¿Quién dice que todo está perdido? En estos días, cuando todas las puertas legales parecían cerradas y cuando se hablaba de lamentos, gimoteos y multas, apareció una nueva fórmula legal que podría salvar la tan anhelada alianza entre Fajardo, Petro y De la Calle. La solución, sería la de convocar una consulta interpartidista interna en la que sólo participen los militantes de cada uno de los partidos que harían parte de la alianza (Partido Liberal, ASI, Alianza Verde, Polo Democrático, Compromiso Ciudadano, Colombia Humana y MAIS).
Esta solución nos permite a muchos colombianos, quienes comulgamos con las propuestas e ideas de Humberto de la Calle, Gustavo Petro y Sergio Fajardo, revivir la esperanza ya expirante de materializar una posible unión entre los tres candidatos.
Esta posibilidad, me hace recordar cuando el país se alcanzó a ilusionar en el 2010 con el fenómeno de la “Ola Verde” y con la candidatura presidencial de Antanas Mockus. En aquel entonces, estuvimos absolutamente convencidos, como ahora lo estamos, de que es posible un verdadero cambio para Colombia. Hoy sentimos que podríamos, por fin, asegurar la ruptura con la política tradicional, la implementación de una política honesta, en contra de la corrupción y de la politiquería que nos ha gobernado por décadas.
Teniendo en cuenta que algunos de los personajes que hoy hacen parte de esta posibilidad de unión interpartidista, también fueron partícipes de la unión que propició la “Ola Verde” en el 2010 y, que prácticamente somos las mismas personas las que vivenciamos ambos momentos, sería pertinente analizar si acaso las circunstancias y todo aquello que se vivió en el 2010 resulta diferente a lo que sucede hoy.
Iniciemos por los personajes de la época. Todo comenzó con un parto político de quíntuples compuesto por Enrique Peñalosa, Lucho Garzón, Antanas Mockus, Martha Lucia Ramírez y Sergio Fajardo.
Peñalosa, por su parte, venía de raíces liberales, pues había sido elegido representante y precandidato liberal. También llegaba a esta unión con variadas posturas ideológicas, pues, mientras le apostó como alcalde a la igualdad social y a la expropiación del club El Country para hacer un gran parque en el norte de la ciudad, lo que constituyen posturas propias de centro izquierda, por otro lado, Peñalosa es un convencido de la necesidad del orden y la seguridad, como una aproximación al centro derecha.
Luis Eduardo Garzón, por otra parte, era un dirigente sindicalista, expresidente de la C.U.T. y quien incluso alcanzó a pertenecer a las filas del Partido Comunista Colombiano. Garzón, ya había sido candidato presidencial en 2002, ocupando el tercer lugar avalado por el Polo Democrático Independiente y con Vera Grabe como su fórmula vicepresidencial, una ex combatiente del M-19.
La única mujer de esta confluencia era Marta Lucía Ramírez, la hoy candidata vicepresidencial de Iván Duque. Ella venía de relacionarse tanto con los gobiernos de Andrés Pastrana y de Álvaro Uribe, como con el Partido Conservador, con el Partido de La U (por el que fue Senadora) y con el partido Cambio Radical. Por su parte, y en contraposición de Lucho Garzón, era, y sigue siendo, una portavoz de una agrupación de grandes empresarios que busca proteger la industria colombiana e impulsar la creación de una política industrial desde el Gobierno.
Otro miembro del grupo era Sergio Fajardo, un catedrático y periodista que había sido alcalde de Medellín en 2003 avalado por la Alianza Social Independiente. Aunque antes había contado con el apoyo de políticos como Enrique Peñalosa, Rafael Pardo, Oscar Iván Zuluaga, Antonio Navarro y Gina Parody, llegó a “los quintillizos” desde un movimiento propio denominado “Compromiso Ciudadano por Colombia”, movimiento que se declaró ni uribista ni antiuribista, ni de derecha ni de izquierda.
Finalmente Antanas Mockus, venía de su paso como académico y rector de la Universidad Nacional, a la cual renunció en 1993 después de que se bajó los pantalones frente a 500 estudiantes. Su trabajo en la política comenzó desde que el entonces congresista Gustavo Petro lo convenció para que se lanzara a la Alcaldía de Bogotá, y con una campaña de ocho meses y ocho millones de pesos, ganó las elecciones en 1995.
Mockus, perteneció a la campaña de la Conservadora Noemí Sanín en 1998. En 2006 se lanzó a la presidencia con el aval de la Alianza Social Independiente y, en 2007, fundó el movimiento “Visionarios por Colombia” donde estaban John Sudarsky y Ángela María Robledo, con quienes luego se uniría al Partido Verde.
Al igual que Fajardo y Peñalosa, ideológicamente Mockus es muy difícil de ubicar, porque por ejemplo, mientras fue alcalde, tomó medidas como privatizar la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá (ETB), aumentó la tasa de la gasolina y prohibió el uso de pólvora por particulares, pero también, logró implementar medidas innovadoras y polémicas para cambiar la cultura bogotana por medio de actos simbólicos, como los mimos o los girasoles.
Es importante mencionar que Marta Lucía Ramírez terminó retirándose del proyecto para participar de las elecciones internas del conservatismo como precandidata presidencial, ocupando el tercer lugar frente a Noemí Sanín y Andrés Felipe Arias.
