“entre más similitudes haya entre la figura paternal primaria del individuo y en este caso, el candidato de su elección, más posibilidades hay de atrapar el voto, los políticos lo saben…”
Para muchos fue una sorpresa que en las elecciones celebradas este 29 de mayo, fuese el candidato Rodolfo Hernández la segunda opción más votada del país con más de 5 millones de electores, superando incluso al candidato directo del uribismo. Llevando una campaña con pocas propuestas y ausentándose en los debates, logró llegar a liderar la votación de lugares que, cómo el departamento del Vichada, ni siquiera reconocía como propios de la geografía nacional.
Dejando de lado el apoyo que el Uribismo le brindó inmediatamente se conocieron los resultados y además el espaldarazo que el mismo Uribe le dio para ingresar a la arena política, lo que seguro le dio muchos votos, hay aspectos en la personalidad de este individuo que, aunque han sido bastante evidentes, muy pocos se han tomado el tiempo de al menos revisar de manera breve y por ello han pasado completamente por alto que en este individuo se ven reflejadas muchas de las principales problemáticas de salud emocional que hoy nos afligen como nación y que condicionaron desde hace muchos años los focos de violencia de nuestro país.
La infancia es sin duda el periodo más importante en la construcción de cada individuo, es allí donde se integran, además de todos los aspectos biológicos de maduración necesaria para sobrevivir, los aspectos emocionales, psicológicos y relacionales de cada uno, la ética y la moral empiezan a tomar relevancia y los padres pasan a ser los principales espejos en los cuales reflejarse y adquirir las nociones principales del mundo.
Para nadie es un secreto que el modelo de crianza colombiano está apoyado en el autoritarismo y el condicionamiento bajo el castigo y la recompensa, es tan fácil hallar maltrato en las memorias de los colombianos que basta con sentarse al lado de cualquier individuo y preguntarle sobre su niñez para que se hagan evidentes dos fenómenos comportamentales que nos llevan a lo mismo; primero, una valentía o “berraquera” ilusoria, inventada por su inconsciente para cubrir la vulnerabilidad que les generó el maltrato vivido por tantos años y la segunda, una hipersensibilidad del recuerdo, que les derrumba inmediatamente a contar sus historias de castigo haciéndoseles imposible no dejar que caigan sus lágrimas.
Estos castigos que muchas veces rayaban con la inhumanidad, construyeron una sociedad de individuos inseguros, dependientes y temerosos, que esperan que cada aspecto de sus vidas sea regido por otro; un alcalde, un policía, un profesor, un presidente y que además, les quitó a muchos el control de sus emociones, dejando que se refugien en una rabia reprimida manifiesta en el trato a los demás, en la identificación con los actos violentos y la pérdida de la empatía que es sin duda la principal causa emocional del homicidio en el país.
Ahora bien, teniendo claro que hay en el historial nacional un modelo de crianza autoritario y maltratador y que además este se manifiesta en el momento en que el individuo construye sus concepciones del mundo, se genera en la mente de cada persona la asociación entre maltrato y modelo de autoridad, siendo la autoridad un punto de mando y de solución fácilmente identificable, los políticos lo saben y por ello un eslogan como “mano firme” ha calado tan profundamente en la mente de los colombianos, pues desde su infancia reconocen que la mano firme (el castigo) es la única herramienta para arreglar los problemas.
Es así como, entre más similitudes haya entre la figura paternal primaria del individuo y en este caso, el candidato de su elección, más posibilidades hay de atrapar el voto, si hiciéramos un análisis de las figuras paternales u autoritarias estándar del país (muchas veces es la mujer la que toma dicha figura) nos encontramos con individuos que ejercen modelos patriarcales en los que son la máxima autoridad, proveedores únicos, con la voz y voto del hogar y patológicamente maltratadores, misóginos, con un lenguaje altamente coloquial o vulgar y rasgos de violencia manifiesta en sus hijos o sus parejas.
Es en el momento en que se desglosa toda esta realidad cuando uno empieza a darse por enterado como el lenguaje y comportamiento de un candidato como Rodolfo puede obtener tan alta votación sin proponer nada conciso que sea aprovechable o realizable en el país, al igual que en anteriores campañas, hay una patología psicológica generalizada en la nación que ha despersonalizado a varias generaciones de colombianos y que ello les ha llevado a replicar su daño emocional en la toma de sus decisiones.
¿Hemos cambiado? Por lo menos hemos empezado a cambiar, de allí que los principales focos de elección de estos individuos con rasgos tan característicos se encuentre sobre todo en los adultos mayores, quienes vivieron los peores modelos de crianza, sin embargo, es evidente que cada 4 años la patología se ha hecho manifiesta y el país dista mucho de estar psicológicamente sano, más bien agudizamos la enfermedad cada vez que las emociones y no la racionalidad ponen presidente.
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