LA OEA: DESHOJANDO LA MARGARITA
Siguiendo en forma fiel, leal y fanática el hitleriano y numantino carácter de Fidel Castro, verdadero detentor del poder venezolano, y quien habrá ordenado tierra arrasada con Venezuela, una nación que odia, la dictadura no cederá hasta no verse desalojada por la fuerza. En ello les va a ellas, por cierto, su propia sobrevivencia: ¿o una nación desarbolada, hambrienta y moribunda puede permitirse el lujo de tener alguna fuerza?
Antonio Sánchez García @sangarccs
A tiempo han reaccionado los liberales norteamericanos para frenar el empuje arrollador del esperpéntico candidato republicano Donald Trump. Si bien el frenazo que reportan las encuestas pareciera obedecer antes a los obstáculos y rechazos que ha encontrado en el seno de su propio partido, incluso en el llamado Tea Party, que en el burocrático perfil de la Sra. Clinton. El impacto negativo de su campaña en el establecimiento republicano terminó afectando al candidato a la fuerza donde más duele: en el bolsillo. La meta de los mil millones de dólares para solventar los gastos de campaña no fueron alcanzados. Ni lo serán.
Pero tampoco los vientos empujan a favor de Obama. La Corte Suprema ha liquidado su proyecto a favor de los inmigrantes ilegales. Más de cinco millones de inmigrantes ilegales pierden la partida y quedan expuestos a una violenta expulsión del territorio de sus sueños. Con lo cual uno de los aspectos sustanciales del éxito de la campaña de primarias del candidato republicano muestra el profundo respaldo que encontrara no sólo en el pueblo norteamericano, sino en sus más sagradas instituciones.
Por su parte, la victoria del Brexit en Inglaterra deja con un palmo de narices al gobierno del conservador David Cameron, que en obediencia a prácticas auténticamente democráticas de irrestricto respeto a la voluntad popular lo obligan a renunciar de inmediato a su cargo. Por una escasa diferencia, es cierto, pero determinante en donde se respetan verdaderamente las reglas el juego, el pueblo británico decidió salirse de la Unión Europea. Un resultado absolutamente inesperado que además de empujar a Cameron a su caída, ha repercutido negativamente en el valor de la libra, que se ha derrumbado, y la bolsa de Londres, que reporta una fuerte caída. Europa se pregunta, ¿y ahora qué?
Mientras Occidente sufre estas auténticas conmociones, a la espera de los resultados de las elecciones españolas, que según todos los pronósticos depararán la pesadilla de una irrupción violenta de la alianza PODFEMOS Izquierda Unida, los gobiernos latinoamericanos siguen deshojando la margarita en la OEA. Que luego del exhaustivo informe de su Secretario General Luis Almagro y de la práctica unanimidad de la condena de la opinión pública internacional a la catástrofe provocada por la dictadura de Nicolás Maduro a su pueblo aún haya quienes duden de la veracidad de su informe, la violación a los derechos humanos, la existencia de presos políticos, la práctica desaparición de la separación de los poderes y la terrible crisis humanitaria que sufren sus habitantes negando la naturaleza dictatorial del régimen venezolano, provoca, cuando menos, asombro. Por no decir: espanto. ¿Es ignorancia, lenidad o cobardía?
Ciertamente, llegado al extremo de discutir la insólita ponencia del gobierno Maduro pidiendo no sólo el rechazo al informe de Luis Almagro, sino incluso su renuncia, una cómoda mayoría respaldó al secretario general. E, indirectamente, a la oposición venezolana, que ha encontrado en él a un verdadero adalid en defensa de sus vitales y nacionales intereses. Mayor ha sido la derrota de la esperpéntica canciller venezolana si se atiende a la importancia de los votos favorables a Almagro: puestas de lado las naciones estrictamente simbólicas y nominales del área del Caribe, arrodilladas ante sus necesidades energéticas, apenas el puñado de naciones bolivarianas, que ya van de salida, siguieron alineadas junto a Caracas. Viviendo sus últimos minutos los gobiernos de Evo Morales y Rafael Correa, ya se vislumbra en el futuro inmediato no sólo la desaparición del gobierno de Maduro, sino la de los gobernantes miembros del Foro de Sao Paulo.
No obstante cabe preguntarse por las razones de esta vacilante y ambigua actitud del hemisferio ante la tragedia venezolana. Si las cancillerías, incluso las recién inauguradas de Macri y Michel Temer, apuestan a la inexorable muerte natural de la dictadura venezolana, debieran saber que esa muerte arrastrará consigo la de un pueblo entero. Siguiendo en forma fiel, leal y fanática el hitleriano y numantino carácter de Fidel Castro, verdadero detentor del poder venezolano, y quien habrá ordenado tierra arrasada con una nación que odia, la dictadura no cederá hasta no verse desalojada por la fuerza.
En ello les va su propia sobrevivencia: ¿o una nación desarbolada, hambrienta y moribunda puede permitirse el lujo de tener algunas fuerzas?
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