Según la RAE, el término pasmado cuando es dicho de una persona se refiere a que está alelada, absorta o distraída. En efecto, pienso que estamos tan distraídos con los temas, propuestas, miedos, pasiones y necesidades que tiene el país en este momento, que nos hemos olvidado de la importancia de defender la continuidad de los procesos de paz.
Creo que es importante hablar de educación. Es importante hablar de civismo. Es importante hablar de justicia social. Es importante hablar de inversión extranjera. Es importante hablar de iniciativas en el sector privado. Es importante hablar de seguridad (sin armar a los ciudadanos). Es urgente una reforma en la salud. En el campo. En las vías. En la justicia (sin tener que eliminar ninguna Corte) etc. Sin embargo, me parece que primero debemos acordarnos del aumento considerable en el presupuesto militar durante el conflicto. La transformación del Ejército y la Policía para tener la capacidad de tomar iniciativa, golpear a fondo a los frentes guerrilleros, sacarlos de las inmediaciones de las grandes ciudades y comenzar a eliminar a los combatientes, exigió del país un inmenso esfuerzo fiscal para dedicar a las armas los recursos que se necesitaban en el campo social, en la educación, en la salud o en las vías (férreas, terciarias o autopistas). Aquel desangre presupuestal, en confluencia con el conflicto, también logró destruir iniciativas industriales, expulsó capitales nacionales y alejó muchas inversiones externas.
Afortunadamente hoy, después del proceso de paz de La Habana, además de que se pueden destinar más recursos a los otros problemas de la nación, también se habla de un nuevo país. Recordemos que, en seis años, en el Hospital Militar se redujo en un 97 % la cifra de soldados heridos. También que, debido a la reducción de estos heridos y sus tratamientos, el centro asistencial pudo tratar enfermedades de alto costo. (Ver enlace). Hoy contamos con menos muertes, pues según la Unidad para las Víctimas (UV), mientras que en el 2002 las víctimas directas por el conflicto fueron 19.640, en el año pasado esa cifra se redujo a 78(Ver enlace). Ahora podemos hablar de que tenemos menos armas, dado que casi 7.000 guerrilleros de las FARC dejaron 8.994 fusiles en manos de la ONU (Ver enlace). Tenemos menos desplazamiento, pues mientras en 2012 había 233.874 desplazados al año, el año pasado hubo 48.335, una reducción del 79% según la UV(Ver enlace) . También, contamos con menos minas antipersonas, ya que mientras en 2012 hubo 770 víctimas por este hecho, el año pasado los mutilados o heridos fueron 58, un 92% menos según la UV (Ver enlace). Hoy Colombia tiene más turismo, dado que, según la ministra de Comercio, Industria y Turismo, María Lorena Gutiérrez, mientras en el 2009 los visitantes extranjeros del país fueron 2’300.000, el año pasado fueron 6’535.000 (Ver enlace). Finalmente y con alegría, ahora podemos hablar de “las especies de la paz”, pues dentro de las expediciones Colombia Bio, promovidas por Colciencias, se han descubierto 88 nuevas especies de fauna y flora en lugares del país tradicionalmente minados o con presencia de actores ilegales (Ver enlace).
El país de hoy es uno distinto, donde las mujeres del campo cuentan que volvieron a dormir en pijama, pues antes se acostaban vestidas para salir corriendo. Donde en la mayoría de los corregimientos y pueblos los policías y soldados comparten con la gente una tranquilidad que no conocieron durante medio siglo, porque la guerrilla tenía informantes por doquier para atacar al uniformado que llegara, y ningún campesino quería ser visto al lado de un militar pues se lo cobraba la insurgencia. Lamentablemente, aunque después de estos resultados la paz debería ser una razón para nuestra afluencia, es un tema que representa desencuentro y que nos sigue dividiendo. Y es apenas entendible, pues el dolor que aqueja a la sociedad colombiana se establece cuando la necesidad de dar una explicación racional por la barbarie sufrida y plantear una solución da lugar a dos o más narrativas ideológicas y simbólicas, y estas visiones se confrontan en el espacio público de manera excluyente y llena de pasión por el dolor y el sufrimiento que carga cada uno.
El punto más hondo de contradicción entre las distintas interpretaciones se establece entre quienes consideran que nunca hubo conflicto armado interno, sino grupos de bandidos narcoterroristas enfrentados al Estado. Para este grupo poblacional, la negociación de La Habana es una traición a la patria porque con los bandidos no se negocia, sino que se los vence y se los somete a la justicia, y por eso, todo lo hecho a partir de aquella negociación está viciado. Por otra parte, estamos quienes creemos que el conflicto armado se presentó cuando grupos de rebeldes, por razones sociales y políticas, objetivas y subjetivas, negaron la legitimidad del Estado colombiano y lamentablemente tomaron las armas contra este último. Para nosotros, la negociación y el logro de la reconciliación allí plasmado, está en que los rebeldes aceptan la legitimidad del Estado y entran a ser ciudadanos (lo que quedó evidenciado en la imagen de Iván Márquez votando en las pasadas elecciones). Esto, constituye al fortalecimiento de las instituciones, la unidad democrática de la nación y, sobre todo, la esperanza de que por fin aparezca en el horizonte la posibilidad de hacer las transformaciones necesarias que la guerra nunca permitió.
