La base del discurso político, como lo dice el analista Teun Van Dijk, está en construir un “nosotros” que sea presentado como los buenos, los correctos y los que tienen la razón, en contraposición a un “ellos” que son los malos, los desviados y los que no tienen la razón.
El martes de la semana anterior, el expresidente de Colombia, Juan Manuel Santos, publicó su libro “La batalla por la paz” en el que relata los diferentes sucesos que hicieron parte del proceso de paz, realizado con la guerrilla de las FARC entre el 2012 y el 2016. En los días anteriores, las redes sociales, especialmente Twitter, se movieron de cuenta del también expresidente y ahora senador, Álvaro Uribe, con mensajes de traición y reproches a Santos por haber utilizado su legado para llegar a la presidencia y luego realizar todo lo contrario a las ideas por las que fue elegido, especialmente el proceso de paz con las FARC.
Inmediatamente, las corrientes no afines al uribismo, comenzaron a hablar de una “tusa” por parte de Álvaro Uribe en relación a la “traición” de Santos. Muchas personas se centraban en la obsesión del expresidente Uribe por utilizar la palabra “traición” cada que el contexto lo permitía, al igual que responsabilizar al expresidente Santos por acciones de las que es receptor el nuevo gobierno de Duque, principalmente los acuerdos de paz y todo lo relacionado con ellos (JEP, suspensión de aspersión con glifosato, aumento de cultivos de coca) y otros elementos más que le son endilgados cada cierto tiempo al gobierno anterior.
La base del discurso político, como lo dice el analista Teun Van Dijk, está en construir un “nosotros” que sea presentado como los buenos, los correctos y los que tienen la razón, en contraposición a un “ellos” que son los malos, los desviados y los que no tienen la razón. Esta construcción del discurso no admite grises, por ello, todas las acciones que se dan desde el “nosotros” van encaminadas a reforzar la identidad propia, atacando las ideas contrarias del “ellos”, presentándolos como todo aquello que no se quiere ser.
Descrito en pocas palabras, el discurso de Álvaro Uribe está basado en tenerlo a él como centro de la política colombiana y como principal responsable de los avances sociales, políticos y económicos que han acontecido en el país en los últimos años. Por lo que aquellos hechos que opacan su legado, atacan el núcleo de su ideología o afectan la reputación de su partido, son contrastados oportunamente a través de declaraciones donde se los presenta como el opuesto a lo que el uribismo o la figura de Uribe desea para el país. Generalmente son modelos binarios que llevan implícita una carga emocional que resuena con la población y refuerza la identidad de aquellas personas que se identifican como “uribistas”. El ejemplo más actual puede ser la valla sobre el apoyo a la JEP en la que se presentaban dos opciones: víctimas o victimarios.
El principal atractivo de este discurso es que no está dirigido a la oposición, sino a las bases del uribismo; aquellos que ven en Álvaro Uribe al expresidente que fue asaltado en su buena fe por un sucesor que llegó al poder prometiendo continuar su legado y terminó dialogando con la guerrilla. Estas personas son las que replican ese discurso, comparten los trinos, generan movimiento alrededor de la figura de ese líder con el que están de acuerdo y del que piensan que hace lo mejor que puede por el país. Por lo que más que buscar un diálogo con la contraparte, lo que estas declaraciones quieren es “cerrar filas”, reforzar constantemente el mensaje dentro del uribismo que enaltece la figura del líder y se opone a todo aquello que atente contra su legado. De allí que las dinámicas en las redes sociales se conviertan fácilmente en un enfrentamiento entre dos bandos, que aunque escriben para atacar al otro, lo que hacen es confirmar sus propios conceptos, al ver en el otro aquello que les da identidad, pues, se consideran todo lo contrario a lo que el otro representa.
Teniendo en cuenta lo expresado anteriormente, es frecuente que, cada vez que aparece un acontecimiento social, político o económico, las redes se activen, se creen hashtags y se generen tendencias, para reafirmar una identidad, atacando a la contraria. Los bandos se forman de inmediato y se da inicio a una guerra de tendencias, publicaciones y opiniones, que sigue intentando reafirmar la identidad de un “nosotros, los buenos” contra “ellos, los malos”. Por eso, para aquellos que se apresuran a calificar las declaraciones del expresidente Uribe como una tusa, es necesario ver el panorama desde un ángulo más alejado, pues detrás de estos trinos y posiciones, hay un gran esfuerzo discursivo para mantener una vigencia política que se mantiene exitosamente con la división y los señalamientos.