Yo no se si terminarán en pura paja esos propósitos de los colombianos que aseguramos que si salimos vivos de esta pandemia, disque vamos a invertir las escalas de valores para preferir a la familia, a los campesinos, al comerciante humilde, etc, disque para recomponer la sociedad y la economia, y de paso castigar a aquellos «zánganos» que nos resultan bien costosos e improductivos. Ya estamos pidiendo un Congreso por mitad en numero de parlamentarios y también en salarios. El turno hoy es para los «cacaos» del sistema financiero cuyo mensaje destacamos como «recibido a entera satisfacción»: el pueblo les importa un bledo y la crisis nada tiene que ver con ellos.
El gobierno central se congració con los banqueros y tal parece que la Superintendendencia que regula su actividad, es apenas un apéndice para servirle a ellos porque no se escucha nada sobre denuncias de incremento en sus tasas de interés, ni de trabas para desembolsar créditos rápidos a pequeños empresarios, y más bien están seleccionando de entre sus clientes a quiénes prestarles con las nuevas condiciones pero para que les cancelen deudas viejas. ¿La Asobancaria para qué?: con esa Superintendencia bancaria tienen los agiotistas para que nadie los moleste.
Si de buenos propósitos estamos llenos, porqué no ir pensando en retomar para mejora, las formulaciones de la «economía solidaria», esa misma que muestra con orgullo a Cooperativas multipropósito, de Ahorro y Crédito y Financieras que tal vez sin pautas comerciales costosas y sin financiar campañas políticas, han crecido y le han servido a sus asociados como no lo hace la banca regular. De paso sería una manera de competirle legalmente a los ilegales y criminales «gota a gota» que sí tienen presencia en todos los rincones del territorio nacional y con reconocimiento para exportar sus servicios.
Ya no nos «pusieron su alma», así que véndansela al diablo, ya no fué «primero el campo», ya no nos «dieron lo que queríamos tener»…pasada la crisis sanitaria, esos eslogan construidos sin sentido distinto que el de venderse como entidades amigas, podrán recogerlos, para dar paso a «uno para todos, y todos para uno» que se rescató de «los tres mosqueteros» para ilustrar al movimiento solidario y mutual de cooperación.
El reto lo tendrán entonces muchos líderes comunitarios y de provincia para alentar a sus gentes a que fortalezan las entidades que están vigentes, y a crear las que se necesite, pero también será retador para que empresas medianas y pequeñas muevan sus créditos y cuentas de nómina y proveedores a través de esas cooperativas. A su vez, las redes de cooperativas tendrán qué hacerse a plataformas que le permitan a sus asociados hacer transacciones en todo el territorio nacional, y porqué no, en el exterior, de manera tal que no haya nada qué envidiarle a la banca tradicional.
Cierro esta columna trayendo a la memoria de los convencidos de las bondades del sistema cooperativo, el nombre del fallecido Monseñor Rodrigo Lopera Gil, alma y nervio del cooperativismo en Peque, San Jerónimo, Entrerrios, Ebéjico y en el Bajo Cauca, regiones todas de Antioquia. Él encontró en ese movimiento solidario, la manera de evangelizar, y los frutos de lo que sembró, aún no los terminamos de recoger.