El 10 de septiembre se conmemora el día mundial para la prevención del suicidio. Llevo dos años investigando y trabajando al respecto, por lo que recientemente personas cercanas han acudido a mí para contarme de casos de suicidio, yo mismo me entero de amigos y conocidos cercanos cuyas muertes habían sido provocadas por ellos mismos, y ocultadas. Me frustra no tener reportes de intentos, ni que me busquen para compartir estrategias de prevención. Así como es el principal problema de la filosofía, hoy es el principal problema de salud pública. No es personal, ni individual: si algo de colectivo nos queda, si algo sigue siendo social, general, es el suicidio. Por cada suicidio reportado hay 20 intentos, y en Latinoamérica la tasa de suicidio aumentó 6% este año, y se cree que el ocultamiento es tres veces mayor a los suicidios efectuados.
Aunque 6 personas en promedio se suicidan al día en Colombia, las políticas públicas no priorizan en salud, pues el actual sistema privilegia a las intermediarias y administradoras de salud por sobre las clínicas y hospitales, profesionales y desde luego los pacientes, que morimos a diario por causas prevenibles, tratables y muchas veces agravadas o contraídas en la política de muerte: un muerto es más rentable para las EPS que un enfermo. No aparece la Salud Mental ni la Salud Pública ni en el Plan Nacional de Desarrollo del Presidente Iván Duque, ni en el Presupuesto General de la Nación donde la renovación de la flota de aviones de guerra es la prioridad del gasto con casi 68% de destinación para la siguiente vigencia. Sin embargo cada vez hay más compromiso en generar cambios en la cultura sobre la problemática del suicidio en universidades, empresas y círculos juveniles principalmente, por la cercanía con casos directos, pero desafortunadamente el suicidio se asocia aún con la depresión y esta con la vulnerabilidad, debilidad o susceptibilidad de las nuevas generaciones. Creemos que la violencia y la precariedad son las condiciones idóneas de la crianza, por lo que se culpa al suicida y se lo convierte a él y no a su contexto y situaciones, en el problema. Respecto a la intervención, varios Departamentos y municipios han tomado medidas, disponiendo atención en todos los Super CADE y COIS en Bogotá, y en todas las Secretarías de Salud y centros médicos del país, como también la vinculación de algunas administraciones en los programas de capacitación y promoción que impulsan el Colegio Colombiano de Psicólogos, la Asociación Colombiana de Psiquiatría y la Asociación Colombiana de Salud Pública, entre otras, teniendo como principal contradicción los recursos presupuestales exiguos en comparación con la magnitud del problema en todo el país, pues entre otros recordamos con dolor el caso de Jessi Paola Moreno Cruz saltando aferrada a su hijo desde un puente en el Tolima.
Es necesario llamar la atención sobre el suicidio en profesionales, estudiantes universitarios que tienen ideación suicida de hasta 40% en algunas universidades del país, estudiantes de posgrados como la población universitaria que más lo efectúa y candidatos a PhD, ya que el 32% de estos últimos está en riesgo según un estudio de la Universidad de Gante del 2017. Los profesionales con mayor riesgo de suicidio son los médicos, como se evidencia en un estudio del 2018 de la American Psychiatric Association APA, que reveló que los doctores hombres tienen casi el doble de riesgo que el resto de la población y las doctoras el triple o cuádruple. Las razones por la que quienes están llamados a atender esta problemática sean los más afectados, es la exposición a la sobrecarga laboral, competencia, auto exigencia y sufrimiento emocional. Otras profesiones, generalmente relacionadas con la intervención o acción públicas también se ven afectadas, principalmente porque su trabajo se trata de prestar ayuda y a la hora de requerirla, se sienten frustrados, débiles o vulnerables en su rol. En EEUU durante 2018 cerca de 170 policías se suicidaron y de las 109 muertes de bomberos el año pasado, 50% fueron suicidios.
Para la prevención se requiere cohesión social, no seguirnos depredándonos y aislándonos, sirviendo también la restricción del acceso a los medios más utilizados, que contradictoriamente son impulsados por colectividades políticas para su libre uso y tenencia, como plaguicidas, armas de fuego y ciertos medicamentos. Se requiere además información responsable por parte de los medios de comunicación, junto con políticas orientadas a reducir el consumo nocivo de alcohol, como disparador de los riesgos. La promoción de la salud mental necesita de diversos sectores, para atender y cambiar la cultura de percepción de la depresión. Pasa inevitablemente por capacitar al personal de salud en la evaluación y gestión de comportamientos e ideaciones suicidas, identificando tempranamente los riesgos, tratamiento y atención de personas con problemas de salud mental y abuso de sustancias, padecimientos crónicos y trastornos emocionales y afectivos. Además, no solamente dejar de ocultar los intentos, permite hacer seguimiento de la atención prestada a personas que intentaron suicidarse y garantizar apoyo comunitario y profesional, apoyando también a quienes han perdido a seres queridos que se han suicidado.
La depresión diagnosticada en Colombia es de entre 4,7% y 19% de la población, afectando principalmente a mujeres, jóvenes y ancianos. La principal causa asociada es la falta de recursos, y su diagnóstico se dificulta por el acceso a profesionales y programas de salud mental. La Asociación Colombiana de Psiquiatría indica que solo el 10% de los diagnosticados recibe tratamiento adecuado. El aislamiento social se asocia también al riesgo de suicidio, incluso sin haberse registrado algún cuadro depresivo. Otro detonante significativo es la falta de educación afectiva y emocional, que va desde poder identificar y manejar emociones hasta prevenir las rupturas amorosas agravadas por situación de crisis. Y finalmente el consumo de sustancias psicoactivas, pues la mayoría no reconoce sus propios ciclos de consumo, los riesgos asociados y los recursos para tratar o prevenir la dependencia, siendo el alcohol la más común y nociva de las SPA.
Hablemos claro, sin tildar de locura, cobardía o debilidad, prevengamos el suicidio hablando sobre él. Hablemos mucho, la soledad es un agravante de todos los padecimientos íntimos. Gritemos para recibir ayuda, porque el sufrimiento y la desesperanza no son privados. Recordemos que la mayoría de personas con ideación suicida antes de intentarlo han comunicado y solicitado ayuda, entonces no culpemos, muchas veces por temor, a las personas que queremos de no saber cómo lidiar con la existencia, acudamos a nuestros círculos, sabiendo que no solo el triste, el deprimido o abstraído puede correr riesgo. El 80% de los y las suicidas expresan claramente sus intenciones antes de hacerlo, pues el suicido tiene muchas causas y es tan solo un síntoma. Un síntoma de que a la sociedad le duele alguien, alguien valioso, imprescindible, que no nos puede faltar.