Los tristes referentes de Medellín en el mundo

Un hecho fortuito que rompió la monotonía del barrio fue la muerte del capo Escobar en una de sus calles, que vivía como incógnito en una de sus casas corrientes y por ende nadie hablaba de él en la cotidianidad, porque no hacía parte de dicha comunidad y tampoco- había elementos de identificación del personaje con la misma. Allí Escobar fue un extraño, inclusive en el momento de su extraña muerte.

Me senté a escribir esta mi columna semanal para el portal Al Poniente en el Lobby del Hotel Clarion de la ciudad de Trondheim, Noruega, a donde llegué a cumplir una cita con un ejecutivo de marketing de una reconocida corporación multinacional.

Trondheim, la tercera ciudad de Noruega en población, es sede de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (Norges Teknisk-Naturvitenskapelige Universitet, NTNU) que es famosa por la formación de Ingenieros de Sistemas de alto prestigio. Esta vocación motivó la llegada a la ciudad de empresas líderes en el mundo en al campo de la informática: Sun Microsystems, Google y Yahoo.

Después de los correspondientes protocolos de saludo, y cuando fuimos entrando en confianza, le noté un gran interés en hablar sobre la ciudad de Medellín. Me di cuenta de que mi interlocutor estaba familiarizado con diferentes espacios de la ciudad de la eterna primavera y con algunos aspectos del estilo de vida de sus gentes.

Pareciera que estaba hablando con alguien que había visitado recientemente a Medellín, mi ciudad, porque el ciudadano europeo hablaba de la “Bella Villa” con bastante fluidez.

Cuando indagué con este ejecutivo de marketing sobre el por qué de su conocimiento sobre la ciudad, me di cuenta de que el mismo se derivaba de la serie sobre el capo del narcotráfico Pablo Escobar, de Caracol Televisión y bajo el título “El Patrón del Mal”, transmitida recientemente en la televisión europea.

 

El directivo en referencia me habló con propiedad del barrio El Poblado y me interrogó sobre las características de este espacio de ciudad. Tenía claridad de que este es el barrio donde se asientan los estratos altos de la población y de que es una zona de gran desarrollo urbanístico.

También me indagó alrededor del barrio Los Olivos y en particular sobre la calle donde murió el capo colombiano del narcotráfico a manos de la policía. Me llamó la atención el grado de conocimiento sobre este personaje y sobre el entorno donde fue abatido.

En particular yo conozco de primera mano el barrio los Olivos porque allí vivieron por más de treinta años mis tías de Yarumal, a quienes visito con mucha frecuencia, y por ende recorrí muchas veces sus calles, tanto a pie como en bicicleta.

Los Olivos es un típico barrio de clase media, donde viven, sin sobresaltos, familias corrientes, en casas corrientes, y en el cual la gente lleva una vida corriente.

Un hecho fortuito que rompió la monotonía del barrio fue la muerte del capo Escobar  en una de sus calles, que vivía como incógnito en una de sus casas corrientes y por ende nadie hablaba de él en la cotidianidad, porque no hacía parte de dicha comunidad y tampoco- había elementos de identificación del personaje con la misma. Allí Escobar fue un extraño, inclusive en el momento de su extraña muerte.

Estoy seguro de que la mayoría de los habitantes del barrio Los Olivos hoy, con el paso del tiempo, no le dan importancia al hecho de que allí se haya dado la muerte del capo del narcotráfico, y si algunos lo recuerdan eso no tiene ninguna relevancia porque ese señor nunca tuvo ningún vínculo con ellos ni social, ni económico y ni siquiera visual. Es decir, no tuvo ninguna interacción con el micro entorno del barrio.

Como hecho curioso recuerdo, en mi calidad de asesor de la Beneficencia de Antioquia por varios años, empresa líder en Colombia con su Lotería de Medellín, que, cuando se conoció la noticia de la muerte de Escobar, el segmento social comprador del “chance”, un sistema popular de apuestas donde cada comprador elige su número de suerte, le jugó masivamente al número de las placas de la casa donde este personaje fue abatido y sorprendentemente ese fue el número ganador. Esto visibilizó al barrio Los Olivos dentro de los grupos de la ciudad en los cuales Escobar si tuvo marcados vínculos, y para quienes al morir se volvió de alguna manera un mito.

Sigo pensando que para quienes por muchos años han vivido en Los Olivos, el hecho de que Escobar haya muerto en una de sus calles hoy no tiene ninguna relevancia.

Lo que me sorprendió, y a su vez me motivó a escribir esta columna, es que un ciudadano europeo, que nunca ha venido a Medellín, tuviera tantos detalles de la ciudad y algunos de sus barrios a través de una serie televisiva sobre el capo Escobar.

Esto me lleva a reflexionar sobre el papel de los medios de comunicación que, en la búsqueda del consabido rating, montan una serie a partir del nivel de visibilidad de un personaje sin importar que, en lugar de valores, represente grandes antivalores de nuestra sociedad. El resultado es que lo visibilizan enormemente y lo potencian como uno de los grandes (?) personajes de nuestra nación, y consecuentemente lo convierten en un referente.

Cuando la figura de Escobar, de alguna manera, se estaba diluyendo con el paso del tiempo, la serie “El Patrón del Mal”, de Caracol Televisión, la rescata, le da vida, la repotencia, y la visibiliza para el mundo.

En diferentes entornos se ha discutido sobre el papel de los medios de comunicación en la emisión de este tipo de seriados, y mientras unos resaltan el daño que le hacen a la imagen de la nación otros dicen que estas historias hay que contarlas para que el mundo las repudie y no las repita.

Lo que sí es claro es que cuando uno visita un país extranjero siempre se encuentra con alguien que le pregunta por Escobar y con alguien que le pregunta por temas de narcotráfico.

Así mismo muy pocas veces a un colombiano le preguntan por Gabriel García Márquez, Manuel Elkin Patarroyo, Manuel Mejía Vallejo, Rodolfo Llinás, Ángela Restrepo, Adriana Ocampo o Marta C. Gómez.

Ahí le queda este problema a la sociedad colombiana que sigue inmersa en un remolino de imágenes que finalmente nada aportan a la construcción de un nuevo tejido social para nuestra comunidad.

Esta fue una columna libre e independiente de Diego Germán Arango Muñoz, Ingeniero, Psicólogo y Administrador Turístico, profesor de la Universidad Nacional de Colombia y consultor en Mercadeo Gerencial.

Diego Germán Arango Muñoz

Ingeniero Administrador de la Universidad Nacional de Colombia Psicólogo, de la Universidad de Antioquia Administrador Turístico, del Colegio Mayor de Antioquia. Especialista en Mercadeo, de le Universidad Eafit. Especialista en Investigación Social, de la Universidad de Antioquia. Profesor de la Universidad Nacional de Colombia desde 1977. Profesor invitado a 35 universidades hispanoparlantes. Consultor en Marketing para más de 350 compañías. Director de más de 3,500 investigaciones empresariales en el campo del Marketing.