“Aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad”
Un agradable olor se levantaba en la mañana de aquella casona de tapias, donde se encuentran jardines cargados de color y un antiguo árbol de mangos que constantemente mantenía en cosecha. Se sentía el aroma de un café mezclado con un licor fuerte que gusta mucho en estas tierras, mientras la matrona liberal que su nombre reflejaba el misterio más grande la teología católica, es decir Trinidad, se saboreaba de manera constante con tragos sutiles esa bebida deliciosa que muchos les llamamos carajillo, en este caso no con Ron sino con Aguardiente. Así comenzaban las mañanas en el cualquier pueblo donde estuviese nuestra abuela, su vitalidad era envidiable, su fino tacto para la política era asombroso, la experiencia de ser la primera mujer que alzaba las banderas liberales en su terruño la había hecho el referente de la consultoría política de este pueblo cafetero.
Con un ojo medio apagado y con pasos lentos, pero seguros, se abría campo por el pueblo, todo mundo la conocía, era una verdadera leyenda, maestra de maestras. La memoria de Trinita era prodigiosa al recordar con nombres y apellidos a cada uno de sus paisanos, desde los más pequeños hasta los más veteranos. No había puerta que se le cerrara, los políticos le atendían sin cita previa, los sacerdotes le admiraban su devoción y la familia le enaltecía su vitalidad, que se reflejaba en la fuerza que tenía en sus manos y el gran amor que profesaba a sus nietos, bisnietos e hijos. Una mujer de talante fuerte, de convicciones radicales y que puso más de un alcalde en el municipio de la no violencia, pero que en su devoción por la buena política como un acto democrático para servir, nunca pidió un puesto, era mejor observar el panorama desde su azulejo balcón saboreándose un buen aguardiente en pocillo, ya que no le gustaba en copa.
Cuando llegaba el momento de elecciones sus discursos eran claros y duraderos, incluso se extendían las 24 horas del día. Quien no pasara por la casa de Trinidad Gómez no era un caicedeño de corazón, las historias que tenía en su mente eran un encuentro con Borges, Cortázar y Dante en un mismo libro. Hoy se nos fue la abuela, la matrona liberal, Trinita. Una mujer que dejará una huella imborrable en la buena política, el ejemplo de vida, el valor intachable de la familia, la vitalidad de vivir y muchas virtudes que los renglones no logran dimensionar; que Dios la acompañe en su viaje y que le permita tertuliar en el más allá con tantos políticos de la buena data, su sueño era volver a conversar con los viejos liberales y encontrarse con sus seres que queridos que se le adelantaron en el descanso eterno y “Aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad” es decir, se nos va la matrona de la familia Cardona Gómez, la matrona liberal de Caicedo, Antioquia, pero su memoria será inmortalizada con su ejemplo de vida intachable.
PDTA: En memoria de Trinidad Gómez de Cardona
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