Insania angloamericana

A mí definitivamente esta manía de estar hablando de ese paisito me está consumiendo vivo. Me está acabando. Pero afuera, queridos lectores míos, las cosas están mal. Aquí, mejor dicho, desde donde escribo y desde donde evoco a esa cosa que llaman Colombia, que según mi señor Petro es dizque la potencia mundial de la vida. Ésta señores, la angloamericana, la grencha, la yanqui, es la potencia mundial de la muerte. Y aquí las cosas están peor. El presidente nos fregó.

No se acuerda el lenguaraz ni de cómo se llama. Ya no sabe qué es verdad y qué es mentira. Se cae en todos lados. La senectud le quitó la voz. Hoy expele el ojiazul un susurro deleznable. Vergonzoso. Como si lo incompetente no fuera suficiente, se nos volvió demente el demócrata. Saluda a todo el mundo como militar y llega a donde va trotando como un marine. Usa gafas de piloto. Como una estrella sonríe el viejito desde el Air Force One y luego incierto se agarra de la baranda debilitado por el viento.

¡Y qué esperaban, pendejos! Tiene ochenta y un años. Bien aprovechados, sí, pero ochenta y un al fin y al cabo.

Sí… toda una vida mamando el mamón. Ha sido senador, vicepresidente y presidente. ¿Que por qué tan poquito? Senador fue durante treinta y seis años, desde los veintiocho. Vicepresidente ya mayorcito y de una de las alimañas más viles que haya parido el mundo. Es que le ha rendido al mamalón endeble. Ha sido candidato a la presidencia varias veces y hace casi cuatro años, contra todo pronóstico, contra la razón, ganó. Nosotros perdimos. El progresismo de éste nos acabó.

¿Que qué es progresismo? Un cuento que se inventó este simio que llaman “hombre” para ponerse a reclamar derechos que no tiene y a desasir deberes que sí.

Éste viene siendo el presidente más progresista que haya tenido este país infame. Se quiere morir sin haber trabajado nunca, metido en la Casa Blanca, rodeado de lujos como si fuera un Zar. Después de toda una vida de holgazán.

Progresista, claro. ¿O lo dudan?

Lets try to avoid nuance, senator. Do you support gay marriage?”, pregunta la ingeniosa al zángano, que para entonces tendría aún media vida que afrontar. Ante semejante blasfemia, responde el otro alarmado:

No. Barack Obama nor I support redefining from a civil side what constitutes marriage. We do not support that”.

¿Que ni Barack Obama ni vos apoyan redefinir desde un punto de vista civil lo que constituye el matrimonio? ¿Y eso qué significa, senador? ¿Que ahora usted además de saquearme los bolsillos a través del IRS me va a decir cuándo y con quién me puedo casar, como pretende decirme cuándo es que me puedo morir? ¡Qué cosa con estos progresistas! Les soltamos el mundo a estos haraganes y nos vuelven al medioevo. ¡Pero qué más se puede esperar de un protestante anglosajón!

Cuando se le habla al gringuito de la guerra se derrumba ante la palabra. Es que a nuestro progresista lo amarga la violencia. Pero para con su hijo Hunter.

¿O no, doctorcito? Ahí sí sos humanista, pacifista. Afuera te dedicaste a azuzar y a financiar cuanta guerra pudiste, como cual Bush y como cual Johnson. Claro que como ya dizque no les mandás plata. ¿No? ¿Eso no dijiste pues? Que ahora les dabas era “equipamiento militar”. Y como ese sí es inocuo…

Ahorita último, hace apenas algunos días, suspendió su campaña presidencial. Pero no por digno sino por viejo. Tan atrevido se nos volvió el holgazán sentado su culo en el sillón de la ignominia que se quería reelegir, como sus dos antecesores: el negrito chévere y el copetudo. El primero pudo, el segundo no. El primero también es progresista. Es que quieren ajustar los vagos de la izquierda diez y seis de veinte años pegados del puesto como garrapatas.

Por viejo, digo. Porque lo sobrellevó el tiempo. La vejez. Los años. Quiere mentir pero ya no puede. Y su “contendor” lo atropelló con sus mentiras. ¿Se vieron el debate? Fue vergonzoso, no lo vean, no pierdan el tiempo. Lean mis columnas, que hacen más.

