“Y es esa misma razón, la que, bajo la coherencia y la lógica, encuentra respuestas y conclusiones de carácter cuantitativo y cualitativo. Son esas conclusiones las que nos llevan a considerar los puntos de vista con mayor certeza y confianza”
¡El debate por la verdad no debería hacerse desde el emocionalismo!
La llaga sigue abierta en el cuerpo colombiano. A padres, hijos, abuelos, nietos, amigos y más, se les arrebataron seres queridos. El cruce de las balas entre soldados del glorioso ejército colombiano y las diferentes guerrillas de este país, causaron, en gran suma, un número de muertes que nos grita a viva voz lo que sucedió en gobiernos anteriores. Se discutirá por su puesto en las calles y las plazas públicas sobre, si los falsos positivos solo fueron en el gobierno de Uribe, o, si no solo fueron en su gobierno, sino que también en otros periodos anteriores al uribismo. Ese será un tema de discusión para otra ocasión.
Por ahora lo que me ocupa aclarar, es la modalidad, por decirlo de alguna manera, que se pretende a la hora del debate, al respecto de los falsos positivos (realizados en cualquier periodo de gobierno) sean cuantos hayan sido; además de la importancia que hay con relación al buen nombre de Colombia, de que luzca la verdad con creces y de manera correcta.
Sin más, empiezo concertando que, por su puesto, ¡las víctimas merecen su lugar de respeto y justicia! Las familias, en esencia, tienen el derecho a ver que quienes cometieron el crimen sean llevados ante la justicia. No se niega de ninguna manera que, en la historia de Colombia, se encuentran los rastros de falsos positivos, y que estos son sin duda una vergüenza para el país, puesto que fueron ejecutados por parte del ejército colombiano.
Es que, las víctimas nos duelen a toda Colombia, y el luto le pertenece por ende a todo el pueblo; es por ello que la verdad debe salir a flote. Sin de meritar ni un ápice de lo mencionado, se debe dejar a un lado el corazón, y dar lugar a la razón. Sé que la oración es fuerte, pero la misma fuerza con que la perciban, debe usarse para pensar con claridad.
Se dice a través de portales, micrófonos y diferentes medios de comunicación que son 4.602 los falsos positivos. En esta medida, a no ser que el número de víctimas fue un invento para dar resultados de procesos investigativos a las familias que padecen las pérdidas, el número debería por lógica sujetar un debido proceso, aportando a su vez una cantidad documental que justifique la totalidad en cuestión. Y es este el punto coyuntural, por el que tanto luchan individuos como Miguel Polo, quien es miembro de la Cámara de Representantes, y otros más.
Ahora bien, el presente texto no quiere justificar las acciones tomadas por el representante en mención, al respecto de echar a la basura las botas de presuntos familiares de víctimas en los falsos positivos (presuntos, puesto que la verdad es que, ni usted ni yo, podemos afirmar que quienes las pusieron ahí, sean en su totalidad verdaderos familiares de aquellas víctimas.“En un país con tanta corrupción, el margen de probabilidad de instrumentalización de individuos ya es muy alto”). No, la intención del presente no es justificarlo. Lo que sí es de total interés, es conocer la verdad, misma que busca el funcionario, a fin de honrar de manera correcta a las víctimas, repito, sean cuantas hayan sido.
¿Le creemos a los sentimientos o a la razón?
La razón. La capacidad de razonar sobre un determinado tópico, deviene en ese amor por la verdad al que los filósofos se referían otrora. Y es esa misma razón, la que, bajo la coherencia y la lógica, encuentra respuestas y conclusiones de carácter cuantitativo y cualitativo. Son esas conclusiones las que nos llevan a considerar los puntos de vista con mayor certeza y confianza.
Es por ello que el debate, per se, deberá contener como fundamento la razón antes que los sentimientos y emociones, pues, bajo estas últimas, el resultado deviene en fluctuante y meramente líquido e irreal. Es bajo las emociones que las decisiones tomadas, por lo general, resultan equívocas y, considere la redundancia, emocionales.
De modo que la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), debería, en consecuencia de un número tentativo (6.402), presentar la evidencia de los minuciosamente contados falsos positivos. La razón va a concluir, que hubo una investigación, y que al diligenciar el número en cuestión, no podía ser 6.403 (uno más) ni tampoco 4.601 (uno menos), sino que exactamente el número en boga. (Claro, no estoy diciendo que, en efecto, no fueron ni más ni menos, solo insisto en lo detallado que el número detenta).
De tal manera, que los resultados que esgrimen desde esta entidad, queda con la lógica siguiente: de haber un número tan minuciosamente exacto, sin buscar un redondeo o porcentaje, se deduce que el número está sujeto a una intrínseca y cercana investigación, misma que como resultado expide el número preciso de los falsos positivos. Es bajo esta progresión de lógicas y circunstancias, que el representante tiene el derecho de buscar la verdad, preguntando: ¿dónde están las listas?
El argumento que tenga ese tinte de sentimentalismo, quedará, pues, expulsado y sin valor lógico. Cuando en el debate se procure, por pesar y sentimentalismos, alejar el derecho a la sólida verdad tanto de los familiares de las víctimas, como el de todos los colombianos, se cae en un vaivén de lágrimas sin alcanzar con objetividad la justicia que se busca.
Por todo lo anterior, me permito concluir así: La JEP y demás entidades encargadas de la investigación por concepto de actos criminales, deberán presentar con claridad la verdad, sin dar lugar a la especulación de “posibles” falsos positivos.
Sean 5, sea 1, sean 1.000 o sean más, lo ocurrido es devastador. A las familias, bien sea recordado el más sentido pésame que Colombia les debe. Sépase que se busca la verdad, para que con honor sus familias no pertenezcan a un “número tentativo”, sino que en ejercicio de la investigación con coherencia a la ley, se lleve a los responsables a cumplir su merecido castigo.
Que viva la libertad, que viva la vida, y que Dios bendiga a Colombia.
La verdad sobre los falsos positivos en Colombia es un proceso complejo y doloroso que aún está en construcción. La carga emocional de las víctimas y sus familias es innegable, pero la razón y una investigación objetiva deben prevalecer para hacer justicia. Esta verdad plena podría no llegar en esta generación, y estoy seguro, nosotros nunca la conoceremos en su totalidad.