«Todos los días son aniversarios que una memoria infiel no conmemora: aniversarios de lejanas dichas, de sueños, de inquietudes y de auroras.”
César Brañas.
Tuve un amigo que nació un año bisiesto (1980) precisamente un 29 de febrero y cada año, cuando no era bisiesto, se nos hacía un lío felicitarlo, pues no sabíamos si hacerlo el 28 de febrero o el primero de marzo. Un día cualquiera, 29 de febrero curiosamente, mientras festejábamos su onomástico con un par de tragos nos dijo: «Yo quiero morirme un 29 de febrero, así sólo me recuerdan cada 4 años y poco a poco me van olvidando»; en ese momento no prestamos atención a sus palabras y el 29 de febrero de 2016, recibimos la noticia de su suicidio. En el funeral, otro amigo se me acercó y me dijo: «Desde ahora el lío será saber qué fecha conmemorarlo»
Tal vez eso son los aniversarios: fechas que se celebran, pero que también se borran, se les sobreponen otras o se olvidan cuando ya no son significativas.
Sin embargo, como lo dijera la profesora Argentina E. Jelin «las fechas y los aniversarios son coyunturas que activan la memoria», pero que también son utilizadas con intención por algunos, especialmente cuando de manipular a las masas se trata.
Hay fechas trágicas como el 11 de septiembre en la que no sólo sucedió el atentado contra las torres gemelas de los Estados Unidos (2001) sino también el golpe de estado contra Salvador Allende y su proyecto socialista en Chile (1973).
Hay fechas irónicas como el 10 de diciembre en el que se conmemora, desde 1948, el día de los Derechos Humanos pero que a su vez fue la fecha en la que murió Augusto pinochet (2006) uno de los mayores violadores de los Derechos Humanos de los últimos 50 años en nuestro continente.
Hay fechas olvidadas como aquellas que fueron borradas por el papa Gregorio XIII cuando decidió, en 1582, saltar del 4 al 15 de octubre con fines religiosos. Nadie sabe ni piensa qué hubiera podido pasar esos 10 días perdidos.
Hay fechas en disputa como las asociadas a las independencias. Una muestra de ello es la lucha existente entre Cartagena y Bogotá por adjudicarse la prioridad de tal gesta, pues los cartageneros alegan que ellos expulsaron al gobernador español en junio de 1810; mientras que los Bogotanos sólo lo hicieron hasta Julio de ese mismo año, con la salvedad de que estos últimos no expulsaron al virrey, sino que lo nombraron inicialmente como presidente de la junta de gobierno.
Hay fechas inolvidables como el 20 de julio de 1969 cuando el hombre pisó por primera vez la luna, mientras que en Colombia, en esa misma fecha, se derrumbaba la plaza de toros de Buga con un saldo de 4 muertos y centenares de heridos.
Hay fechas dolorosas que no quisiéramos que llegaran nunca y para las que deseamos decir como Billie Joe, el vocalista de la banda musical Green Day, «wake me up when september ends» (Despiértame cuando termine septiembre).
Hay fechas patrióticas como las que se celebran en todos los países del mundo y que en muchas ocasiones suscitan discusiones entre contradictores. Un ejemplo de ello fue el retiro, en 2017, de una estatua del ex presidente de la Confederación Americana Jefferson Davis en Nueva Orleans, pues mientras que para unos era un atropello contra un monumento histórico, para otros la estatua era un símbolo del racismo.
Bajo este panorama, sólo queda decir que los aniversarios y las fechas conmemorativas deben ser también espacios para la reflexión, la revisión del pasado, el reconocimiento de los errores y sobre todo la planeación del futuro. Ojalá que este 7 de agosto, fecha bicentenaria que rememora una de las batallas independentistas y que también reconoce el valor del Ejército nacional colombiano, los políticos no abusen de su discurso vomitando llamados a la guerra y que todos y cada uno de los soldados del país entiendan que se deben a los ciudadanos y no a un gobierno de turno.
Adenda: Para muchos el discurso de protección hacia las mujeres les valió un Hollman Morris…