Hoy en Colombia hablar de barrismo es hablar de una expresión cultural y social que se ha vuelto única y representante ante el mundo entero. En su desarrollo histórico las barras han logrado transformar sus prácticas y con hechos han demostrado que son capaces de integrarse y construir espacios de transformación a partir de lo que denominan “barrismo social”.
Las barras han comprendido que su papel en el entorno local no es el de ampliar la violencia y el número de víctimas en los barrios o veredas sino, por el contrario, a partir de su cultura aportar para construir espacios para la expresión artística, la participación ciudadana y la convivencia.
En el caso particular de la ciudad de Medellín, por ejemplo, la apuesta ha sido por brindarles a las barras un espacio de aprendizaje y emprendimiento, donde a través de su propio quehacer se ofrece formación académica y laboral para que estos jóvenes que históricamente han sido discriminados tengan oportunidades para su propio futuro y el del entorno en el que habitan.
A diferencia de lo que Jorge Tovar afirma en su columna “Adiós a las barras bravas”, las barras populares hoy en día están muy lejos de protagonizar una tragedia como la de Heysel. Por el contrario, han demostrado que son capaces de contribuir hacia un cambio significativo en las grandes ciudades del país, aportando al debate de lo social, lo político y lo histórico. Si algo se puede parecer entre lo sucedido el pasado 3 de agosto en El Campín y la final de la Liga Europea de 1985 entre la Juventus de Italia y el Liverpool inglés es el hecho de que las autoridades locales no cumplieron con la norma, por desconocimiento u omisión, y antes que prevenir cualquier tipo de hecho violento condujeron a que los mismos sucedieran.
Con ello no justifico lo ocurrido, pero tampoco comparto la idea de que exista un manual para acabar la violencia en torno al fútbol y mucho menos considero que deba ser a través de la prohibición, pues si así fuera, la violencia ya habría acabado no solo en Colombia, sino también en el resto de los países del mundo.
La apuesta debe ser hacia construir barrismo social y brindarles a los jóvenes oportunidades de crecimiento, y así disminuir los índices de violencia que permean no solo el fútbol, sino todos los ámbitos sociales del país. La apuesta debe ser desde los gobiernos por trabajar hacia lo social a través de políticas públicas de inclusión del entorno barrista y así fomentar un real cambio en el sector.
Artículo publicado en: El Espectador
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