Testimonio basado en entrevista con Jaimer Machado San Martín, vendedor ambulante del sector La Alpujarra.
Nací en Urrao, Antioquia, ¡cómo olvidar el pueblo!, pero bueno, al fin y al cabo, ya son 18 años que llevo trabajando acá. Sí, como todo ser humano he pasado por dificultades, pero gracias a Dios, honestamente, me he conseguido la comidita.
Eso fue por allá como en los 90 que me vine para Medellín; la violencia que hubo y la presencia de la guerrilla me obligaron a desplazarme. Eso fue muy duro; estuve andando por Cartagena y Montería. Y fue allá en Cartagena que me tuvieron preso dos veces, por un delito que jamás había hecho. Allá fue que me di cuenta, en realidad, qué era la justicia del hombre: ¡una mentira! La única justicia verdadera es la de Dios. Allá perdí todo, prácticamente todo me lo robaron. Me di cuenta de qué era lo que pasaba.
Tiempo después, cuando logré salir de la cárcel, me casé y me vine para acá. Gracias a Dios con las fruticas me he conseguido mi sustento de vida, honrada y seriamente.
Yo empecé con la venta de frutas a mediados de los 90 o como en el 2000. Estaba ubicado adelantico de ese quiosco (dice mientras señala una caseta de color verde ubicada a aproximadamente 15 metros de él), pero como existe la envidia y como acá se maneja todo, el señor del lado me hizo la guerra. Sin embargo, yo no peleo con nadie; mejor me vine y me hice por acá. Eso ha sido un proceso largo, me han negado el permiso como 10 veces porque es espacio público, pero yo creo que el permiso mío es especial. El horario de trabajo mío es de 6 de la mañana a 5 de la tarde.
Madrugo a las 4:30 de la mañana, salgo de la casa, me bajo en la estación Prado, me toca pasar por donde están todos los indigentes y ahí me pongo a analizar esa realidad, pero para mí, no es para nadie. Veo lo que hay, la alcahuetería que hay (lo dice haciendo referencia a la venta de marihuana en esa zona). Pobrecita esa gente. Uno no sabe qué familiar o que cosa le puede pasar a uno que lo lleve a una situación de calle. Pobrecitos. Entonces yo bajo, compro mis cosas en La Minorista, allá me las saca un carretillero, lógicamente al que le tengo que pagar, ya cojo el carrito, el taxi o el chivero y me trae hasta acá, aquí las bajo, ya comienzo a arreglar, a picar las cositas y a atender a la clientelita mía.
Hermano todo aquí se maneja, es como por rosca, por capacidades o por política, ¡mejor dicho!, (dice mientras señala los edificios de la Alcaldía y la Gobernación). Acá cada 4 años llega una administración nueva y usted sabe que eso es como escoba nueva. A pesar de eso, voté por el alcalde, por el gobernador. Pero para esa gente es como si uno no existiera. Yo puse todo en manos de Dios; confío, tengo fe, cojo a Dios del cielo, nuestro señor Jesucristo, para mí no existe más nada. Aquí estoy trabajando, tranquilo. Nadie viene a molestarme. Aunque a veces el uno viene a molestarme, el otro me dice una cosa y otra.
La gente me trata muy bien, yo soy muy distinguido acá de la gente, la voy muy bien con la policía, con los amigos, con toda la gente que me conoce y trato de que haya convivencia, de que haya paz, de que haya tranquilidad. ¿La delincuencia?, por aquí no existe eso. Yo fui uno de los combatientes de eso, no sé si hice mal o bien, pero todo el que robaba lo cogía y le daba duro en esa trompa y enseguida se lo entregaba a la policía. Creo que la labor que yo hago aquí es buena, sé lo que se maneja aquí, todo. No me meto con ellos, no me interesa.
Lo mismo en el lugar en donde vivo, yo vivo en Bello. Eso lo pidió el gobernador. Yo limpié ese barrio, todo. Ya hay unas canchas de fútbol, eso es zona verde, pero entonces ellos quieren pasar la Fábrica de Licores para allá. Eso tienen una cantidad de cosas ahí, pero yo no me afano, solamente Dios es el que sabe.
De la delincuencia que se manejaba allá, los vendedores de vicio eran de la misma policía, eso estaba lleno de atracaderos y mataderos. Lo invito a que algún día vaya a mi casa para que vea cómo se manejan las cosas.
Ahora ya son escuelas de fútbol, la convivencia está por encima de todo. Allá no se ve a nadie fumando marihuana, nadie se ve robando al otro, no se ve un indigente, no porque los haya matado, sino porque todo va por paso. Yo tengo mis manos limpias ante Dios, yo no necesito que usted me crea ni nada, digo lo que es verdad.
¿Esta zona?, me parece muy bonita, me parece muy bueno esto aquí porque, la verdad, nosotros estamos de paseo, nada es dueño de nada ni de nadie, todo es prestado, tenemos que ser buenos administradores. Aquí si todos pensaran por el bien ajeno, esto marcharía distinto. Esto es muy tranquilo, aquí usted no ve problemas, bochinches; si de pronto se ve alguna cosa, la persona es de otra parte o así.
Por aquí pasan indigentes, ya uno los distingue, ya uno está preparado para cualquier cosita porque eso es como dicen vulgarmente, hoy es comida, mañana es otra cosa. Veo la alcahuetería que hay en este cuento. Mire Barrio Triste, está pegado aquí a dos cuadras y es el vendedero de vicio más horrible que hay. ¿Entonces qué?, ¿qué me hace pensar a mí?, a mí no, a todos. ¿Cuál es la cosa?, o ¿usted qué piensa? Sí, sí. El que está vendiendo eso no le está haciendo daño a uno, a mucha gente, pero ellos lo que necesitan es el billete. Y el billete da, según ellos, poder. Se les olvidó que el día de su muerte su billete no le va servir.
Hermano vea, yo no tengo queja. Yo me consigo mi comida honrada y seriamente. Tuve una oposición muy, para mí, maluca. Eso fue el año pasado. Lo ponen a uno a pensar. Aquí el de espacio público venía hasta 3 o 4 veces. No le gusté, sería. El señor del lado me mandaba esa gente 3 y 4 veces en el día, pero gracias a Dios me dio valor, me dio poder y él me solucionó eso. Pedí el permiso inmediatamente.
Aquí ya no viene nadie a molestarme. Estoy esperando mi permiso, yo creo que el permiso mío es especial. Y el ser humano es fallo y aquí me han tratado bien. Yo lo único es que sí tuve esa oposición el año pasado.
¡Qué Dios lo bendiga mi paisano! (Menciona mientras se despide de un señor).
Aquí, por ejemplo, todos los comandantes de la policía y la gente que me conoce, pues ahoga por uno, por el comportamiento. Porque un comportamiento aquí de cualquier persona que esté haciendo las cosas mal hechas o que esté, como se dice, haciendo lo que no es, creo que yo ni nadie lo va a reconocer. Y si lo va reconocer va ser donde los mismos “compinches”, entonces no.
Este lugar si se ha convertido en referente, vea el señor que estaba ahí hablando conmigo, es un señor de Urrao, no lo conocía, lo vine a conocer aquí. Habla conmigo, hablamos cosas buenas, cosas positivas. Tengo por ahí sargentos que son de la policía, a ratos se vienen a hablar conmigo. Yo les comento, pero no como decir, “¡Ey!, vamos a darle…”, no. Lo que pasa es que hay mucha problemática, no solamente aquí en Medellín, sino en el mundo entero. Sí, esto es un punto de referencia y acá me distingue mucha gente. Todo el mundo pregunta por Machado.