No necesitamos más “gente de bien”

En el transcurso de la historia colombiana, siempre se ha buscado, incluso desde la educación preescolar, el formar individuos obedientes y sumisos, con un alto contenido de valores y moral acordes a cierto cánones religiosos y sociales impuestos desde la llegada de los españoles y arraigados por siglos en nuestro territorio.

Este estilo de construcción social ha creado individuos que bajo la estricta necesidad de vigilancia y control se comportan de forma más o menos adecuada, reprimiendo su odios y disgustos, explotando de manera violenta cuando no se tiene algo o alguien que le pueda generar represión y temor, entonces se ha condicionado a la población a un estado de deshumanización, donde cualquier intento de rebelión y pensamiento libre se acusa, se estigmatiza e incluso se castiga, a veces con la muerte, a pesar de que suene a practica medieval, sucede y seguirá sucediendo en nuestro país.

El principal problema de este tipo de condicionamiento social no es en sí la constante necesidad de vigilancia o los focos de violencia que pueda generar la ausencia de esta, si no la ventaja que los miembros del gobierno, dirigentes políticos y empresariales han sacado del comportamiento típico del colombiano, con una población sumisa y sesgada en su propia ignorancia, aquellos que controlan los entes de vigilancia y las labores económicas han aprovechado para amedrentar, engañar y robar a aquellos que desde las bases más bajas de la pirámide social creen que todo está bien, que todo funciona como sale en los noticieros y que cualquier idea opositora a quienes controlan el país no es más que un disparate de vagos y jóvenes precoces.

Así la corrupción se convierte en el plato del día y los impuestos que deberían ir a educación, salud, infraestructura e inversión social terminan en los bolsillos de aquellos parásitos gubernamentales que desde sus pulpitos se ríen de aquellos que les defienden bajo el ideal democrático, soñando con la justicia, la paz y la verdad.

Los pocos que descubren la corruptela y el engañoso circo patriótico consagrado en el congreso y la casa de Nariño, son vistos como alborotadores, izquierdosos, mamertos y estúpidos, mientras que continúan siendo consideradas personas “de bien” aquellos que siguen todas las normas, que no se quejan, que no dudan, que no critican, que no ven más allá de sus narices y permiten sin vacilar que los alcaldes, gobernadores y presidentes acaben con los recursos naturales y construyan verdaderas mafias con los dineros producto del sudor del pueblo.

Por esto, es indispensable e inevitable darle un golpe enérgico a la mesa nacional y gritar a los 4 vientos que en Colombia no necesitamos más “gente de bien” que no analiza, que no quiere un cambio, que todo lo acepta, que todo se lo traga entero, que se deja chantajear, que no pregunta, que no duda, que no protesta por la pobreza, por los asesinatos, por la corrupción.

Necesitamos personas que critiquen, que exijan respeto, que pidan a gritos claridad y justicia, justicia social, justicia económica, una justicia que nos enmarque a todos por igual sea estrato 1 o 6, sea blanco o negro, personas que no permitan que al pais se lo sigan echando al bolsillo, personas que piensen y se enteren, que investiguen, que amen la bandera, si estas no son las personas de bien que necesita este país, entonces debo decir de nuevo; No necesitamos más “gente de bien” .

Filanderson Castro Bedoya

Psicólogo de la Universidad de Antioquia con énfasis en educación, formación empresarial y salud mental, educador National Geographic, escritor aficionado con interés en la historia, la política y la filosofía, amante de la música y la fotografía.