Aún rondan por mi memoria recuerdos vagos de infancia de eventos que hoy día poco se practican durante la semana más importante para el mundo católico. Recuerdos que muy seguramente los fieles más ortodoxos añoran, pues la que en sus inicios fuera una semana de recogimiento espiritual, se ha convertido en tiempo de descanso y viaje para la gran mayoría.
Probablemente más en pueblos que en ciudades aún podemos encontrar señoras de luto que llevan con su familia una estricta vigilia y ayuno como parte de la penitencia que deben cumplir para limpiar sus pecados.
Quienes esperan con grandes ansias esta semana son los miles de estudiantes y profesores que aprovechan estos días para cargarse de nuevas energías. No es raro que desde enero muchos comiencen a hacer planes y reservas de vuelo para destinos que, preferiblemente, contengan una alta dosis de sol, arena y agua de mar.
Por ser más cerca y menos costoso, otros planean sus vacaciones de Semana Santa en fincas de recreo ya sea para dar descanso al cuerpo o para desatrasarlo, sin temor, de todos los vinos, guaros y rones que los colombianos no nos hemos podido tomar desde que se incrementaron los castigos a conductores ebrios.
Quienes experimentan
una verdadera semana de pasión son los estudiantes que se clavan a los libros a causa de profesores que deciden asignar proyectos, lecturas y ensayos. Pero como todo no puede ser estudio, algunos se dedican a ver películas como las que estos días están en cartelera: ‘Noé’ protagonizada por Russell Crowe e Hijo de Dios’ (Son of God), la más reciente versión sobre la vida de Jesucristo.
Aunque ya no tenemos días de silencio en las que la radio y televisión solo transmitían música y películas religiosas, ya muchos no guardamos vigilia y no nos ponemos el estren de domingo de Resurrección, algunos aún participan de las actividades de la iglesia. Bajo el picante sol y luego la inclemente lluvia que caracteriza la época del año, asisten a procesiones y liturgias con los que la Iglesia nos recuerda los últimos días de Jesucristo en la tierra.
Como en los viejos tiempos, algunos visitan iglesias que se destacan por crear bellos monumentos en sus altares y de paso hacen un poco de caminata entre iglesia e iglesia. Otra opción es irse a pueblear para terminar en el tradicional Festival de Música Religiosa en Marinilla, donde además de oración, los visitantes disfrutan de mucha música y arte.
Para quienes quieren ir más lejos para finalmente pagar aquella promesa, viajan a ciudades como Mompox, Popayán, Tunja, Ipiales y Pasto que año tras año son visitadas por cientos de católicos.
Con pañuelo blanco en mano, muchos feligreses asistirán el próximo domingo a la procesión del Domingo de Ramos y así darán inicio a esta tradición que ha estado presente por décadas en nuestras vidas y que la iglesia y sus más fieles devotos se resisten a dejar morir.
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