Hace unos días me paró un chico en mitad del campus de una universidad del estado de Florida. Buscaba un cajero automático. Enseguida notó que era europeo, pero no sabía decir muy bien de dónde (ah, el acento catalán). Cuando le dije que venía de España me consoló por la reciente eliminación de la selección española de fútbol en la Copa del Mundo de Brasil.
Es cierto que ya se hizo un Mundial de Fútbol en Estados Unidos (1994), y que la llegada de David Beckham (2007) fue toda una revolución mediática. Pero hasta 2014 el fútbol de estilo europeo seguía siendo ese juego que practican tus hijos cuando salen del colegio. ¿Qué ha cambiado tanto?
El fútbol ha conquistado espacios que parecía imposible conquistar. Primero fueron los asiáticos, que a pesar de tener a figuras del cómic como héroes de este deporte, no habían destacado demasiado. La Copa del Mundo en Japón y Corea del Sur (2002) creó un terremoto en el que hasta la lengua inglesa quedó desbancada como idioma de comunicación en Asia. Fue sustituida por el lenguaje del fútbol. Y hasta ahora.
Luego tocó el turno a las mujeres, y no me refiero a las jugadoras. Por lo menos en España el cliché de las sufridas madres, esposas y novias que soportaban al hombre entusiasmado por su equipo de fútbol favorito, quedando embarazadas a razón de gol por minuto, se ha desplazado dramáticamente. Ahora han tomado las riendas y participan en la organización del evento (dentro o fuera de la casa), despreciando equipos “pequeños” y soltando frases hechas propias de abuelillos absortos ante el televisor en la esquina superior derecha de un bar cualquiera.
Y ahora ha tocado el turno a los norteamericanos. En realidad no ha cambiado nada, sino que ha aumentado lo que ya había en el fútbol de las últimas décadas (y en las sociedades que lo practican): homogeneidad y sometimiento de la mujer. Se entrena al ser humano a tomar partido por valores que le son lejanos, pero que el patriotismo vía fútbol hace que sean más cercanos, acostumbrándote al hecho de obedecer por obedecer. Para el caso específico de la mujer es una variante más del clásico español “encontrar marido”: depilación, tener tipín, que si el pelo, la celulitis, gol, los tacones, el maquillaje, sentir los colores, el culo, mi culo, qué culo, hay que correr más, ¿gafas?, lo que me dice mi madre, mi marido (o, mejor aún, mi Juan).
[author] [author_image timthumb=’on’]https://scontent-b-mia.xx.fbcdn.net/hphotos-xfp1/t1.0-9/983693_10207293317514045_3185665985782992366_n.jpg[/author_image] [author_info]Francesc Xavier Morales Garcia Soy estudiante de doctorado en el Department of Spanish and Portuguese Studies de la University of Florida. Soy un profesional de las humanidades y las ciencias sociales. Me interesa en especial la política, la cultura, la arqueología y la historia. Leer sus columnas. [/author_info] [/author]
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