A propósito de los informes de la Comisión de la Verdad.
“Los efectos del conflicto armado generan la disminución del capital social aumenta mucho los costos de transacción para la economía, debilita los lazos comunitarios y la adhesión a las instituciones y las normas” (pizarro,2015)”
La naciente guerra de los 50 trajo consigo una serie de supuestos ideales que apostaban por alimentar las luchas del pueblo y a su vez la esperanza de una revolución en contra del desagravio de los gobiernos. Una guerra que puso los ideales del pueblo por delante y terminó carcomiendo cada suspiro; y defraudando en la violencia la esperanza de cada persona y en cada persona cada sueño.
Con el hostigamiento de cada grupo insurgente en medio de la guerra, lo único que se generó fueron miedos, terror, sangre, despojo y un país en desaliento. Un país con múltiples guerras sin velo y sin motivo. La guerra agudizada por el odio, la pasión, los negocios ilegales, la venganza y la incoherencia de las grandes elites de estas organizaciones, no solo no pensaron en la desgracia de las familias, sino que estamparon sin compasión en los ojos de aquella Colombia profunda una imagen de desidia estatal y una retórica local de guerra y violencia.
La guerra es la puerta de entrada a la corrupción en gran escala. Los carteles de la droga produjeron profundos cambios en la estructura de la sociedad colombiana al ejercer una honda influencia en la política mediante una combinación de amenazas, corrupción y violencia, que les abrió un lugar prominente en los gobiernos locales e incluso, en el nivel nacional (Pizarro, 2015).
Pero no solo el miedo abrió ese lugar prominente en los gobiernos, sino que produjo un ambiente más agudo en la corrupción y la complicidad de la misma. En este sentido se ha padecido un derramamiento de sangre y a su vez un derramamiento económico que ha sido altamente violento. Seguidamente los efectos han implicado que “la disminución del capital social aumente mucho los costos de transacción para la economía, debilite los lazos comunitarios y la adhesión a las instituciones y las normas” (pizarro,2015) y por otra parte el conflicto armado aumenta el empobrecimiento colectivo y afecta el crecimiento del país, dicho esto, Pizarro (2015) esboza los efectos por los cuales el país se ha quedado estancado, pues los conflictos armados:
“generan fuga de capitales, impiden la inversión en las regiones afectadas, espantan el turismo, aumentan los costos de transacción, acrecientan los costos del sistema de salud, generan pérdidas de vidas humanas en plena capacidad productiva y aumenta el incremento del gasto militar”
Ante los intentos incluso del gobierno de Betancur en la época de los años 80 por intentar hacer la paz en el país, una parte importante del sector económico, incluidos dirigentes gremiales, estaban en contra de la paz y lo mismo sucedió con sectores políticos y economías locales del país (Comisión de la verdad, 2022). Estas élites tanto económicas, políticas y militares propendían por sostener el poder a toda costa, por lo que la paz que proponía el gobierno de Betancur se veía poco favorable para ellos, pues implicaba dar poder a un extremo de la política, la guerrilla, cuyos ideales no compaginaban con el modelo de aquel entonces enfocado sobre la propiedad de la tierra y todas sus comodidades. Ahora bien, según la Comisión de la verdad, mientras:
la guerrilla se le abrían las puertas para ingresar al sistema bajo el reconocimiento como actor político, al narcotráfico, que ya hacía parte de él, se le expulsó y se le redujo, en público, a la condición de criminal –en privado, sin embargo, se mantuvieron y profundizaron esas alianzas. En lugar de una presencia directa en los cargos directivos del Estado, los narcotraficantes mantuvieron relaciones con sectores influyentes de los partidos políticos, las élites económicas y la fuerza pública (Comision de la verdad, 2022, Pg 104).
Sin lugar a dudas, los lazos trazados con estos grupos marcaron una tenebrosa historia de corrupción en el poder, el atraso, los desfalcos en el presupuesto y quizás el presunto saqueo al erario público alimentaron, enriquecieron y callaron muchas voces cómplices de lo que sucedía en el poder y por otro lado desangraron las finanzas, la vida y el futuro de un país. La peor complicidad ha sido la de los medios de comunicación que estando al servicio del poder, solo mostraban los titulares violentos de la guerra y poco la corrupción del gobierno y de sus funcionarios.
En conclusión la guerra ha sido por décadas la plataforma central de la corrupción. Mientras Colombia lloraba sus muertos, otros saqueaban y robaban al país, generando con ello no sólo el empobrecimiento de una población hostigada, sino peor aún, una violencia en cabeza del Estado donde el abandono, la falta de oportunidades, la baja presencia institucional, las precarias alternativas para vivir, soñar y triunfar socavaron completamente las ilusiones de un país que solo añoraba justicia social.
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