En una de mis columnas di algunas señas sobre la importancia de nuestra lengua; el español, aunque eludí su origen, del cual quisiera encargarme hoy. No pretendo señalar propiamente el origen del español como tal, sino la llegada que tuvo lugar nuestra lengua un 12 de octubre.
Principalmente prefiero utilizar el término «lengua» y no «idioma», es verdad que ambas palabras son usadas como sinónimos, pero la dicotomía entre «lengua» e «idioma» (posiblemente en desuso) es tan leve que para un caso tan particular como el descubrimiento del nuevo mundo por parte del Imperio Español, rodeado por mitos y una aterradora leyenda negra alejada de la evidencia histórica, sea necesario señalar en dos o tres palabras:
La dicotomía entre estas dos palabras es simple, el «idioma» es aquella lengua que ha sido impuesta por un imperio o una comunidad sobre otra. Por eso prefiero el término «lengua española» debido a que el español no fue impuesto a nuestros antepasados precolombinos durante la llegada de españoles a estas tierras extranjeras.
En el libro «La lengua española en América: normas y usos actuales» coordinado por Milagros Aleza Izquierdo y José Ma. Enguita Utrilla, se documenta de una manera bien fundamentada: «Cuando llegaron los españoles al Nuevo Mundo habría más de 2.000 variedades dialectales, que se integraban en unas 170 grandes familias lingüísticas». Esta cantidad tan gigantesca de lenguas significó una verdadera dificultad para los religiosos que acompañaban en el Nuevo Mundo, la evangelización que tenía una característica de ‘urgente’ no podía quedarse al paso de las décadas por culpa de la barrera de las lenguas, para sorpresa de los que solo se han alimentado de mitos, los religiosos decidieron aprender las lenguas locales y regionales.
El historiador italiano Vittorio Messori, también nos documenta que los religiosos aprendieron las lenguas indígenas con tanta vehemencia «que dieron gramática, sintaxis, y transcripción a lenguas que (…) no tenían forma escrita». En 1596, en la universidad de Lima se creó una cátedra de Quechua, la lengua hablada por los incas. Para esta misma época ningún Sacerdote Católico podía ser ordenado Sacerdote si no demostraba su dominio en la lengua Quechua, la misma a la que la Iglesia había dado forma escrita.
La vehemencia por aprender la lengua de los indios era también de gran respeto hacia la cultura de los indios, nos relata Messori: «un profesor universitario español, miembro de la Real Academia de la Lengua, Gregorio Salvador, ha vertido más luz sobre el asunto. Ha demostrado que en 1596 el Consejo de Indias (una especie de ministerio español de las colonias), frente a la actitud respetuosa de los misioneros hacia las lenguas locales, solicitó al emperador una orden para la castellanización de los indígenas, o sea una política adecuada para la imposición del castellano. El Consejo de Indias tenía sus razones a nivel administrativo, vistas las dificultades de gobernar un territorio tan extenso fragmentado en una serie de idiomas sin relación el uno con el otro. Pero el emperador, que era Felipe II, contestó textualmente: «No parece conveniente forzarlos a abandonar su lengua natural: sólo habrá que disponer de unos maestros para los que quisieran aprender, voluntariamente, nuestro idioma.» El profesor Salvador ha observado que detrás de esta respuesta imperial estaban, precisamente, las presiones de los religiosos, contrarios a la uniformidad solicitada por los políticos».
Pero no es algo particular que sucedió en el Nuevo Mundo, “esto era acorde con lo que se practicaba no sólo en América, sino en el mundo entero, allá donde llegaba la misión católica: es suyo el mérito indiscutible de haber convertido innumerables y oscuros dialectos exóticos en lenguas escritas, dotadas de gramática, diccionario y literatura (al contrario de lo que pasó, por ejemplo, con la misión anglicana, dura difusora solamente del inglés). Último ejemplo, el somalí, que era lengua sólo hablada y adquirió forma escrita».
Otro ejemplo, José María Enguita Utrilla, Rosario Navarro Gala de la Universidad de Zaragoza nos cita para «la lengua española en América: normas y usos actuales»: «Según indica Munteanu (1996b: 70), ya antes de 1750 «los sacerdotes católicos curazoleños utilizaban […] el papiamento tanto en el servicio religioso como en el trato cotidiano con la población negra, que no hablaba otra lengua»».
Aunque nuestra historia es extensa, esta es una prueba más de que el Imperio Español estuvo lejos de ser aquel imperio del mal que muchos mal intencionados nos han hecho creer, esperemos que la próxima vez que se sugiera que los indios fueron hispanizados violentamente no se eluda la evidencia histórica.