A ver, por viejo y por de malas.

El 13 de julio casi descabezan a Trump en Pensilvania. Tres partículas de plomo le zumbaron el oído mientras desataba su verborrea. Se percató el Presidente Eterno de los alaridos de su escolta y en apenas un segundo se abatió para protegerse. Al piso se fue con él la ilusión del viejito Biden.

Recién peinado el copetudo, se manifestó vehemente el gobernador de Texas, Greg Abbot. Que le era insoportable la infamia de Biden de abrir el paso a la roña que sube del sur.

Mr. Greg Abbot:

Junto a los “rapists”, a los “murderers”, y a los “terrorists” bien señalás que Biden ha dejado entrar, también podemos poner al gringuito loco que casi te borra a Dios Padre. ¿O no? El “tirador” Crooks. Es que los gringos también matan…

¡Y aspiran los maldecidos! Todo lo que les mandamos desde la potencia mundial de la vida se lo meten por la nariz. Cuando llegué me preguntaron que de dónde era. Cuando les dije que era colombiano, iluminados su ojos caucásicos, ansiosos me pidieron el “polvito”. Yo les dije que ya no me quedaba. Soltaron la carcajada los pervertidos. “¡Pero en ABC venden aguardiente!”, les dije emocionado. Que eso qué era. “Una bebida destilada de un fermentado alcohólico”. “¡Wow!” Después los puse a decir “aguardiente”. Quedaron felices los viciosos. Cuando me fui les grité en español: ¡si no hay demanda no hay oferta! Se totearon de la risa los incautos.

En fin, no solo era gringo el muchachito. Estaba inscrito en el partido Republicano y le daba plata al Demócrata. Otro progresista, pacifista. ¡Y ambidiestro! De “centro”. Ése es de los míos.

Disparada la bala redentora un francotirador anglosajón le voló la cabeza al arcángel. Ante la renuncia del holgazán ambicioso, ya solo y viejo como vamos a terminar todos, olvidados y atropellados por estos Obamas y estas Michelles que nunca faltan, se quedó el Demócrata sin aspirante. La Francia Márquez americana le saltó al puesto en menos de lo que dura un santiamén. El negrito chévere que digo, la vil alimaña disfrazada de cordero, habiéndole bien dado al viejito la patada en el culo la llamó dizque para “ofrecerle su apoyo”. “¡Kamala!”, berreaba emocionado por el teléfono. La otra le pelaba los dientes como si la viera. ¿Qué habría dicho Michelle? Nada, esa parejita es lo más de linda. Cuánto los envidio. Ojalá pudiera hablar con él para que me diera el secreto. Y para decirle otras cositas.

Como pueden ver, colombianos amigos, aquí las cosas no son muy diferentes. Acaso peores. Todos los presidentes se quieren reelegir y cuando no se reeligen en sí mismos se reeligen en otros. Más de once millones nos han invadido por el sur a cuento de su demagogia. Como si fuera poco, ahora a los candidatos presidenciales también les ofrecen bala como si fuera agua bendita. ¡Qué felicidad, como en mi tierra! Para que vean que aquello del decrecimiento no es tan loco. Así no sea en lo económico. Es que esa teoría aplica para todo, ¿o no exministra? Hasta en lo moral.

La política independiente en este país es imposible. Las dos mafias gringas persisten, insisten en repartirse los puestos como si fueran suyos. Los progresistas del Demócrata quieren ajustar diez y seis años de caos. Ya no podemos retroceder más.

Queridos paisanos: ¡van a tener que aprender a votar en blanco!

Santiago Montoya Gómez

Actualmente curso Negocios en la Universidad Central de Florida y estudio para ser piloto. Vivo hace unos años en el exterior, desde que me gradué del colegio. Soy quindiano, de Armenia. Me fui del país en la búsqueda del conocimiento de pensares nuevos y diferentes, y con el motivo de asumir una posición alejada, una perspectiva exterior que me permitiera visualizar la vida del país desde otro escenario. He aprendido mucho de la vida y he crecido significativamente durante estos últimos años. Quiero aportar a Colombia. Todos los días trabajo en eso.

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