Apreciado Víctor, espero que tu viaje por Europa refrescara en algo tu visión del mundo; pues sé que vivir experiencias en lugares que mantienen velocidades que aún nos permiten el disfrute y el goce de la vida cotidiana, nos permite respirar, parar y ver, acercarnos a lo básico y a lo esencial. Caminar tranquilo por las aceras, sin rumbo fijo y con los sentidos dispuestos, comer con sonrisa, como placer y no como necesidad, encontrarse de repente con el arte callejero, o con las ideas maravillosas que resultan del compartir cosmopolita en cualquier bar, en cualquier plaza, con cualquier persona.
Por mi parte, esta semana asistí a una jornada pública. Era una discusión acertada, de actualidad, para tomar consciencia de nuestra realidad, y en consecuencia entender nuestro devenir. Muchas de las intervenciones allí planteadas, me quedaron como anillo al dedo. Santiago Jiménez, a quien sé conoces bien, puso sobre la mesa números inquietantes. Según sus trabajos de investigación, buena parte de la Humanidad, principalmente jóvenes y niños, pasan un promedio de 4,5 horas de su día en redes sociales; principalmente en TikTok, la red social de moda que exhibe videos de menos de un minuto: una hiper-exposición de mensajes caóticos y diversos. Algunos superfluos, otros profundamente dogmáticos y codificados.
La intervención de Santiago me llevo a distintas fronteras. Me preguntaba si las pantallas son parte del necesario ocio de las personas para desconectarse un poco de la realidad, o si por el contrario, estas tecnologías ya empiezan a ser riesgosas para nuestra salud mental. Como recordarás, Aristóteles y Buda planteaban la justa medida, el punto medio de las cosas; sabiamente ante un problema llevado a los extremos, proponían (proponen) el valor de la virtud que se deriva del control de los impulsos y la capacidad de definir cuándo, cómo y dónde se deben parar.
Promover el cuidado de sí mismo debería ser, sin ninguna duda, una acción constante y consciente de todos. Un hábito. Fruto de la meditación, encontrar los riesgos que están inmersos en ciertas actividades de disfrute y recompensa, puede llevarnos a una relación mas armónica con los otros y con las cosas. Creo que concordarás conmigo, que los ejercicios de reflexión y auto-terapia, basados en preguntas tan simples como: ¿Para dónde va mi vida?, ¿Qué cambios podría hacer?, ¿Soy feliz?, ¿Me siento libre?; podrían ser una herramienta útil que facilitaría la vida. Nos ayudarían a regular nuestras velocidades internas, a priorizar las acciones, y a controlar el estrés y el cansancio mental, liberándonos de ataduras, permitiendo al fin mayores y mejores espacio para el disfrute y el goce de lo cotidiano.
Con aprecio, tu amigo.
Felipe
Comentar