Al inicio de los acuerdos de paz celebrados en La Habana, muchos expertos a manera de predicción, advirtieron sobre la alta probabilidad de las disidencias de muchos combatientes pertenecientes a las filas de las FARC. De manera altisonante, el frente primero de las FARC fue el principal y hasta ahora el más eminente en la desvinculación de la negociación que ahora esta en una etapa crítica de entrega de armas. Esta facción del Guaviare, que ya ha causado estragos en la región, ahora secuestró a dos campesinos en San Vicente del Caguán.
Los responsables del secuestro serian hombres liderados por “Euclides” uno de los “pocos” guerrilleros que no se sometieron a las directrices de Timochenko y que por tanto, no detentan más el titulo de combatientes de las FARC. Lo anterior nos deja entonces varios elementos de análisis que a la postre, nos indican que el actual gobierno se encauzó en cocinar el acuerdo y dejaron cruda su etapa siguiente.
En primer lugar, la disidencia demuestra como las FARC no poseía el liderazgo total de sus facciones, similar a lo que le sucedió al difunto Carlos Castaño con las AUC, que al intentar establecer la unión de un ejercito contrainsurgente con un himno, uniforme y una “ideología” fracasaron al enterarse que muchos combatientes y frentes estaban dedicados exclusivamente al enriquecimiento ilícito. El frente primero es apenas el abrebocas de una total velada de insurgentes que gracias a la poca preparación del posacuerdo por parte del gobierno, ven más lucrativo volver a las filas en la ruralidad.
Ahora bien, muchos de los combatientes en zonas veredales actuales “controladas” por las entidades departamentales o nacionales, ven como sus héroes disidentes siguen generando ingresos mientras que ellos esperan directrices en unos campamentos donde no están acostumbrados a estar como unas estatuas con los bolsillos vacíos.
Lo anterior deja entrever el renacimiento de una configuración del conflicto colombiano que presenta desafíos y que del gobierno no hacer presencia militar contundente en los campos de cultivos ilícitos, laboratorios y rutas, los disidentes tendrán financiamiento y las filas de estas facciones se irán agigantando. Es incontrovertible que estos soldados “revolucionarios” no eternizarán su compromiso con la paz y la vida civil si ven como sus ex compañeros siguen lucrándose del negocio del narcotráfico a través de la disidencia. El mensaje del Estado y más específicamente las Fuerzas Armadas debe ser contundente, persuasivo y mas aún: apresurado para comenzar a cocinar el crudo posacuerdo de la mano de los ciudadanos como generadores de presión en la agenda política.