Hoy cumplió sesenta años. Que Dios me de vida para verlo al frente de la República. Los méritos lo colman. Nuestros deseos también. Es lo único que anhelo.
Antonio Sánchez García @sangarccs
“Sesenta años, quién diría,
Que yo vivo en estos pagos
sin conocer más halagos,
sesenta años no es un día…”
Martín Fierro
Lo conocí ya electo Carlos Andrés Pérez 2, en el Penthouse del edificio de la Avda. Libertador en donde sesionaba el comando del reelecto presidente de la república. Estaba a cargo de la organización de los eventos de la transmisión de mando, al que debía integrarme a solicitud de Simón Alberto Consalvi, por entonces ministro de relaciones interiores del gobierno de Jaime Lusinchi. Participábamos Ignacio Arcaya, José Antonio Abreu, el catire Hernández de Jesús y yo, entre otros.
De esto hace exactamente 26 años. Hoy cumple sesenta. Tenía entonces 34 primaveras. Yo, al borde de los cincuenta. Era un mozo lleno de entusiasmo, con ansias de construir la gran Venezuela, colmada de grandes y espectaculares hospitales, universidades, escuelas. Nos arrolló con cifras, proyectos, anhelos e ilusiones. Le brillaban los ojos. Veía extenderse frente a los suyos un paisaje de profecías cumplidas y esperanzas satisfechas, una Venezuela paradisíaca, culta y educada, sin pobreza, en donde a nadie le faltara nada, abundaran las fuentes de trabajo y la prosperidad nos enriqueciera a todos sin hacer cuestión de razas, de colores, de acentos sociales. Ni siquiera me enteré si notó algo que en mi acento delatara a un chileno que sólo llevaba dos o tres años en Venezuela. Y a quien, sin golpearlas, se le abrían todas las puertas como al conjuro de una melodía. Era la Venezuela generosa, abierta al mundo, con la maravillosa capacidad de hacer felices a quienes tuvieran la fortuna de arribar a sus costas.
Salimos exultantes con el Catire Hernández, dispuestos a organizar los mejores eventos artísticos que nos era dable organizar: Fito Páez, Gilberto Gil, Ray Barreto, Soledad Bravo – una gira gratuita por todo el país, con artistas todos de izquierda, como todos los del patio que se nos sumarían en el camino. Y nadie nos atajó la mano por eso: recuerdo haberle oído decir: “me parece excelente que vengan esos grandes artistas, progresistas, de izquierda. Es más: les propongo que sea el primero de una serie de festivales que podrían bautizar como CONCERTACIÓN 1. Y así sucesivamente…”
¿Quién estaba al frente del futuro gobierno? ¿La izquierda? ¿No formarían parte de ese extraordinario esfuerzo por buscar para Venezuela una orientación progresista y claramente escorada hacia la nueva izquierda regional importantes militantes de proveniencia marxista, como Carlos Blanco, Gerver Torres, Trino Márquez, Miguelito Rodríguez, Moisés Naim, Ricardo Hausman? Lo mejor del MAS, en pleno. Hacía un par de años había tenido a muchos de ellos en mi seminario de posgrado en la Escuela de Filosofía de la UCV, que dirigía por entonces José Rafael Núñez Tenorio, junto a Pedro Duno.
La estulticia de esa izquierda borbónica, como la bautizara en un insólito acto de autorretrato el mismo Teodoro Petkoff que pronto lo combatiría a muerte y le negaría el pan y el agua, se negó a acompañar a Pérez. Pronto soltaría a sus perros de presa mediáticos que no le darían tregua. En coro con el calderismo, la izquierda castrocomunista, los notables, caimanes todos del mismo pozo. Que compararían los actos con los que Venezuela subrayaba su vocación de reafirmación democrática con empolvados fastos monárquicos y a los más serios intentos realizados en el país por sincerar la economía, recatándola de la barbarie del clientelismo populista y estatólatra como un delirio “neoliberal”. Tanto se negaban esos sectores a dar su reaccionario brazo a torcer, que un famoso editor insistió en convencerme de que para lograr lo que se había planteado CAP se requería calzar botas y manejar tanques, como el general Pinochet. Aquí llegamos.
Ya por entonces imaginé que si todo seguía el curso ideal que todos hubiéramos deseado, no sólo habríamos celebrado varios festivales de la CONCERTACIÓN, sino que ese joven guariqueño lleno de pasión por el servicio público, obsesionado con un gran futuro para su Patria, nuestra Patria, podría llegar a ser uno de los futuros presidentes de Venezuela. Lo vi pintado en su rostro. Muchos años después lo acompañaría día a día, con entusiasmo y orgullo, viéndolo cumplir sus anhelos con una porfía, un empeño y una inteligencia admirables. Hoy cumplió sesenta años. Que Dios me de vida para verlo al frente de la República. Los méritos lo colman. Nuestros deseos también. Es lo único que anhelo.
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