“Parece que la época dorada del fútbol colombiano, si es que alguna vez hubo, está solo en nuestra memoria”
La crisis deportiva, e institucional, que hoy nos corroe no distingue entre masculino y femenino, entre clubes y selecciones, esta mediocridad que está acabando con nuestras bases, parece ser la consecuencia de un concierto de malas decisiones, que increíblemente, aún no acaba.
Exigirnos como potencia futbolística de Suramérica, sería exagerado, únicamente hemos conseguido tres Copas Libertadores en 59 años, y una Copa América, el país que menos la ha ganado, en 103 años. Sin embargo, Colombia siempre ha contado con equipos destacados y jugadores de fantasía, nuestros embajadores por el mundo, dejan el nombre de la nación en alto, mientras que aquí, sumergidos en una corrupción que no perdona ni el deporte, nos empeñamos en caer más y más bajo.
Nuestras selecciones juveniles, Sub 17 y 20, deben ser el proceso que algún día formará a nuestros jóvenes antes de su ascenso a la de mayores. No es nuevo que los ‘niños’ jueguen un fútbol poco atractivo, pero lo que si es nuevo, es que en competencias de alto rendimiento, ningún ‘crack’ asome la cabeza. Conocimos a Quintero cargando un equipo con su zurda mágica, a James Rodriguez siendo referente en el Mundial donde fuimos sede y a Falcao anotando sus primeros goles. Ahora, no conocemos a nadie.
Si en las selecciones llueve, en el panorama de los clubes aún no escampa. Atlético Nacional, el club hegemónico por excelencia, eliminado en la fase previa de un torneo que ganó hace 3 años. Independiente Medellín, que a veces sorprende, eliminado por un debutante continental chileno. Deportes Tolima, el novato a quien todos respetan por su estilo, siendo goleado en La Bombonera. Y el Junior de Barranquilla, el mejor equipo local del momento, colero de su grupo.
No hay planeación, no hay capacitación, ni conocimiento, jugamos al fútbol como empiristas, basándonos en la experiencia más que en la táctica, entendemos el club como un negocio muy lucrativo, y no como un espacio de reconocimiento y simbolismo del fanático, estamos desesperados por una alegría momentánea que calme esta sensación de fracaso, que sacude año tras año a nuestro deporte preferido, en el que, casualmente, es el único en donde no ganamos nada.
Tenemos el presupuesto, el talento y los espacios, solo nos falta un detalle: los proyectos.
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