Los que perdemos somos los colombianos que fuimos utilizados como fichas de un juego en el que ni siquiera entendíamos las reglas
Es preocupante como las luchas de un pueblo son vendidas al mejor postor, que no duda en capitalizar electoral y políticamente los logros y las necesidades de todo un país. ¿De cuando acá la Paz es de Santos y el paro caminero de Uribe? Esto no es más que un sofisma utilizado para confundir a quienes tratamos de apersonarnos de causas ciudadanas. Hoy quien levanta las banderas de la paz es catalogado como “guerrillero” y peor aún, como “santista”, apelativos despectivos con los que los opositores del proceso de paz se han ido lanza en ristre para demeritar y tachar a los que apoyan la paz. Del mismo modo, parece ser que quienes son conscientes de las necesidades del pueblo y se suman al paro camionero, son tildados de “uribistas”, calificativo peyorativo y antagónico a todo lo que implique una manifestación popular.
Esa personificación de la política no es más que la muestra de que seguimos y seguiremos siendo por mucho tiempo, una sociedad en la que buscamos superhéroes, líderes mesiánicos que como Jesucristo nos salven. Parece que tenemos la necesidad absurda de reconocer en nuestras causas a un personaje que la respalde: Uribe y el paro, Santos y la paz, Fajardo y la educación. Está bien que los líderes políticos tengan una bandera que los distinga, y temas que los caractericen y los aten a aquello que estos pretenden defender, pero no podemos confundir esto y caer en el error de asumir que porque ellos defienden estos temas, asumieron una patente sobre los mismos, que implica para los colombianos tener una especie de co-requisito para apoyar estas luchas.
La paz no es de santos, ni el paro de Uribe, y estar de acuerdo con uno de estos no implica querer o apoyar al personaje que en los medios de comunicación sale a hacer campaña de cuenta de las penurias de un pueblo.
La polarización política de estas causas nos ha hecho olvidar la importancia de las mismas, y lo preocupante es que hay quienes por hacer oposición al gobernante, terminan por aponerse a necesidades evidentes de la sociedad, sin detenerse a pensar por un momento quienes son los que se benefician o se ven afectados realmente. ¿Es que acaso si el “No” gana en el plebiscito por la Paz, el afectado es Santos? O ¿Es que si se levanta el paro camionero sin solucionar el problema perdió Uribe? Los que pierden son las familias campesinas desplazadas que ponen los muertos en la guerra, los que pierden son las familias de los camioneros que no tienen como subsistir y competir contra las grandes multinacionales. Los que perdemos somos los colombianos que fuimos utilizados como fichas de un juego en el que ni siquiera entendíamos las reglas.
La ciudadanía le ha adjudicado sus causas a personajes que no ven en ellas nada más que capital político para explotar. El paro camionero y la paz de Colombia no son negocios de unos cuantos vivos que se suben al tren que les conviene, son luchas populares, necesarias en la construcción de país.