El año está llegando a su final. Quedan unas horas para que se desplome el telón para el 2014.
La humanidad ha escrito otra farsa, con muchos chistes malos, con demasiados giros argumentales que nadie cree ya.
Un bus me lleva al norte de la ciudad. Medellín respira hondo, su cielo oscurece rechazando una puesta de sol para enmarcar. Es el penúltimo día, quedan unas treinta horas de año viejo.
Pocos pasajeros, todos ausentes, una anciana mira por la ventanilla todos los sueños que han sido vencidos por la mala suerte, el conductor patalea un acelerador iracundo y un freno dudoso, el cambio de marchas carraspea y el tubo de escape tose. Parece un transporte de ganado.
Los medios emiten las mejores bromas pesadas del año, el mejor deporte, las mejores series de televisión, las mejores modelos y la mejor pasarela. La prensa escrita publica el mejor cine, la mejor literatura, los mejores destinos para viajar durante el 2015, internet navega con los mejores memes del año, y las redes sociales se atascan con las mejores estupideces y los mejores chistes malos.
La Avenida del Poblado soporta un tráfico despistado, con semáforos miopes y este bus inventa paradas cada veinte metros. Es un trayecto lento. Un pasajero abandona su asiento y se tambalea por el pasillo dejando una enorme mancha de grasa en el vidrio de la ventanilla donde reposaba su cabezón, el conductor aprovecha la parada para conversar por celular, el del cabezón desciende torpe y sube un vendedor ambulante, el tercero de lo que va de trayecto, este ofrece libros de recetas de cocina sana, su discurso va a ser largo.
En mi mente escribo garabatos que recuerdan lo que ha sucedido durante este 2014, son palabras clave que dominan mi desgastada memoria y escapan sin orden: la amenaza de un Estado Islámico que ha cosechado aproximadamente 1900 ejecuciones extrajudiciales roba mi sueño, el califa Ibrahim ha escrito un sangriento sermón religioso a occidente. La política colombiana me asalta con los sainetes de la alcaldía de Bogotá, los berrinches del senador Uribe, el ensayo denso de las conversaciones de paz en la Habana, la enigmática participación popular en las elecciones legislativas y las que eligieron de nuevo al presidente Santos, me sonroja esa señora corrupción que campa a sus anchas entre políticos, policías y funcionarios del estado, me quita el sueño la especulación urbana que devora Sabaneta, Medellín y otros municipios del valle de Aburrá o ese dinero que se embolsillan los profetas de la nada con sus bulímicos discursos huecos de realidades.
La conferencia del vendedor de libros de cocina termina con un brusco frenazo que el bus firma con mala leche, los pocos pasajeros que vamos montados en el cabeceamos arrítmicos, un señor que lleva entre sus brazos un equipaje de ida murmura una dedicatoria al conductor.
El aire que entra por mi ventanilla me lleva a recordar el desastre que sigue viviendo Europa. España, se tambalea en la gran mentira, banqueros que huyen y más políticos que disponen de paraísos fiscales con dinero público, es un naufragio que ha manchado a la corona, el rey abdica, a rey muerto, rey puesto. Y en Cataluña, mi pequeño país, persiste la búsqueda de una independencia lejana, cada vez mas contaminada por extremismos que repiten viejas historias vividas en otros estados.
Y Venezuela sangró, y Ucrania se rompió, y ha sido un mal año para los vuelos comerciales, los aviones de Malaysia Airlines desaparecen o son derribados, y en Estados Unidos se protesta por el abuso policial, que sigue asesinando a jóvenes negros, y en Grecia colapsa su estabilidad económica, y en el estrecho siguen muriendo emigrantes africanos. Y en Palestina no existe la palabra concordia. No hay sitio para la paz en este mundo.
El bus llega a su última parada. Los pasajeros descendemos aburridos, y mis garabatos mentales de este 2014 piden permiso para quedarse desorientados en el almacén de mi memoria.
A pie de calle, siento miedo, esta ciudad me ha enseñado muchas cosas, me ha entregado su pasión, sus ganas, sus intentos, pero me ha enseñado también a ser paranoico, a darme cuenta que en este 2014 esta Medellín y este país ha dejado de sonreir.
Puede que el desbloqueo de Cuba lleve a la isla por un nuevo camino donde cabe una mínima esperanza, pero como ciudadano del sentido común, se me fue la sonrisa cuando otro bus ardió con 33 niños en su interior.
Este fuego, me roe por dentro, como individuo, como ser, es una llama que simboliza el absurdo camino que esta tomando esta humanidad que somos todos, pero que seguiremos caminando.
Solo me calma el rostro de otra niña que también perdió su sonrisa y que representa otro símbolo: el de perseverar, y Malala Yousafzai dibuja en su gesto la geografía de aquella Ítaca que si existe para cada uno de los que vivimos en este planeta.
En la calle suena “el periódico de ayer”, de Lavoe, afortunadamente, su ritmo acalla toda la pólvora que se está lanzando en la ciudad de Medellín.
Y el año 2014 se va, vapeado.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://alponiente.com/wp-content/uploads/2014/12/Manel.jpg[/author_image] [author_info]Manel Dalmau Etxalar Nacido en un pequeño pueblo del pirineo catalán cuyo nombre es La Pobla de Segur. Adoptado en la ciudad de Medellín en 1998, paisa chivado desde Enero del 2010. Periodista, documentalista, historiador, dinamizador cultural y onanista compulsivo. Forma parte del equipo de la casa Museo otraparte desde el año 2010. El “NO” de su gorra es un adverbio positivo y un morfema ácrata. Es un “NO” a la intolerancia, al desajuste social, al abuso, es una invitación para que todo aquel que lo lea, se invente su propio NO. Es un yonqui de la tertúlia y un borracho de silencios. Intenta soñar. [/author_info] [/author]
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