Desde hace muchos años no me trasnochaba para ver la ceremonia de entrega de los premios Oscar. Obviamente la nominación de una hermosa y, en mi opinión poderosa película colombiana sirvió de aliciente para la larga noche de domingo. La ceremonia adicionalmente venía cargada de controversia por los fundados cuestionamientos a la academia ante la ausencia de artistas afrodescendientes en la lista de los nominados.
No obstante la importancia del tema anterior y la necesidad de revisar y enfrentar la discriminación en diferentes espacios (laborales, artísticos, religiosos) me parece que, de lejos, el tema más importante, controversial y urgente que se dio en el contexto de los premios fue el del abuso sexual.
El premio a la mejor película y al mejor guión original fue para “Spotlight” y su mirada profunda, emocionante y dolorosa a la investigación periodística que expuso el sistema de encubrimiento de los curas pederastas y abusadores por parte de la iglesia católica en Boston y luego en muchas otras ciudades. La película logra tocar un tema sensible sin morbo pero con contundencia y claridad. La historia hace brillar al periodismo investigativo y nos recuerda su papel imprescindible en la fiscalización y el control de los poderes -humanos y “divinos”-.
Quizás aprovechando el tono y el tema propuesto por la ganadora a la mejor película, la ceremonia puso en primer plano el tema del abuso con los discursos del Vicepresidente Joe Biden y de Lady Gaga, y con la conmovedora interpretación del tema “Hasta que te pase a ti” de esta última. La cantante, que ya ha reconocido que fue víctima de violación, estuvo acompañada de hombres y mujeres sobrevivientes de diferentes formas de abuso sexual.
«Sobrevivientes” es un término preciso e impactante cuando a las víctimas de abuso sexual nos referimos. El sobreviviente es aquel que, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, “conserva la vida después de un suceso en el que otros la han perdido”. El abuso sexual y especialmente el perpetrado a menores es una acción y un delito de hondas consecuencias y repercusiones. Aun si la víctima conserva su vida biológica después del abuso, hay algo, hay mucho, en ella que muere y quedan grandes secuelas permanecen por siempre.
Datos de Medicina Legal, el ICBF y de diversas organizaciones en el país y en el mundo coinciden en un panorama desolador frente al abuso sexual en menores. Así como las investigaciones del equipo del Boston Globe detalladas en “Spotlight” fueron desenmascarando una crisis amplia y de vieja data, las cifras y conclusiones de agencias y académicos nos tienen que hacer temblar.
Escandaliza saber que 1 de cada 10 menores, según diferentes fuentes, será abusado sexualmente antes de cumplir los 18. Entre ese número inmoralmente alto, las niñas tienen una posibilidad 5 veces mayor de ser víctimas que los niños y entre ellas las de 10 a 14 años son las más vulnerables. A todos nos alarma saber que los responsables del abuso son generalmente conocidos de los menores (90%) y cerca del 30% de los mismos son familiares. Mientras más jóvenes las víctimas más cercanos serán los abusadores. En el país el conflicto armado ha sido fuente y contexto de un gran número de abusos sexuales no visibilizados pero es importante recalcar que la problemática es mayoritariamente un delito por fuera del contexto armado.
No hay un único perfil para el menor víctima, pues encontramos casos en todos los estratos, en diferentes sectores y con características particulares, pero si es posible identificar patrones que pueden incrementar las posibilidades de que se presente el abuso. Los menores que viven con uno de sus padres y una pareja cambiante y aquellos que viven con padres sustitutos o en instituciones, tienen hasta 10 veces más probabilidades de ser abusados sexualmente que aquellos que viven en núcleos familiares estables (no importando si son heterosexuales u homosexuales). Los menores que viven en hogares donde uno o los dos padres están desempleados tienen también mayores riesgos. Los entornos protectores son fundamentales para prevenir y en otros casos para reaccionar.
El silencio, la culpa, el abusador poderoso y presente, la teoría de las manzanas podridas –supuesta excepcionalidad-, la lista de disculpas y “atenuantes” han permitido que un número inaceptable de nuestros menores, adolescentes y adultos sean sobrevivientes adoloridos. Personas que pueden ser más proclives a la violencia, al consumo problemático de drogas, a más bajos resultados académicos, a la depresión, a delinquir, a problemas serios de autoestima y a ser madres y padres adolescentes entre otros. ¡En el país podemos estar hablando de alrededor de 4 millones de sobrevivientes!
A pesar de esfuerzos, estamos lejos aun de un consenso sobre la gravedad de la crisis que enfrentamos y de una decisión clara y contundente para visibilizar los casos; para trabajar en la prevención, para castigar a los abusadores y para apoyar a los sobrevivientes. Es muy difícil que una sociedad progrese y que se logren “estándares de decencia en evolución” si permitimos que el abuso sexual avance silencioso, con complicidad institucional o con un enfermizo sentido de lo privado. Tristemente esta es una película que no podemos dejar de ver y de la que no podemos salir incólumes.
Referencias:
http://www.icbf.gov.co/portal/page/portal/Observatorio1/Archivo/2012/publicacion-25.pdf
http://www.d2l.org/atf/cf/{64AF78C4-5EB8-45AA-BC28-F7EE2B581919}/all_statistics_20150619.pdf
http://www.jstor.org/stable/2135718?seq=1#page_scan_tab_contents
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