El patrimonio humano y cultural colombiano nos transporta hacia un paradisiaco lugar en la región, ubicado en el occidente nacional, cuyo nombre, Chocó, nos recuerda a ese delicioso producto proveniente del cacao y su gente tan corporalmente similar por el color de este alimento, quienes disfrutan de pertenecer a una zona estratégica en el país, caracterizada por su extensa área ribereña al Océano Pacífico y la frontera con aquel país que hace más de un siglo fue parte del territorio nacional y que los ‘gringos’ nos lo arrebataron.
Pero después de esta descripción nos remitimos a responder la pregunta ¿Por qué Chocó? Si bien lo anterior y muchas otras razones convierten a este departamento en un motor de desarrollo y fuente de recursos y oportunidades para nuestro país, ¿qué sucede para que no sea considerado como tal en las demás regiones y en muchas otras partes de América Latina?
Desde hace muchos años este departamento ha padecido, junto con regiones como La Guajira, las mayores muestras de falta de presencia estatal, bajo un accionar que ha comprometido a centenares de vidas en condiciones de vida bajamente satisfactorias y, como las ciudades de Tumaco y Mocoa, representan ser las zonas más afectadas por el desplazamiento en Colombia, segundo país en el mundo por número de personas afectadas por esta problemática que abordaremos en este texto y donde sólo en 2016 se registraron 171.000 casos y la mayoría en las zonas rurales, donde es claro que las oportunidades de vida son más reducidas.
¿Ser o estar desplazado?
Para comenzar a hablar de esta problemática en particular, resulta pertinente precisar la dicotomía entre el SER y el ESTAR desplazado. El desplazamiento hace referencia a una SITUACIÓN, es decir, un momento en la vida en el que un individuo pierde muchos de sus derechos, ya que decir que una persona ES desplazada admite el equívoco de caracterizar el desplazamiento como un rasgo constitutivo de su identidad.
El fenómeno de desplazamiento genera una situación de vivencia y no de existencia, lo que implica que el fenómeno no marca a sus víctimas como un conjunto diferente de la población, sino que se trata de personas que han sufrido un hecho determinado que marcó sus vidas.
Sin embargo, ¿qué llevó a un grupo de personas a convertirse en desplazados? ¿cuáles son las razones para que sus vidas les hayan cambiado de un momento a otro? Como bien se mencionó al comienzo, la inoperancia por parte del Estado en las regiones ha sido el factor principal para que miles de familias abandonen sus tierras y propiedades por falta, primeramente, de recursos que garanticen condiciones de vida óptimas para esta población como salud y educación, y, en el mayor y peor de los casos, de un sistema de seguridad que proteja plenamente los derechos de vida, de propiedad privada y de vivienda que los grupos armados ilegales como la guerrilla y los paramilitares han violado con el fin de ganar territorios útiles a sus propósitos.
Habiendo enunciado y entendiendo bien las dos consecuencias de la ausencia de Estado en estas comunidades, es posible relacionar a las dos como fruto también del conflicto armado interno que históricamente ha azotado a Colombia, así un multitudinario grupo de expertos e historiadores sólo conciban la segunda consecuencia por el hecho de ver involucrados a actores armados, cuando la inoperancia del Estado demuestra una forma de violencia más aguda en contra de la población civil; por cientos de muertos que deja al año la falta de entidades que presten un servicio médico y de salud eficiente en los municipios de cada departamento, y las pésimas condiciones de vivienda con el que la mayor parte de esta población ha vivido por muchos años y representan ser un fuerte argumento por el que los índices de migración a ciudades capitales (una forma de desplazamiento), están constantemente en escalada, muchas veces con el abandono de la propiedad, sobre todo en casos donde se trata de bienes de carácter inmueble.
Es así como la migración forzada por la búsqueda de una mejor calidad de vida y los desplazamientos a causa de las amenazas de grupos armados, representan los motivos más notorios de la problemática que se aborda a lo largo de este escrito y que, en aras de reconstruir una Colombia más humana y pacífica, significan sólidos e importantes puntos a solucionar para lograr no sólo una paz entre combatientes armados sino una paz que lleve de la mano la práctica de justicia social y que de verdad garantice el bienestar del pueblo.
Con el proceso de paz con las FARC, el gobierno colombiano no sólo se sentó a negociar acerca de las problemáticas que generaba la presencia de esta guerrilla a lo largo y ancho del territorio nacional, sino que se sentaron bases sobre los demás espacios de dificultad que presentaba la sociedad civil en torno a los efectos de lo que ha dejado el conflicto armado y, entre estos, las muestras de desplazamiento no fueron un tema ajeno de diálogo, el cual promete también un capítulo de justicia, reparación y no repetición.
Sin lugar a dudas, considero que el proceso de paz se debe extender hasta las zonas del país donde si bien la guerrilla no ha mantenido un fuerte poderío, la falta de presencia estatal representa una gran patología si en cumplimiento del Estado Social de Derecho se trata.
Llevar infraestructura de vivienda, servicios públicos garantizados, viabilidad, salud y educación a cada colombiano, es como realmente avanzaremos en un modelo de país que promueva una paz incluyente y un sistema de oportunidades para todos.
Con respecto a la educación, expongo brevemente, el conocimiento sobre titulación y certificación de los derechos de propiedad, resulta ser también un factor fundamental para evitar a corto, mediano y largo plazo el desalojo y expulsión de un espacio que por años ha estado en manos de una familia que lo ha labrado y considerado como parte suya por el simple hecho mismo de haber permanecido ahí por mucho tiempo.
Concluyendo el presente, sin falta de derecho y garantía de oportunidades no podremos acabar problemáticas tan profundas como lo es el desplazamiento.