Sísifo, rey de Corinto, era un hombre astuto y ambicioso que había logrado engañar a la muerte en varias ocasiones. Sin embargo, su suerte cambió cuando Zeus, el rey de todos los dioses, se enteró de sus acciones.
Zeus, indignado por la osadía de Sísifo, decidió castigarlo. Lo condenó a empujar una enorme roca hasta la cima de una colina, pero con una condición: cada vez que Sísifo llegara a la cima, la roca rodaría hasta abajo, obligándolo a empezar de nuevo.
Así, Sísifo estuvo condenado a repetir esta tarea tediosa y absurda por toda la eternidad. No importaba cuántas veces llegara a la cima, la roca siempre rodaría hacia abajo, y él siempre tendría que empezar de nuevo.
Este castigo se consideraba especialmente cruel porque Sísifo no podía descansar ni escapar de su tarea. Estaba condenado a luchar contra la roca por siempre, sin esperanza de liberación.
El Hombre, Imposibilitado de entender lo que ocurre en largos periodos de tiempos, nemotécnicamente, dividió la vida en fechas clave que le permitieran condenar el pasado al olvido y volver a empezar, generalmente de manera torpe, cometiendo los mismos errores.
Hoy 31 de diciembre, es para muchos, el día de Sísifo, ese en el que se corona la cúspide del año; día en el que la pesada roca irremediablemente vuelve a caer, pues pareciera ser más fácil perpetuar la necedad de vivir con los ojos cerrados, que intentar abrirlos para ver a través de la niebla, pues eso que parece el final, la cima de una montaña, no es más que una parte del camino, uno que con empeño podríamos continuar por pendientes mucho más suaves; uno en el que con seguridad, si miramos bien, podremos hallar algunas herramientas que nos permitirían poco a poco ir mellando la gran roca, convirtiéndola con el tiempo en un insignificante grano de arena. Llegó la hora de burlar nuevamente a Zeus.
FELICIDAD Y LIBERTAD,
NUESTRAS ÚNICAS TAREAS.
Aún Humanos
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