El sentido de nuestra existencia

Si todo fuera lineal, como pasa con el corazón, cuando no tiene ritmo, no habría vida, no habría emoción, no habría expectativas”.


Me gustó mucho una analogía que escuché sobre el ritmo cardíaco y la vida: la invitación era a entender que lo normal es tener altos y bajos, como el mismo corazón. Que tenemos victorias, que hay que disfrutarlas, pero que también estamos expuestos a las derrotas, a caer en errores, que de ellos podemos aprender y seguir en la búsqueda constante de ser mejores. Si todo fuera lineal, como pasa con el corazón, cuando no tiene ritmo, no habría vida, no habría emoción, no habría expectativas.

Creo que todos los seres humanos nos preguntamos cuál es el camino o los caminos que podemos construir o seguir para ser más felices. Para unos, hallarlo puede ser más fácil que a otros; incluso, algunos nunca encuentran la razón de su existencia. En eso, tiene mucho que ver lo que se conoce como la lotería de la cuna que Santiago Tobón de la Universidad Eafit explica brevemente en un hilo de Twitter (ver).

La hipótesis radica en que el éxito de una persona está, en buena medida, determinado por el hogar donde nazca y los privilegios de los gozó respecto a los que no, como, por ejemplo, buena nutrición, educación de calidad, acceso a la salud; y con ello, la posibilidad de acceder a mejor empleos y oportunidades. No es lo mismo, como argumenta Tobón, una persona que nace en un ambiente de violencia, con un sinfín de necesidades básicas insatisfechas, donde ser profesional no está dentro de las prioridades; a una persona que tuvo todas las condiciones para elegir lo que quería ser un futuro.

También cabe en esta reflexión, decir que las personas en apariencia exitosas llegan a tener cuestionamientos sobre si lo que hacen, tiene sentido, incluso puede pasar que lo que en algún momento disfrutaron y con lo que sintieron satisfechos, con el pasar del tiempo ya no se siente el mismo gusto porque las perspectivas cambiaron. Sensaciones que hacen parte de nuestra condición humana.

Pueden ser constantes los conflictos internos por tener que trabajar para vivir sin disfrutar de lo que se hace porque se deben cumplir las responsabilidades. Lo peor llega, cuando no se encuentran respuestas certeras sobre lo que en realidad se quiere hacer, probablemente por el miedo natural a salir de la zona de confort, a soltar las ataduras para hacer lo que diga el instinto, porque es un salto al vacío del cual no hay garantía de éxito.

¿Cómo salir de los altibajos y del pozo profundo del cual vemos difícil escapar? La guía no la puede dar el propósito, ese que nos marque qué es lo que queremos y sentimos que debemos hacer. A pesar de los tropiezos, de las dudas, de las preguntas sin respuestas; el propósito siempre nos dará foco y el aliento necesario para avanzar.

Un propósito que nos debería unir, sobre todo, a los que, en cierta medida, hemos disfrutado de mayores privilegios que el común de la población, es generar mejores condiciones de vida para las personas; que haya un balance entre lo laboral y lo personal; que haya salarios dignos, que cada vez sea menos la lotería de la vida y cada vez más, posibilidades de progreso para los que no han gozado de estas. Trabajar en ese sentido, sería dejar un bonito legado de nuestra existencia.

José María Dávila Román

Comunicador Social - Periodista de la UPB con Maestría en Gerencia para la Innovación Social y el Desarrollo Local de la Universidad Eafit. Creo que para dejar huella hay que tener pasión por lo que se hace y un propósito claro de por qué y para qué, hacemos lo que hacemos. Mi propósito es hacer historia desde donde esté, para construir un mundo mejor y dejar un legado de esperanza y optimismo para los que vienen detrás. Soy orgullosamente jericoano.

Nota al pie: El columnista tiene o ha tenido vinculación laboral con la minera AngloGold Ashanti. 

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