Son terroristas y hampones, así hayan “hecho la paz”

En Colombia pareciera haber hecho curso el cuento de que hay criminales buenos y criminales malos, que las causas de unos se justifican y la de otros no, que es diferente matar por una bandera política, a hacerlo sin tener una. Como diría Vargas Lleras, esos son cuentos chimbos.

Las personas que han hecho parte de organizaciones criminales tratan de justificarse y además de eso, glorificarse de sus atrocidades, invocando derechos absurdos, disfrazando su psicopatía y tratando de ocultar que se sienten orgullosos de haber matado, secuestrado, violado, asesinado, masacrado y reclutado… Tratando de negar lo que a todas luces son: unos carniceros que gozan con la destrucción y la muerte.

Sin embargo, veo con enorme preocupación que ese cuento de que hay crímenes que se justifican ha calado en un sector de la sociedad, especialmente entre los jóvenes, que ven a estos carniceros como una especie de héroes o ídolos, y que a su vez juzgan y odian a quienes combatieron a estos hampones, ignorando que es deber del Estado combatir a quienes ponen en peligro la vida y bienes de los demás colombianos.

Esta mirada meliflua, cargada de profunda ignorancia con tendencia a edulcorar a estos hampones, viene de tiempo atrás, y se ve a todas luces que detrás de estas máquinas asesinas, se construyen mitos que distorsionan la realidad y es usada por una cúpula con obvias intenciones políticas para arrebatarle el poder al pueblo.

Ejemplo de esto son el terrorista Che Guevara o el dictador Fidel Castro, quienes disfrazaron su accionar homofóbico, genocida y racista, tras un discurso que distaba mucho de sus acciones, y que, haciendo uso de la propaganda, de los medios y canales de comunicación, se vendieron a sí mismos como salvadores, cuando en realidad fueron verdugos.

En pocas palabras, nos cambiaron la historia, pero aquí en Colombia, todo el aparato estatal parece estar dispuesto para que cualquiera que use la violencia con “fines políticos” y luego “haga la paz”, sea glorificado mediante la falsa dicotomía de paz versus guerra.

Los crímenes no tienen justificación alguna, y aquel que haya tomado las armas para luchar contra el Estado y los colombianos, fue, es y será siempre un hampón y un terrorista, porque ocultan lo evidente: que los cambios sociales se hacen por medio de la construcción colectiva, no mediante el uso ilegal de la fuerza y la violencia.

La filosofía de estos carniceros es fácil de entender, ‘si no estás conmigo te mato’, pero aquí nos comimos el cuento, y el Estado mismo ha sido cómplice por aceptar a los terroristas como interlocutores, cuando la única acción válida contra estos criminales es aceptar su rendición inmediata e incondicional, capturarlos o darlos de baja.

César Augusto Betancourt Restrepo

Soy profesional en Comunicación y Relaciones Corporativas, Máster en Comunicación Política y Empresarial. Defensor del sentido común, activista político y ciclista amateur enamorado de Medellín.

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