Davos, más que una ciudad del cantón de los Grisones de Suiza, es conocida por ser sede del Foro Económico Mundial donde se reúnen cada año los principales líderes del mundo para discutir asuntos relevantes que repercuten de una u otra manera a todos los países de la órbita.
La importancia de la edición número 50 que se ha celebrado entre el 20 y 22 de enero del presente año ha generado quizás los mayores cuestionamientos a todos aquellos que siguen al pie de la letra lo que acontece en este importante Foro y es precisamente el manifiesto 2020.
Este manifiesto que pareciese ser la conclusión de videntes como Nostradamus, Rasputín o la misma Baba Vanga, hace un llamado serio a salvar el mundo de su inevitable destrucción a causa de la indiferencia del hombre en diversos temas que van desde lo político, económico hasta lo ambiental.
Los críticos de Davos manifiestan que su foro se ha convertido en el lugar perfecto para mostrar poder e influencia por parte de los más poderosos del mundo más que soluciones reales a las problemáticas que se presentan en temas vitales para la supervivencia del hombre en la tierra.
Discutir por ejemplo temas como el cambio climático y los riesgos que conlleva para el medio ambiente ante líderes mundiales como Donald Trump y Vladimir Putin, es el desgaste que Greta Thunberg ha tenido que soportar por la indiferencia de dos potencias que no creen que exista tal fenómeno natural.
Davos, lugar de encuentro de líderes mundiales, altos directivos y hasta famosos de la farándula, se dan cita año tras año para discutir el crecimiento de la economía, el multilateralismo y el orden geopolítico con más discursos que acciones reales que lleven en sus 50 años a generar soluciones que ayuden en detener el deterioro de nuestro planeta.
Asistir a este foro mundial se ha convertido en más que un privilegio. La presencia por ejemplo de nuestro mandatario a esta cita mundial tiene un costo de US$625.000 si no se es invitado. El asunto es que el presidente Iván Duque asistió en misión de vender a Colombia en sus oportunidades de inversión y en palabras del ministro José Manuel Restrepo, de presentar sus novedades políticas de desarrollo sostenible. Su presencia por lo tal se convirtió en lo que en el lenguaje del Foro es conocido como un “Davos Man” o asistente de privilegio, que le da la posibilidad de acceder a todos los eventos de este evento mundial y para ello hay que pagar.
Justificar la presencia de Colombia o no en Davos solo se sabrá si solo si nuestro mandatario presente resultados concretos donde se evidencie compromisos reales de oportunidades de inversión con otros países y se sostenga la obligación real de proteger nuestras selvas amazónicas y chocoanas de la tala indiscriminada de agentes externos que buscan su propio beneficio.
Colombia debe aprender de los errores del pasado en acuerdos bilaterales y de manera especial con inversionistas de alto nivel donde prime más el beneficio propio que las mismas demandas que se han presentado por malas negociaciones internacionales.
Celebro y de qué manera la presencia de Colombia en Davos pero con resultados concretos más no con asistencias que se han vuelto según los críticos internacionales, en un evento de moda donde el solo hecho de acudir es para demostrar que se está vigente en un mundo globalizado y absorbido por el capitalismo.
Esperamos los millones de colombianos los resultados de nuestro país en Davos en un evento que es supremamente barato la asistencia si se dan acuerdos concretos, demasiado costoso si se regresa con las manos vacías y donde es evidente el presidente Iván Duque no asistió solo a este foro mundial.