Igualmente, aunque Fajardo también salió de “los quintillizos” después de que los tres exalcaldes de Bogotá no le aceptaran su condición de ser el candidato presidencial, sin embargo, al quemarse toda su lista al Senado, la que llamó la «Selección Colombia», terminó volviendo para aliarse con el Partido Verde y con Antanas Mockus, quien lo nombró fórmula vicepresidencial.
Al salir Ramírez y Fajardo de dicha alianza, los tres precandidatos restantes, adoptados por el Partido Verde, acordaron usar el mecanismo estadístico y publicitario de la consulta interna en las elecciones legislativas del 14 de marzo de 2010 para elegir a un candidato presidencial. Mockus, obtuvo entonces la mitad de los votos de dicha consulta y fue elegido candidato presidencial. El resto de la historia presidencial de Colombia ya la conocemos.
De esta manera, se evidencia que para conformarse la “Ola Verde” se tuvo que hacer una alianza entre varios precandidatos que tenían diversas posturas ideológicas y políticas, como también relaciones pasadas con el amplio espectro político del país. Sin embargo, parece ser que en ese entonces no importaba tanto la procedencia política, las ideas económicas o sociales, ni se habían puesto de moda los descalificativos.
¿Cómo pudieron generar una confluencia tan amplia, donde todos eran, y siguen siendo, representantes de los más diversos pensamientos y corrientes políticas? ¿Cómo lograron idear una propuesta conjunta, aunque venían de sectores incluso mucho más amplios que los que representan las tres candidaturas presidenciales actuales?
¿Cómo hicieron para lograr sin problema una consulta en las elecciones legislativas? ¿Cómo hicieron para aliarse, sin que una figura política respetable como Antanas Mockus se les arrodillara para pedirles esa unión con urgencia?
¿Cómo hicieron si no tenían a Ángela María Robledo, ni a Clara López, ni a Iván Cepeda, ni a Inti Asprilla, ni a Germán Navas Talero, ni a Antonio Sanguino, ni a Alberto Castilla, ni a Jorge Eduardo Londoño, ni a Alirio Uribe, ni a León Freddy Muñoz, ni a Carlos Caicedo intentando todos, bajo cualquier medio, establecer puentes entre los candidatos al mismo tiempo?
¿Cómo hicieron sin miles de jóvenes firmando en las calles, o inundando las redes sociales con propuestas como que se tomen un tinto por Colombia?
Esto me permite concluir que lo que hoy impide las confluencias y las alianzas, puede ser más exiguo que lo que fue en aquel entonces. Después de ver el ejemplo de la “Ola Verde”, ¿Qué excusa pueden tener entonces, los actuales candidatos, para no suscribir esta gran coalición?
Las preguntas anteriores están direccionadas para los tres candidatos presidenciales, pero, sería inicuo pensar que solamente de ellos depende que se genere una alianza tan grande. Por parte de nosotros como masa electoral, es preciso recordar que una de las cosas que llevó a la “Ola verde” a su intempestivo ascenso y contagio generalizado, fue la manifestación espontánea de miles de personas en las redes sociales.
Como en el caso de Mockus, fueron las personas quienes pusieron en marcha el movimiento y su candidatura, pienso que somos nosotros, quienes ahora estamos detrás de un ordenador, de un celular o de una tablet, quienes deberíamos comenzar por generar un cambio sustancial en las condiciones políticas actuales.
Claro, es una muy buena propuesta reunir a los tres candidatos en algún lugar, que se tomen un café o una cerveza mientras comen pizza y platican un rato. Me parece una propuesta legítima. Sin embargo, creo que somos nosotros quienes deberíamos hacer eso primero.
¿De qué sirve que estemos en la postura de no relacionarnos con este o aquel grupo político? ¿De qué sirven las posturas de no hablar con el otro, de no debatir con el otro, de eliminar al otro de las redes sociales?
Claro que entiendo que tenemos diferencias marcadas en todos los ámbitos posibles, y es normal tenerlas frente a esta unión. En mi caso particular, tengo dudas sobre la candidatura de Sergio Fajardo y lo he manifestado antes, como hay quienes las tengan sobre Petro o de la Calle, pero si no tendemos lazos entre nosotros mismos, ¿cómo vamos a pretender que ellos lo hagan?
Como dice aquella canción de Rodolfo Páez, evidentemente no será tan simple ni será tan fácil, pero no podemos dejarle la tarea de unir las puntas de un mismo lazo solamente a Mockus, a Ángela Robledo o a Caicedo.
¿Qué tal si empezamos por hablar? ¿Qué tal si antes de cerrarnos a la banda, hablamos un poco de cambiar el país, de sus necesidades, del conflicto, o simplemente de la esperanza? ¿Qué tal, si al igual que en 2010, dejamos las diferencias a un lado por un instante y nos concentramos en el legítimo deseo de tener por fin, en más 200 años, un presidente elegido democráticamente diferente a la clase política tradicional? ¿Qué tal si iniciamos una campaña en que cada quien, desde todos los sectores, le ponga el corazón a esta coalición?
Por mi parte, pretendo seguir con la esperanza viva hasta el último momento y pretendo seguir soñando con que el destino de un país no puede estar supeditado a las encuestas, ni a la publicidad, ni a las estrategias políticas especulativas. Por eso, en las próximas semanas a aquellos que exclamen que ¡todo está acabado!, que ¡hay que resignarse! y que ¡todo está perdido! les responderé: ¿Quién dice que todo está perdido? ¡Yo vengo a ofrecer mi corazón!