El primer planteamiento por su lado, logró que los líderes que representan esta ideología conformaran la coalición que el pasado 11 de Marzo dio como desenlace la candidatura de Iván Duque. Es claro que esta es una coalición se venía orquestando desde hace meses o incluso años, pues, además de que su oposición inició colindante con el proceso de paz de La Habana, es preciso recordar la imagen que apareció en los medios el miércoles 5 de octubre de 2016, donde Álvaro Uribe daba una rueda de prensa a las afueras del palacio de Nariño luego de una reunión de casi cuatro horas entre el presidente Santos y los promotores del “No”. Es curioso constatar que en aquella foto aparecían Álvaro Uribe, Iván Duque, Marta Lucía Ramírez, Alejandro Ordoñez, Óscar Iván Zuluaga y Carlos Holmes en primer plano. (Ver enlace).
El problema serio, es que quienes pertenecemos a la segunda posición no contamos con una figura unívoca que nos represente, sino que contamos con una trinca. O sea, mientras en la primera postura se une en torno un solo grupo, un solo programa, una sola figura, nosotros nos tenemos que prorratear entre De la Calle, Fajardo y Petro, lo que de entrada nos divide y aliviana nuestra fuerza.
Siento que al no lograr incorporarnos en un solo movimiento que consiga abanderar la defensa de estos acuerdos, no estamos aplicando ninguna de las enseñanzas que nos dejaron los mismos, ni estamos logrando ser coherentes con todos estos años de lucha. Por ejemplo, cuando la Coalición Colombia plantea que están “pensando en reconciliar un país y avanzar”, hay que precisar que del plebiscito aprendimos que hay que avanzar, pero teniendo en cuenta el planteamiento de los otros e incorporándolo creativamente. Hay que entender que la legitimidad viene de la participación sin restricciones y que hay que aceptar la buena intención de aquellos que piensan distinto. Me gustaría saber con premura ¿de qué clase de reconciliación estamos hablando? ¿Cómo se puede genera reconciliación donde el énfasis está en las diferencias con el otro? ¿Cómo puede haber reconciliación con descalificativos? ¿Cómo se configura la reconciliación cuando se prima la exclusión?
Pensemos en que actualmente están instalados unos diálogos de paz con el ELN, bastante complejos, por cierto, donde se han tenido que suspender a raíz de los ataques terroristas de esta guerrilla en Arauca, Barranquilla y en el sur de Bolívar. Si uno no logra finiquitar una unión con unos candidatos con los que se tienen puntos en común, donde hay amigos en común presionando todo el tiempo, donde hay razones tan fuertes como urgentes para lograr dicho lazo, ¿cómo se piensa lleva a feliz término un diálogo con quienes se consideran “enemigos”? ¿Cómo se espera lograr una reconciliación en la compleja sociedad colombiana? Antes de pensar en hablar de “populismos”, de “extremismos”, de “polarización”, o antes de hablar de educación y de anti-corrupción, creo que deberíamos centrarnos en la obligación de defender lo que hemos alcanzado, y de priorizar en aquello que aún nos hace falta por terminar.
Aún tenemos el problema de las disidencias. Según la ONG International Crisis Group, unos 1.000 hombres y mujeres siguen combatiendo, lo que equivale a un 9% de la exguerrilla. (Ver enlace) Todavía tenemos el problema de las deserciones, pues, según la Misión de Verificación de la ONU, unos 3.600 exguerrilleros han abandonado las 26 zonas de reincorporación socioeconómica, en la mayoría de los casos por «pérdida de confianza» en el proceso o porque decidieron volver con sus familias. (Ver enlace) Aún no hemos cumplido. Según el Instituto Kroc de la Universidad de Notre Dame, que da seguimiento a la implementación de los pactos, el 55% de los compromisos asumidos por el gobierno como parte del acuerdo no han salido del papel, y solo 8 de las 27 leyes necesarias para «hacer realidad la paz» han sido aprobadas. (Ver enlace).
Que no se nos olvide que la paz, en concreto, es un proceso que surgió en medio de un conflicto cruel, que tuvo un costo humano descomunal con las MÁS DE OCHO MILLONES DE VÍCTIMAS, los centenares de miles de civiles asesinados y la cantidad de jóvenes de todos los lados que morían a diario en la guerra o quedaban cojos, mancos, ciegos o destruidos emocionalmente. Que la paz es un proceso que se edifica, que es insistente, enrevesado, intermitente, que no ha terminado, y que está en amenaza de retroceso. Finalmente, considero que la paz está en peligro, y que si se seguimos alelados y absortos sosteniendo este lamentable ejemplo de no lograr una reconciliación entre los tres candidatos y formar un trabajo en conjunto, mientras el grupo opuesto marcha galopante a realizar sus “modificaciones importantes a los acuerdos de paz”, me temo que el resultado terminará siendo que la sociedad, desde las vísceras culturales y simbólicas, seguirá atrapada en las mismas rivalidades durísimas que actúan en contra de la posibilidad de una unión constructiva desde las diferencias enriquecedoras y de un nosotros incluyente. En materia de paz, ya se está haciendo tarde para espabilarse.