Un día llegó a mi puerta un hombre extraño,
que se para de puntitas en los pies cuando se siente nervioso.
El hombre extraño es un tanto vanidoso,
dice que prefiere tener pelos en los pies
antes de ver su cabeza sin un tupé.
Al hombre extraño le cuesta un poco pedir ayuda,
no le gusta la cebolla cruda
y duerme menos horas de las que debería.
Todos los días el hombre extraño se prepara un café
y algunas madrugadas también.
Trabaja mucho porque tiene cuentas que atender,
¿Será por eso que trabaja tanto?
El hombre extraño come despacio
y conduce más o menos rápido.
Mira siempre ambos lados antes de cruzar la calle
y espanta las aves al caminar.
Este hombre extraño tiene un gato blanco que vive en su patio
y a veces se acerca para saludar.
También tiene peces que alimentar
y quiere unas gambas… ¿para qué las querrá?
El hombre extraño nunca está solo.
Tiene dos retoños de risas sin par.
Juegan a las escondidas,
no se ven todos los días,
pero se aman de verdad.
El hombre extraño ha llorado un poco,
amores perdidos e inseguridad.
Pero el hombre extraño no sabe que, de a poco,
todo su dolor un día sanará.
Un día aquel hombre dejo de ser un extraño.
En cambio, lo estoy extrañando.
Este poema apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
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