Parece inverosímil que algunas figuras políticas quieran repetir el escenario electoral de 2018. Los dos grandes bloques electorales que se han conformado hasta ahora en el sector de los denominados alternativos son la prueba de ello: un bloque con Petro y otro sin él. Y así, el debate público nuevamente se ha centrado en las figuras y no en los proyectos políticos. La discusión debería girar más en torno a qué necesita Colombia y no tanto en torno a quién necesita Colombia. Es difícil encontrar un político que le guste a todo el mundo, pero sí es posible construir un programa político que favorezca a las grandes mayorías del país.
Llama la atención que el ‘bloque sin Petro’ se denomine de ‘centro’. Mucho se ha dicho sobre este término y se seguirá diciendo, pero insisto, esta idea del centro político, en el debate electoral colombiano, es una clara estrategia de campaña.
¿Por qué se habla tanto del centro? No es por lo que el centro como ideología política representa, sino porque a Fajardo le fue bien en la campaña pasada, por poco pasa a segunda vuelta y muchos quisieran ahora ocupar ese espacio. Es más, desde hace al menos 60 años, el debate político en Colombia no se ha dado en términos de ideologías políticas. Un breve recuento histórico ayudará a entender este argumento.
El Frente Nacional, instaurado en 1958 mediante el plebiscito de diciembre de 1957, fue un acuerdo entre el Partido Conservador y el Liberal para poner fin a la violencia bipartidista. Este acuerdo consistió en dividir equitativamente todos los cargos burocráticos y administrativos del Estado: paridad política en las tres ramas del poder público y alternancia en la Presidencia de la República de 1962 a 1974. El Frente Nacional borró cualquier diferencia ideológica que pudiera existir entre los dos partidos y los debilitó; contribuyó a aumentar la abstención electoral, y la lucha partidaria se transformó en una lucha por cargos burocráticos.
La reforma constitucional de 1968, en el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, estableció que el Frente Nacional no terminaría en 1974, sino en 1978, y que a partir del 7 de agosto de ese año se establecería “la participación adecuada y equitativa al partido mayoritario distinto al del Presidente de la República”.
Fue el expresidente Virgilio Barco (1986-1990) el que planteó en su campaña electoral el desmonte del parágrafo del ordinal 1 del artículo 120 de la Constitución de 1886, introducido en la reforma del 68. Barco decía que las instituciones de compromiso interpartidario ya no eran necesarias. Al respecto, esto era lo que decía la revista ‘Semana’ en junio de 1986: “Aunque subsistiera una escenografía de democracia, cada vez se volvía más difícil negar la acusación de que los dos partidos tradicionales se habían confundido en uno solo. Colombia se estaba convirtiendo, como México, en un régimen unipartidista, con la diferencia de que en el país azteca se aceptaba esto de frente sin ninguna pretensión de disimularlo, mientras que aquí, el teatro de que había posibilidades de alternación en el partido de gobierno comenzaba a dejar una sensación de engaño. El sentimiento de que, ganara quien ganara, iban a acabar gobernando los mismos con las mismas se arraigaba cada vez más en el electorado”.
Se instauró así el “binomio Gobierno-oposición”, lo cual causó una división en el seno del Partido Conservador. El jefe de ese partido, el expresidente Misael Pastrana, consideró que la participación de su partido en el gobierno Barco no era ni “adecuada” ni “equitativa” y decidió decirles a sus copartidarios que se retiraran del Gobierno. Muchos no le hicieron caso, no querían perder su puesto. Algunos conservadores decidieron participar en el gobierno Barco a “título personal y técnico”, lo que hoy se conoce como ‘mermelada’.
Y así siguió funcionando nuestro sistema político. Como mencioné al comienzo, desde hace al menos 60 años en los debates políticos no se movilizan ideologías políticas, sino posturas con respecto al conflicto armado: ¿negociar o continuar la guerra?
Es una estrategia electoral que la extrema derecha llame a su partido “Centro Democrático”, que Duque se denomine de “extremo centro” o que Fajardo y otros consideren que su opción se sitúa en el “centro” de dos extremos. En ningún caso hacen referencia al centro como ideología política. Queda la pregunta entonces: ¿cuál es el proyecto de país del denominado centro?
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