A principios de marzo tuve la oportunidad de conversar con la comandante de la Estación de Policía de Jericó, Antioquia, la teniente Tatiana Barrionuevos. Entre otros temas, me contó que el principal problema de orden público en este municipio del Suroeste antioqueño es el microtráfico y consumo de drogas, un problema no menor, viendo que buena parte de los consumidores son jóvenes que apenas están empezando su proyecto de vida. Con las drogas sus sueños se van al traste.
Fundaciones del municipio como la Jeremías Cano que se dedica a trabajar temas de liderazgo para empoderar a las mujeres, a los jóvenes, niños y niñas, para que aprendan a conocer sus derechos, pero también sus deberes dentro de la sociedad, tienen dentro de sus objetivos trabajar con la población vulnerable y construir a través del amor y de brindar segundas oportunidades. Ellos han analizado, entre muchas otras variables, que ciertas personas que ingresan a este mundo son porque no encuentran qué hacer; tienen traumas desde la infancia producidos por violencia intrafamiliar o abuso sexual; y/o encuentran un camino más expedito para ganar el sustento diario.
Ante esta realidad, siempre es pertinente hacer una pausa, pensar cómo se puede atacar una situación de esta envergadura. Considero que lo principal son las bases: recuperar y vivir los valores que nos ayudan a crecer como humanidad, que empiezan desde casa, enseñar a los hijos con el ejemplo, las virtudes de la responsabilidad, el respeto, la honradez, el trabajo, la unión y la solidaridad; luego la sociedad civil debe permitir la integración de los jóvenes en el mundo real con diversidad de opciones para desarrollar sus proyectos de vida y así fortalecer el tejido social.
La generación de espacios donde la comunidad entienda la importancia de reunirse, dialogar, debatir, entender sus realidades, sus problemáticas y las posibles soluciones, son movilizadores de sentido de pertenencia, identidad y vivencia de los valores.
Por eso me encanta que, en Jericó, de manera orgánica, y sin ser respuesta directa a la problemática del microtráfico pero que indirectamente la aborda, un grupo de jóvenes, varios de ellos universitarios, se hayan puesto en la tarea de propiciar este tipo de espacios para atreverse a pensar, construir conocimiento en medio de la diversidad y ser protagónicos en la construcción del territorio que sueñan tener.
Me refiero a un Grupo de Lectura que inició hace poco más de 20 días, con el único propósito de compartir la pasión por la literatura para luego escuchar y entender los distintos puntos de vista e interpretaciones que puede tener un mismo relato.
Que un grupo de estos surja en medio del auge de los videojuegos, redes sociales o streaming, resulta ser llamativo; también lo es que para hacer parte sólo se quiera estar, querer leer y compartir ideas. Sus fundadores regaron mensajes con amigos de Whatsapp invitando a replicar la información. Aún sigue bajo la misma lógica. Quieren que cada día llegue más gente. No es necesario ser erudito ni pretender serlo.
Este caso me llena de ilusión, ver a jóvenes tomando acción para trabajar por lo que quieren ser y hacer, y querer movilizar a otros para que también lo hagan, de manera natural, es una de las mejores formas de combatir problemáticas sociales como la droga, que hacen todo lo contrario a las artes, obnubilan el pensamiento y fragmentan la sociedad. Seguramente la ola se irá regando y más jóvenes se querrán unir o tal vez replicar iniciativas similares con sus círculos.
Bienvenidas todas las propuestas que nos unan como comunidad. Es como se mantiene el legado de la Atenas del Suroeste.
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