las personas hacen uso de los espacios diseñados para su disfrute: niños jugando en los parques infantiles, grupos de amigos compartiendo alegremente en los parques e infinidad de personas paseando a sus mascotas fueron solo una pequeña muestra de los exitosos resultados de esta propuesta arquitectónica.

En mi recorrido voy rodeando otros bloques, algunos con una arquitectura ligeramente diferente a la anteriormente presentada, aunque también con una profunda uniformidad: los colores continúan siendo tenues, aunque con un tono más “pastel”; el ladrillo persiste como material predominante, al igual que el cemento; en este caso los bloques constan de cuatro pisos, divididos en dos partes, para un total de ocho apartamentos por estructura, al tiempo que la abundancia de ventanas persiste. Es así como, sin darme cuenta, he terminado de rodear la urbanización y me encuentro en la Plaza Carlos E. Restrepo.

Como bien lo menciona Arango (1989), una de las características más importantes de los proyectos del ICT y de la arquitectura de la segunda mitad del siglo XX es su relacionamiento con la industria del comercio a través de múltiples estrategias como la destinación de espacios en los pisos inferiores para locales comerciales o la elaboración de plazoletas en el área circundante. Precisamente entre ambas categorías encaja esta plaza, pues, si bien no hace parte –formalmente– de la urbanización, no puede pensarse por fuera de esta, pues se encuentra ubicada en el centro del conjunto, llegando incluso a tener locales comerciales en los primeros pisos de algunas de las torres del conjunto. Se trata de un espacio pensado para varios fines y utilizado para muchos otros: en el primer caso se encuentran el ocio, la gastronomía y la expresión artística y cultural como actividades predilectas; para el segundo, podría hablarse de una zona de tolerancia para el consumo de psicotrópicos, pero bajo una lógica más cercana a lo bohemio, razón por la cual no suele ser común la presencia de las autoridades en el sector (a diferencia de otras zonas de tolerancia ubicadas en sectores de menor categoría socioeconómica).

En cuanto a su infraestructura, se trata de un espacio distribuido en forma de línea recta: a la izquierda (en sentido norte sur) se encuentran múltiples establecimientos comerciales, algunas entradas a las torres de la urbanización y una sede de la Facultad de Arte de la Universidad de Antioquia, acondicionada a modo de teatro; a la derecha se encuentra el parqueadero y algunos espacios destinados a diversos fines: la colocación de stands durante las ferias que realiza la Junta de Acción Comunal del sector, la presentación de actividades artísticas y culturales y al esparcimiento. Cabe resaltar, además, que en todos los espacios descritos anteriormente se evidencia la presencia de comerciantes informales que venden todo tipo de productos, desde comidas rápidas, pasando por productos canábicos y licores, hasta los infaltables libros de segunda mano.

No obstante, lo más interesante de este espacio es la forma en que ha sido apropiado por quienes no habitan la urbanización o el barrio homónimo, pues el bulevar tiende a ser un espacio sumamente concurrido y de renombre en la ciudad: por una parte, su cercanía con varias universidades de la ciudad lo convierte en un espacio idóneo para el disfrute en los periodos extra-clase (Manco, 2014, p. 33); por el otro, su reconocimiento como espacio privilegiado en términos de transporte, confortabilidad y seguridad hace de él un lugar ideal para el ocio, el sano disfrute y el consumo de sustancias psicoactivas sin ningún tipo de presión por parte de la autoridad. Lo anterior es tan evidente que, habiendo terminado mi recorrido por la plaza, escucho una voz conocida que me llama desde algún punto de esta y, antes de que me quiera dar cuenta, estoy sentado en algún punto del parque discutiendo con un grupo de personas las reflexiones que acabarían ocupando estas líneas.


Otras columnas del autor en este enlace:  https://alponiente.com/author/joaristizabal/

Referencias

Arango, S. (1989). Historia de la arquitectura en Colombia. Universidad Nacional de Colombia.

Arteaga, A. (s.f.). Vivienda en Medellín contada desde sus indicadores de espacio público. Caso de estudio: Carlos E. Restrepo y Torres de Marco Fidel Suárez. Universidad Nacional de Colombia.

Gutiérrez, R. y Gutiérrez, R. (2012). “Una mirada crítica a la arquitectura latinoamericana del siglo XX. De las realidades a los desafíos. En Karge”, E. (ed.). 1810-1910-2010. Independencias dependientes Art and national identities in Latin America (pp. 1-16). Universidad de Dresde.

Manco, C. (2014). El parque Carlos E. y sus dinámicas sociales como inspiración de diseño [Tesis de pregrado en Diseño Industrial, Universidad de San Buenaventura). Biblioteca Digital San Buenaventura.


Imagen tomada de: Archivo fotográfico del autor

Jorge Andrés Aristizábal Gómez

Historiador. Apasionado por el urbanismo, la pedagogía y los estudios culturales. El concepto de "asfaltonauta" me identifica considerablemente.

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