En las últimas semanas, se ha podido evidenciar una gran actividad en la política exterior estadounidense en múltiples frentes. Una prueba de ello, es lo que ha venido sucediendo en Venezuela. De acuerdo a lo manifestado por el comandante de las fuerzas militares de ese país, Vladimir Padrino en medios de comunicación oficiales, Estados Unidos tuvo cierta responsabilidad en lo que fue la llamada Operación Libertad, impulsada por los líderes opositores Juan Guiadó y Leopoldo López, queriendo sobornar a altos mandos de la Administración de Maduro. En Irán, el Gobierno de Estados Unidos envió al portaaviones Abraham Lincoln, como respuesta de que Irán dejara de cumplir algunos puntos del Acuerdo G5 + 1 e Irán, del cuál la Administración Trump se retiró el año pasado.
Mientras tanto, con respecto a China, la Casa Blanca incentivó las estrategias para endurecer la guerra comercial, subiendo en un 25%, los aranceles de los productos importados del gigante asiático, valorado en US$ 200.000 millones. Por su parte China respondió imponiendo aranceles a los productos norteamericanos valorado en 60.000 millones de dólares.
Lo anteriormente mencionado, responde a unas dinámicas que desde la academia y las instituciones económicas y políticas, han categorizado como ¨fuertes¨, he incluso ¨irracionales¨, lo que ciertamente tiene un poco de ambos, si se tratase de llevarnos a una hipotética inestabilidad internacional. Desde el día uno, la Administración Trump ha sido críticada por acádemicos de la talla de Richard Hass, Joseph Nye y Joseph Stiglitz entre otros, por su política exterior, considerándola incluso divergente al modus operandi llevado a cabo por las instituciones neoliberales que nos han regido desde la caída del muro de Berlín.
En estas dinámicas, la exhortación es no tanto fijarse en quién autoriza, sino en quién es la cabeza y artífice de estas estrategias en la política exterior estadounidense.
Con estos acontecimientos en curso, el asesor de seguridad nacional John Bolton, ha sido el gran protagonista de las últimas movidas de Estados Unidos en el sistema internacional. Para dar un ejemplo del estratega más importante dentro de la Administración Trump, ha orquestado desde la Dirección Nacional de Inteligencia, las anteriores y otras acciones ante los países que se han considerado opositores a los intereses de Washington.
Enfocándonos en el papel que cumple esta persona (Bolton) se evidencia que este notable hace parte de una gran variedad de instituciones conservadoras como el US Commission on International Religious Freedom, Project for the New American Century, Council on Foreign Relations, New Atlantic Iniciative, Project of Transitional Democracies, entre otros. Todos estos Think Tanks tienen un fin muy concreto, que no es otro que enaltecer la supremacía de Estados Unidos en el mundo y la expansión de sus ideales de libertad y democracia, como la ultima ratio para preservar un orden global bajo su modelo, el cuál puede ser influenciado o impuesto a la fuerza.
Haciendo una lectura al documento del National Security Strategy de la Administración de Donald Trump (Documento en el cuál personas como John Bolton y los Think Tanks antes mencionados, son los autores de muchas de las propuestas), en el tercer pilar de este documento, se evidencia, a través de la forma (lenguaje) y el fondo (contenido) de lo redactado, la estrategia que actualmente está implementando Washington a nivel internacional. Utilizando como título en el tercer pilar: Preserve Peace Through Strenght, queda claro que la prioridad no es ISIS, ni Boko Haram, por el contrario, los primeros en aparecer como principales amenazas para los intereses del Pentágono son China y Rusia, posteriormente Corea del Norte e Irán y mucho después son los grupos insurgentes que son considerados potenciadores del terrorismo internacional.
En el lenguaje de forma, la Administración Trump considera a los países mencionados como rivales en los escenarios político, económico y militar, que han usado la tecnología y la información como factores para desestabilizar el balance de poder a su favor en distintas regiones del mundo, acentuando que son fundamentalmente disputas políticas entre aquellos que están a favor de ¨sistemas opresores¨ y aquellos a favor de ¨sociedades libres¨.
El contenido de fondo de este pilar del documento, describe la relación entre los países mencionados como una competencia, más que como una convivencia, acentuando la idea de que son una amenaza por el hecho de que existan Estados con modelos políticos, económicos y sociales divergentes a su imagen. De hecho, la Adminitración Trump en el documento describe una visión del mundo en términos binarios, en donde si no se está a favor de sus intereses, se está en contra.
Por consiguiente, las variables que se evidencian actualmente dan a entender que el accionar de la política exterior de Estados Unidos, puede obedecer a intereses de una élite política y económica. Como describe Noam Chomsky, el actual poder en Estados Unidos, bajo la versión del Siglo XX de la doctrina del Destino Manifiesto, que orienta la convicción nacional de que Dios eligió a los Estados Unidos para ser una potencia política y económica, una nación superior a las demás y que debe asumir su responsabilidad de Orden Global.
Lo decepcionante de llevar a cabo estas agendas supremacistas, es que prácticamente restringe la idea de buscar mecanismos para generar convergencias para las verdaderas luchas de la humanidad. De acuerdo con la ACNHUR, las prinicipales amenazas para la humanidad son: el cambio climático, la sobrepoblación, la desigualdad, el acceso al agua potable y los conflictos. Amenazas latentes en la que Estados Unidos es clave para la búsqueda de una yuxtaposición de países en torno a estos asuntos de principal importancia, y no como divisor, bajo una ilusión de nacionalismo anacrónico y retardatario completamente opuesto a lo que debería ser la próxima evolución del paradigma en las relaciones internacionales, que es el cosmopolitismo.