Y tienen razón quienes recibieron mal esta alianza siniestra e impresentable, no solo porque no hay ideología detrás de esta maniobra, sino intereses burocráticos. Cada uno de estos tres improvisados mosqueteros olvidó las atrocidades que entre todos se han dicho en el pasado. Sin embargo, las gentes no han olvidado que hasta hace muy poco entre esos exmandatarios soplaban vientos irreconciliables, cuando se calificaban entre sí de mentirosos, paracos, mafiosos, primo de Pablo, clientelistas, protectores de la FARC y hasta de deshonestos, epítetos lanzados por todos contra todos, cuyo único mérito fue que allí no hubo bala perdida. Pero ahora disfrazados de superhéroes invocando el interés nacional camuflan los suyos personales y los de sus colectividades, para imponernos al resto de sus compatriotas el gobierno de un solo partido.
Definitivamente tuvo razón López Michelsen cuando en memorable entrevista sostuvo que los expresidentes son como “muebles viejos” porque sirven muy poco y no se sabe dónde ponerlos exactamente. El inmediato afán de estos expresidentes clientelistas es apoyar un nombre para que sea contralor, no importa si es uribista, godo o liberal, con tal de que garantice que hará un control fiscal suave, y de paso llegar a perseguir a Santos, como ya empezó a ocurrir, con la mezquina solicitud de acusarlo por haber salido del país.
A la hora de la verdad, dará lo mismo si el contralor es Lafaurie, Wilson Ruiz, Marcos Velilla u otro uribista o un godo, pues lo que está llamado a trascender es que quien resulte ungido se ponga a sus órdenes y del régimen. Es el regreso soslayado del temido Frente Nacional, por cuenta del cual los partidos Liberal y Conservador se alternaron 16 años en el poder, excluyendo a las demás fuerzas políticas de la tarea de gobernar y generando la cultura de la más alevosa corrupción. Lo que se trae entre manos este prepotente trío es crear las condiciones necesarias para que el futuro político de la nación sea decidido en conciliábulo por ellos mismos, teniendo como norte únicamente lo que cada uno pueda recoger de la inmensa torta burocrática.
Coronando la Contraloría el gobierno podría cantar victoria, pues además ya se siente su cercanía con el procurador Carrillo, quien lenta pero perceptiblemente ha venido dando señales de que se siente a gusto con los uribistas, y estos con él. No en vano el propio Uribe y varios de sus áulicos han expresado que solo confían en el procurador, pues lo sienten más próximo que lejano de sus enrevesados litigios y aspiraciones políticas. No es fortuito que en los cuadros directivos de la Procuraduría haya más de un uribista, de aquellos que oficiaban como tenientes del troglodita Alejandro Ordóñez, y que hoy administran justicia disciplinaria cumpliéndoles a sus odios partidistas y rencillas personales. Contraloría y Procuraduría siguiendo instrucciones de la misma tenaza política gaviro-pastranista-uribista sería un coctel peligroso, al que solo le faltaría que se sume del todo la Fiscalía de Néstor Humberto, lo cual no parece un imposible.
Por el bien del país, ojalá los arrogantes expresidentes —dos de los cuales ni siquiera tienen autoridad ni credibilidad en sus colectividades— que quieren controlar todo, hasta al inexperto Duque, fracasen en su empeño de nombrar su contralor de bolsillo. Por la dignidad y la decencia las demás fuerzas políticas deberían sumar esfuerzos para impedir que este intento grotesco por revivir el Frente Nacional y adueñarse hasta del aire,quede enterrado para siempre.
Adenda. Nombran como viceministro de Agricultura a Javier Ignacio Pérez Burgos, no obstante que hace un mes fue declarado insubsistente por el director del Departamento Nacional de Planeación. Increíble, otro que cae parado en este gobierno.