“Por ahora será seguir con esta incertidumbre que causa ansiedad, que forma nudos en el estómago hasta provocar el dolor”
No es justo. No es sano. No es vida esta vida de estar siempre a la espera de saber qué pasará mañana. De saber si seguiremos mendigando derechos, de saber si tendremos que seguir esperando a que el Estado precedido por estos –dizque- gobiernos algún día cumpla su parte de la constitución, algún día nos de seguridad, salud y educación. Algún día por lo menos nos deje de matar por salir a protestar.
A estas alturas ya uno no está seguro de sentir en la sociedad el anhelo del cambio, ya uno no sabe si pensar que esta sociedad en realidad está cansada de tanta violencia, de tanta muerte, de tanta destrucción, de tanta robadera o en realidad esta tan acostumbrada a todo esto, que el día que se acabe le hará falta.
Yo prefiero seguir pensando lo contrario, -aunque esté en riesgo de equivocarme-. O mejor aún, yo prefiero quedar con la duda. Yo prefiero seguir creyendo que esta sociedad en realidad jamás se ha acostumbrado a la barbarie y prefiere la paz. Yo prefiero olvidar que esta sociedad alguna vez, por allá en aquel bisiesto y caótico 2016 le dijo NO a la paz, y prefirió seguir sumida en el conflicto más antiguo del hemisferio. Yo prefiero seguir creyendo que no somos una sociedad acostumbrada a la corrupción, al robo, a la violencia, a la muerte, al caos, a la crisis.
Pero aun así, hay que decirlo: se vuelve un martirio diario el vivir en este país, en esta sociedad, en esta actualidad, en este momento de la historia donde toca estar a la espera, donde toca estar siempre con la incertidumbre encima de saber qué pasará, de saber si ganará por fin la democracia o si esa misma democracia de papel, sigue siendo eso: una democracia de papel, que sube dictadores al poder.
No es justo para los ansiosos este sufrimiento prolongado, aplazado, alargado de saber si una vez más este país engañado, se seguirá dejando engañar de los mismos sujetos inescrupulosos que por siglos se han aferrado al poder político y económico, excluyendo a las demás corrientes políticas de su democracia pintada en la pared, de su democracia excluyente, clasista, racista, homofóbica y llena de múltiples violencias que se niegan a dejar atrás.
Pero algo es claro hoy: una gran parte del país está a la espera de ese cambio prometido y frustrado en varias ocasiones. Una gran parte del país está pidiendo a gritos hace meses una transformación social que re dignifique su lucha, sus esfuerzos, que escuche sus peticiones, quejas y reclamos.
Yo me niego a creer que ese país, o esa parte del país que por años han llamado “minorías”, cuando en realidad son mayorías, se dé por vencida, se rinda, abandone la lucha por una democracia que por lo menos parezca democracia.
La lucha tiene que seguir, pase lo que pase, tiene que seguir. El ideal de democracia, el sueño de poner en práctica la carta magna promulgada en 1991 algún día se tiene que cumplir. Yo espero que sea a partir de ahora, yo sueño con que no tengamos que aplazar más este cambio. Yo aspiro a que la unidad de esta nación por fin se haga realidad. Que por fin nos una un motivo: alcanzar la paz tan anhelada. Yo aún creo que es posible que hayan luchas y anhelos que nos unan como nación: que nos una la paz, la educación, el progreso. Que nos una el sueño de un país mejor. Que nos una la lucha contra el cambio climático, la lucha por la justicia social, por la educación pública superior gratuita y de calidad para todas las juventudes diversas de este país. Que nos una el anhelo de que el privilegio deje de ser exclusivo para algunos, y que se convierta en derecho para todos.
Por ahora será seguir con esta incertidumbre que causa ansiedad, que forma nudos en el estómago hasta provocar el dolor. Por ahora será seguir sumido en las peleas y conflictos de fanáticos en twitter que no expresan sus ideas, sino sus odios acumulados y reprimidos. Por ahora será seguir escuchando en redes sociales y programas radiales a aquel ingeniero político que dice no ser político. A aquel machista que sin sonrojarse va soltando soezmente que el único lugar posible de las mujeres es el hogar y la cocina; que va anunciando sin siquiera dudarlo un poco, que su primer acto será decretar el estado de conmoción interior y pasarse por la tangente al congreso de la república y las cortes. Será seguir escuchando a ese neurálgico exalcalde santandereano que dice que “se limpia el culo con las leyes”, mientras se le ruega al cielo para que la gente no siga cayendo en sus juegos de palabrerías y discursos populistas.
Yo no sé hasta cuándo pueda seguir con esta incertidumbre, con esta situación. Yo no sé hasta cuando los colombianos tendremos que esperar para vivir en la zozobra de la duda de saber qué pasará. Yo no sé si podremos soportar la espera de las elecciones de segunda vuelta presidencial, y lo que es peor, yo no sé si Colombia podrá aceptar los resultados en caso de que no sean los esperados.
Será seguir esperando en la incertidumbre.
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