“En Colombia de lo que si podemos estar seguros es que, definiendo la guerra se nos ha olvidado lo que es en realidad…historia. Que nos quitaron. Que hoy nos separa de la paz”
Estos días estaba una de mis profesoras dando su cátedra de universidad, y nos contó de historia. Por primera vez en nuestros venti-largos años de vida, se tomaron el tiempo de sentarse a contarnos qué ha pasado en el país, de dónde venimos, hacía que hemos evolucionado, nuestras raíces y las de nuestros conflictos.
Por primera vez se sentaron a contarnos algo diferente de “La niña, La Pinta y La Santa María”; y gracias a eso, sé que nuestra cátedra de historia –esa que debieron darnos en el colegio pero que ahora nos dan en la universidad- se abolió de nuestro plan nacional de educación. Ahora sé que a raíz de eso no nos conocemos, que el conflicto lleva años y es…nuestro. Nuestro, aunque la mayoría no lo sepamos. Aprendí que debemos reconocerlo y conocerlo, hacernos preguntas no solo por él sino por nosotros en él; porque se nos negó el conocimiento de su origen y por ende no sabemos las raíces de lo que somos ni cómo posicionarnos en lo que vivimos. Nos hemos aprendido a desarrollar entre la violencia y por ende a excusarla. Nos quitaron la historia, y con ella la capacidad de exigir algo mejor porque no lo conocemos.
Nos sabemos reactivos. ¿Por qué la paz? ¿Por qué no está? ¿Si no está, cuál? ¿Por qué homicidios? ¿Por qué no masacres? ¿Por qué aunque la excusamos, no la queremos afrontar?
Es difícil para nosotros hablar de conflicto pero nos escandalizamos ante el de los demás; sin embargo, al de nosotros…al de nosotros, le ponemos un velo y no nos sabemos acercar.
Nos quitaron la historia.
Nos quitaron la historia y la hemos continuado, esperando que nuestra voz se oiga sin escuchar la de los demás; sin datos, sin leer lo que incomoda, asusta o no conviene; sobreponiendo a la humanidad lo que creemos es el otro. En Colombia le tenemos nombre a quienes defienden la paz, a sus contrarios también, a los que saben y a los que no, a los que educan y a los que dividen, pero no le tenemos espacio a ella.
En Colombia la guerra somos todos porque le hemos cerrado la puerta a la historia y ahora que se abre ni siquiera queremos aprender. Uno de mis compañeros en clase dijo “nos acostumbramos a la guerra” y parece que si, porque…
No podemos definir la paz, pero aseveramos que no nos gusta.
No podemos definir la guerra, pero al parecer estamos mejor en ella.
No sabemos cómo va, pero aseguramos que va mal.
No sabemos de argumentos, pero somos rápidos tomando posiciones.
Y no sabemos de diálogo, pero somos los primeros en pelear.
Nos quitaron la historia.
Pero también acá matamos por color, género, orientación sexual e ideología. Y digo “matamos” porque no reconocernos dentro del todo que somos es en realidad el GRAN problema; porque nos entregan algo que es de todos y lo dejamos pasar.
La guerra sigue –sin duda- pero no solo en las montañas o en el campo o en las lejanías, la guerra no es solo armas, somos nosotros a diario. Somos nosotros a diario sin escuchar, somos nosotros a diario sin hablar,somos nosotros –todos- creyendo saber lo que somos y lo que quiere el otro, sin saberlo en realidad. En Colombia de lo que si podemos estar seguros es que, definiendo la guerra se nos ha olvidado lo que es en realidad…
Historia. Que nos quitaron. Que hoy nos separa de la paz.
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